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Reconocer la derrota y aumentar la resistencia

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Sucedió tal como anticipaban las encuestas y lo que admitía LIBERACIÓN unos días antes. Podía ganar el macrismo. Y ese peor escenario sucedió el 22 de octubre en las legislativas nacionales. PRO-Cambiemos triunfó en los cinco distritos más importantes (Buenos Aires, Capital, Córdoba, Santa Fe y Mendoza) y doce en total. Amasó 40 por ciento de los votos en todo el país, convirtiéndose en la primera fuerza nacional.
Particularmente dolorosa fue la derrota de Unidad Ciudadana encabezada por Cristina Fernández de Kirchner en Buenos Aires, por 4 puntos. Y también que en Capital Federal la derechista extrema Elisa Carrió obtuviera el 50,93 por ciento de los votos pese a haber hecho declaraciones horribles por la desaparición de Santiago Maldonado.
La realidad hay que admitirla, como condición necesaria para poder transformarla. Y sin pelos en la lengua, el PL admite que la de octubre fue una derrota popular y una victoria para las huestes oligárquicas nucleadas en torno a Macri. Un triunfo tan importante que le ha permitido reforzar su ajuste atacando conquistas obreras y populares. Ya se entusiasma con la posibilidad de una reelección en 2019 para gobernar hasta 2023 por lo menos.
De todos modos, no hay que dar por sentado lo que todavía no logró el enemigo y aún estamos a tiempo de impedir. Ni está escrito que el ajuste pasará ni que Macri vaya a gobernar hasta esos años.
Uno de los requisitos para dar vuelta la tortilla es admitir que hubo un fracaso de Unidad Ciudadana. El otro es preguntarse cómo fue que el enemigo pudo ganar.
Recién se esbozó un principio de respuesta: el macrismo ocultó el plan de ataque al bienestar y la democracia. Días antes del comicio seguía poniendo carita de bueno y negaba que hubiera un proyecto de reforma laboral y previsional. Era mentira. Sí los había y con letra chica ya redactada.
Otra razón de esa victoria fue que la oposición liderada por CFK levantó el pie del acelerador de las protestas sociales tres meses antes de la votación. Macri no fue jaqueado desde la calle y en la campaña electoral, sino sólo desde ese último frente. Esa desmovilización fue un gravísimo error político K.
Al tener que actuar sólo en lo electoral, el gobierno se manejó más tranquilo, propagandizando obras públicas para dar la sensación de que aumentaba la demanda de trabajo, sobre todo en Buenos Aires. Por otro lado, con la instrumentación de sus jueces amigos, apresuró procesos, desafueros y detenciones de exfuncionarios de Cristina, instalando la idea en buena parte del electorado que los 12 años fueron pura corrupción.
Y esa mentira (no exenta de una pequeña parte de verdad, como son las mentiras más seductoras), repetida un millón de veces por los medios hegemónicos, al estilo Goebbels, pareció una verdad. Y rindió frutos electorales.
Millones de argentinos de capas medias y bajas, no oligarcas de la Suciedad Rural, lo dieron por válido y votaron de ese modo tan aconsejado por Clarín y demás medios amigos de Macri.
Eso duele y mucho, pero no debe llevar a los militantes populares a destratar como “globoludos” a esos argentinos de pertenencia a estratos bajos y medios con mentalidad atrasada que se creyeron ciudadanos convidados al “cambio” (léase ajuste) de Macri.
Sí se debe polemizar con esos compatriotas, pero con argumentos e ideas concretas, como parte de una batalla cultural que en este tramo de la historia se ha perdido, no para siempre por supuesto.

DEBATE NECESARIO
Como el PL es marxista-leninista está acostumbrado al debate, la crítica y la autocrítica, y como ha sido derrotado muchas veces, incluso en forma sangrienta como en 1976, tiene el cuero duro y no le escapa a las discusiones. Por eso da esas opiniones sobre lo ocurrido.
En cambio, en el peronismo no hay esa tradición; tampoco tiene estructuras democráticas orgánicas donde debatir y saldar las discusiones, a lo sumo hay jefe o jefa y una cadena de mandos. Ahora ni siquiera eso está firme porque tras la derrota de Cristina hay quienes rechazan que ella sea la referente. Así actúa la derecha peronista, oportunista y aferrada a las negociaciones y acuerdos con Macri.
Incluso al interior del kirchnerismo hay quienes han hecho críticas por varios motivos a CFK, como Julio de Vido, Aníbal Fernández y Luis D’Elía. En algunos casos porque consideran que su construcción, la UC, es socialdemocracia o peronismo light. En otros porque creen no se jugó a favor de sus ex funcionarios perseguidos y encarcelados. O porque no permitió el debate interno.
El PL no es parte del kirchnerismo ni mucho menos del PJ, de modo que sólo quiere dar una opinión desde afuera de esa interna en llamas. Cree que es erróneo propiciar la unidad con todos; es mejor excluir a los traidores y colaboracionistas con Macri, rompiendo formal y definitivamente con Pichetto, Urtubey, Schiaretti, triunviros de CGT, etc.
Deseamos que allí haya debate y decantación, división y reagrupamiento, con los mejores sectores reagrupándose en torno a los valores nacionales y populares de la mejor historia del peronismo. Y, cosa que no hizo a menudo, se disponga a la unión con la izquierda antiimperialista y otras corrientes populares en un frente unido, sin verticalismo ni burocracia, con un programa antiimperialista y latinoamericanista, de cara a las luchas y también a la disputa cultural, parlamentaria y social.

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