Internacionales
Sigue el genocidio de Israel contra Palestina
La Convención sobre el Genocidio adoptada por la resolución 260 de la Asamblea General de Naciones Unidas el 9 de diciembre de 1948 y entró en vigencia el 12 de enero de 1951. La Convención define al genocidio como un delito perpetrado con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, racial o religioso. Matar miembros del grupo, o causarles graves daños físicos o mentales. El término genocidio fue acuñado por Raphael Lemkin (1944) para calificar las atrocidades cometidas por el régimen nazi contra millones de judíos y gitanos. Paradojas de la Historia. Actualmente, el régimen sionista de Israel lleva a cabo un genocidio contra el pueblo palestino, a la vista de todo el mundo gracias a los sistemas de comunicación que hoy existen.
Aunque la Convención reconoce al genocidio como un delito perseguible por el derecho internacional y existe una Corte Penal Internacional encargada de juzgar a las personas acusadas de cometer ese crimen, para quienes se establecen penas de reclusión de 10 a 18 años, el genocidio sigue. En casi todos los países del mundo se han realizado y se realizan masivas movilizaciones de apoyo al pueblo palestino, exigiendo el cese de los ataques de Israel. Mandatarios, líderes políticos y religiosos, personalidades de la cultura y la ciencia, clubes de fútbol, organizaciones sociales, feministas, periodistas etc. se han manifestado en ese sentido, pero el genocidio sigue.
En la madrugada del 7 de octubre de 2023, cientos de milicianos de Hamas lanzaron un ataque por aire, mar y tierra contra territorio israelí causando bajas y tomando rehenes. El gobierno sionista declaró el estado de guerra. Una semana después, la infantería israelí realizó las primeras incursiones en la Franja de Gaza, y luego comenzaron los bombardeos que hasta el 14 de abril han matado a 33.797 palestinos (70 % mujeres y niñxs), 75 mil heridos, 1.9 millón de desplazados y unos 17 mil menores separados de sus familias según un informe elaborado por la ONU, el Banco Mundial y la Unión Europea. Entre el 25 de febrero y el 15 de marzo, más de 2 millones de gazatíes padecieron niveles agudos de inseguridad alimentaria. El suministro actual es de 3 a 7 litros diarios per cápita de agua disponible. Más de un millón de personas carecen de vivienda, el 75 de la población se ha visto obligada a desplazarse.
Esta situación ha impactado con mayor dureza sobre mujeres, niñxs, ancianos y las personas con discapacidades. Con el 84 % de las instalaciones sanitarias destruidas parcial o totalmente, la falta de agua y electricidad para el funcionamiento de la estructura sanitaria y de medicamentos, los habitantes de Gaza no tienen acceso a la atención médica. El sistema educativo se ha derrumbado por completo afectando a sus 625 mil estudiantes. Más de 60 escuelas quedaron totalmente destruidas y otra 219 sufrieron daños parciales. La infraestructura civil de Gaza, incluidos hogares, hospitales, escuelas, lugares de culto, comercios, sistemas de abastecimiento de agua, así como las propias instalaciones de la ONU, han resultado dañados o destruidos. Más de 1.3 millones de desplazados sobreviven hacinados en Rafah, cerca de la frontera con Egipto.
La ayuda humanitaria al pueblo palestino que recibía antes de la guerra, a través de la Agencia de las Naciones Unidas para la población Refugiada de Palestina en Oriente Próximo, ha sido bloqueada sistemáticamente por Israel presionando para que los Estados miembros de la ONU suspendan sus contribuciones monetarias a esa agencia que, antes del conflicto hacía llegar 500 camiones por día con alimento. Actualmente llegan 176. Al 30 de marzo, casi 1.7 millones de personas desplazadas se encuentran alojadas en refugios de emergencia de esa Agencia. Algunos de ellos han sido bombardeados así como vehículos que transportaban alimentos y otros insumos.
En enero pasado Sudáfrica realizó una presentación ante la Corte Internacional de Justicia (el más alto tribunal de la ONU) intentando poner fin a la matanza de civiles en Gaza. Amparada en las disposiciones de la Convención sobre el Genocidio, pidió que la Corte ordene a Israel la suspensión inmediata de su campaña militar en Gaza. La Corte se expidió y consideró que los actos de Israel “equivalen” a un genocidio y pidió a Israel que adopte todas las medidas a su alcance para impedir actos genocidas, que garantice que la ayuda y los servicios lleguen a los palestinos.
También la oficina del Alto Comisionado de la ONU hizo un llamamiento a Israel para poner fin “al atroz sufrimiento y a la pérdida de vidas y permita el suministro rápido y eficaz de ayuda humanitaria”.
El equipo jurídico de Israel rechazó la calificación de genocidio argumentando que su país está en una guerra de defensa contra Hamas, no contra el pueblo palestino con un doble objetivo: erradicar la amenaza existencial que suponen los militantes de Hamas y liberar a los rehenes. Y el genocidio sigue.
¿Por qué Israel tiene tanto poder e impunidad para seguir masacrando palestinos y seguir violando el derecho internacional, los tratados y convenciones y los Derechos Humanos? Porque el mentor, socio principal y proveedor de recursos y armas de alta tecnología es Estados Unidos (especialista en violar el derecho internacional y las resoluciones de la Asamblea General de la ONU como en el caso del bloqueo a Cuba). Con un doble discurso EE UU pide ahora a Israel un plan para evacuar a la población de Rafah antes de atacarla y causar una nueva matanza de civiles palestinos mientras despacha misiles y cazas de combate, lo que le da a Netanyahu carta blanca para eliminar del mapa la Gaza palestina. Esa intención está reflejada en un plan para la posguerra que ha presentado donde propone la desmilitarización del enclave, su ocupación y en definitiva el control total de los territorios que hoy ocupa ilegalmente.
La Autoridad Nacional Palestina ha rechazado esa propuesta denunciando que el objetivo es “perpetuar la ocupación israelí de los territorios palestinos y evitar el establecimiento de un Estado palestino” y pide el cese total de los ataques en la Franja a cambio de la liberación de los rehenes. También mantiene sus reclamos históricos: que el futuro Estado Palestino se conforme de acuerdo a los límites previos al 4 de junio de 1967, antes de la Guerra de los Seis Días y que Jerusalén Oriental sea su Capital.
Aunque Gaza esté en ruinas, una Palestina independiente será posible por la justeza de su reclamo y por la lucha que su valiente pueblo lleva adelante desde hace décadas. Palestina vencerá.
ELENA RIVERO