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Ni el bosque se salva

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Desde finales del año pasado se discute en Córdoba sobre la Ley de Bosques y la necesidad de cuidar el poco bosque nativo que queda.

Juan Schiaretti y Unión por Córdoba pretendían aprobar modificaciones a la Ley de Bosques que achicaban aún más las ya de por si pequeñas zonas rojas (actualmente en la Provincia sólo el 3% del territorio es bosque nativo). ¿Qué se pretendía? Más desmonte para trasladar allí la ganadería y en última instancia dejar más hectáreas para la soja. Lo quiso hacer de la manera que saben ellos, con legisladores que tienen el brazo de yeso, a las apuradas y convocando a la audiencia pública (que es obligatoria según la ley) en Villa María de Río Seco, a 175 kilómetros de la capital. Esa pequeña localidad esperaba la audiencia con vallas y guardia de infantería, sin embargo, la misma fue suspendida a raíz del amparo de organizaciones ambientalistas, políticas y sociales.

Gracias a la movilización popular y el apoyo de artistas como Doña Jovita, Raly Barrionuevo y Piñón Fijo se frenó momentáneamente la modificación.

La Sociedad Rural y las entidades agrarias, interesadas en esa reforma, se dieron el lujo de decir que “está muy linda la naturaleza, pero hay que comer”. ¡Tienen la cara de piedra! En Argentina se producen alimentos para 400 millones de personas, y siendo 42 millones de habitantes, tenemos niños con desnutrición y un 34% de población en la pobreza. Para esos empresarios, “comer” es “engordar sus cuentas bancarias”, como bien les dijo Raly Barrionuevo, pues se han llevado ganancias extraordinarias a costa de los habitantes de nuestra provincia.

El desmonte y el modelo de producción del agro-business, implica el desplazamiento forzoso de comunidades enteras, el robo de la tierra campesina y la destrucción de economías regionales de las cuales dependen poblaciones enteras. Al sojero que utiliza trabajo semi-esclavo y golondrina, que no paga impuestos ni retenciones y especula con los precios del mercado internacional, eso no le importa. Además, ese desmonte indiscriminado no sólo afecta a las comunidades y los campesinos, sino que se lleva puesto al bosque, con su fauna y flora autóctona. Y tiene consecuencias climáticas, como las inundaciones recientes en Santa Fe y el sur de Córdoba.

Es que la tierra sembrada de soja no tiene la misma capacidad de absorción del agua que la tierra del bosque, y a la primera lluvia colapsa. Los desastres naturales de los últimos años y las temperaturas record en verano no son consecuencia de un designio divino ni un cambio climático “caprichoso”, son consecuencia de un modelo consumista e irrespetuoso de la naturaleza.

Este modelo de producción tan defendido por sojeros y terratenientes, favorecido por gobiernos como el de De la Sota y Schiaretti (que desde 1999 gobiernan la provincia) y ligado a los monopolios extranjeros y el capital agroindustrial es inviable social y ambientalmente.

Luchar contra la modificación de esta ley, así como cuando se venció a Monsanto en Malvinas Argentinas, es luchar contra la maldita oligarquía, contra los terratenientes, los sojeros y los monopolios.

Esta lucha se liga también con la lucha de los pueblos originarios por su tierra y sus derechos, pues en Córdoba los comechingones ven peligrar su comunidad y en el sur y norte del país mapuches y guaraníes son reprimidos por el gobierno nacional y los gobiernos provinciales. Esta lucha popular se debe enmarcar en un programa que no sólo exija el reconocimiento de esos territorios ancestrales y en respeto por la fauna y la flora autóctona, sino que también exija la expropiación de terratenientes y la quita de beneficios extraordinarios a sojeros y mineras. El pueblo argentino vencerá sólo si empuña un programa popular, antimonopólico y antiimperialista.

 

RENÉ VÉLEZ

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