Juventud
¿Los jóvenes sólo están en las redes, y la calle y militancia les importan poco?
La militancia política está teniendo un auge en el sector digital, se ha trasladado la oratoria a videos, los manifiestos a fotos con una descripción, los volantes y afiches son hoy cambiados lentamente por los “flyers”. Pero… ¿es un reemplazo efectivo y positivo?
A la primera parte, hablando sobre la efectividad, podemos decir que sí. Es efectiva la metodología digital, eso se puede apreciar en el crecimiento de la audiencia en los canales de YouTube, portales digitales de las principales redes sociales y el aumento de visitantes en páginas web de distintos movimientos. Ejemplos de ello es el caso del Pml-rc en España, que en los últimos dos años dio rienda suelta al uso de plataformas digitales con el objeto de difundir su propaganda y videos de formación logrando un aumento de su número de afiliados y simpatizantes. Y en la vereda contraria hay que mencionar el caso de los “Libertarios”, neonazis para hablar con exactitud, quienes pudieron llegar a sectores de la juventud por medio de videos explicando supuestas nociones básicas de economía. Discrepamos con ellos ideológicamente pero como dice la frase “nobleza obliga” hay que reconocer que esta metodología les ha funcionado para apoderarse de sectores que históricamente pertenecían a otros movimientos. Y en el caso del Pml-rc si bien no presentamos afinidad política con dicho partido (el cual desconoce o agrede a partidos que sí tienen relación con el PL) es necesario dar cuenta de la efectividad en sus tácticas.
Nos queda el segundo interrogante: ¿es positivo? La respuesta es compleja y de textura mixta. Puede tener un aspecto positivo al tener en cuenta la facilidad de producción de material y la velocidad con la cual se difunde, como así también la masificación que pueden llegar a tener los comunicados. Los clásicos volantes de papel quizás no pueden tener tanta. La textura mixta implica que también existe un aspecto o polo negativo, el del alejamiento del militante de la realidad, del contacto con la masa. Esta, a su vez, se disocia del militante y se deja llevar por idealismos o por promesas vistas en videos aislados o en la oferta que presentan los principales espacios de noticias.
Hemos hablado del militante en términos generales. Es momento de ser un poco más precisos y analizar el caso de la militancia juvenil, la que más peligro corre, en su continuidad y su calidad.
La política se encuentra cada vez más alejada de la juventud. Esta se encuentra avasallada en un gran porcentaje de su composición por el consumo de drogas, el alcoholismo, la vagancia, la desinformación, la indiferencia y el descrédito a la actividad partidaria, producto de los errores, actos nefastos y la inoperancia de la clase gobernante. De esta forma se está invitando a los jóvenes a creer en discursos cargados de contenido individualista (por ejemplo, los seguidores de Milei), o en otros casos a caer en el nihilismo (en su concepción más clásica) convirtiéndolos así en seres humanos carentes de ideas, erradicando su fuerza y haciéndolos caer en un “letargo” del cual es muy difícil hacerlos volver.
Este sistema está diseñado para someter a la juventud, para convertirla en una mísera pieza más en este juego de la sociedad de consumo y del individualismo. Si no se tiene la debida precaución, las herramientas provistas por Internet terminan siendo armas que apuntan directamente al corazón y la mente de los jóvenes del mundo. Es posible que la distopía descripta por Huxley en “un mundo feliz” no se encuentre tan lejos, sino que en realidad se presentó de una forma distinta, donde el soma no es una droga en forma de pastilla. Quizás el soma hoy se encuentra en los dispositivos electrónicos que cualquiera puede ver en casi cualquier parte con toda seguridad.
¿Debemos utilizar e incentivar la introducción de herramientas digitales en los partidos revolucionarios? Sí, es imposible negar el progreso; sino contradecimos la primera ley de la dialéctica acerca del movimiento perpetuo. Eso no significa que debamos renunciar a la calle, el volante y la pintada las cuales son símbolos eternos de nuestro paso por este mundo y una expresión tenaz de nuestro mayor objetivo que es en el final la revolución popular y proletaria.