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La dictatorial monarquía saudita

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Brazo estratégico del imperialismo norteamericano en Medio Oriente, potencia económica en la producción y exportación de petróleo desde hace más de ocho décadas (su reserva probada es superada únicamente por Venezuela), el Reino de Arabia Saudita, como reza su nombre oficial, es, quizá, el régimen político-religioso más despótico del mundo contemporáneo.

En el país asiático donde rige el Islam versión wahabita del sunnismo, y el gobierno se encuentra bajo el poder absoluto del rey Salmán bin Abdulaziz, los derechos humanos prácticamente no existen. Basta con señalar que allí se aplica la pena de muerte por delitos tales como robo a mano armada, brujería, violación, apostasía o tráfico de drogas, la mujer vive (¿o sobrevive?) completamente tutelada por el ojo machista y represivo del hombre y el Corán, ya que, por ejemplo, la mayoría de ellas no pueden conducir un automóvil ni salir sin el “acompañamiento” de un hombre. Las féminas votan recién desde 2015 pero siguen sin poder ingresar a los cementerios, y representan apenas el 5% de la fuerza de trabajo, siendo la más baja del mundo.

En ese país, además, se ejecuta a homosexuales y disidentes -en abril de este año fueron ejecutadas 37 personas acusadas de ¨terrorismo”, incluso mediante crucifixión-, como parte de una encarnizada lista de persecuciones, hostigamientos y asesinatos.

Sin embargo, el peso feroz de esta dictadura no solamente recae en su pueblo, sino que alcanza a civiles de otras regiones. Cabe mencionar el caso del columnista saudí Jamal Khashoggi, del Washington Post, que fuera emboscado, asesinado y desaparecido, en noviembre de 2018, en el consulado de Arabia Saudita en Estambul, Turquía.

De ese crimen todas las pruebas apuntan al príncipe saudita heredero, Mohamed bin Salmán, por la intervención de sus más estrechos colaboradores.

También hay que mencionar la muerte de siete civiles en Yemen (país limítrofe al sur) a causa del ataque aéreo de una coalición árabe, en abril del corriente año, sumando una lista mucho más amplia de muertos allí.

Integrante del G-20, Arabia Saudita opera -junto al Estado de Israel- como alfil clave de Donald Trump y sus voraces intereses en la zona. Tal es así, que la monarquía saudí es uno de los grandes beneficiados por las sanciones económicas que el gobierno yanqui aplica contra Irán, quitándole a éste la posibilidad de comerciar libremente su petróleo.

Obviamente los grandes medios y agencias internacionales no hablan de estos temas, alineados como están con Washington; esa es su órbita de giro, igual que el rey saudita, su príncipe heredero y toda la corte millonaria y reaccionaria.

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