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La crisis argentina tiene un final abierto

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NOTAS POLÍTICAS

            La crisis es cada vez más grave. Incluso cuando algún índice económico tiene una leve mejoría seguro que es porque otro empeoró. Es el caso de la pobreza, que bajó dos puntos, pero porque muchos pobres bajaron un peldaño más, hacia la indigencia. Los dos puntos menos de pobreza ahora son dos más de gente que pasa hambre…

            La inflación sigue alta, en septiembre 6,2 y todos los pronósticos hablan de casi 100 por ciento anual. El 60 por ciento dibujado por Sergio Massa en el proyecto de Presupuesto Nacional 2023 está tan lejos de la realidad como el de Martín Guzmán para el año en curso, del 33.

            La inflación la generan y aprovechan los monopolios formadores de precios y la pagan los que perciben ingresos fijos en pesos, los de paritarias atrasadas y sobre todo los trabajadores informales sin paritarias.

            Encima el compromiso de Massa con el cogobernante FMI es hacer más ajustes en el gasto público, para cumplir las metas comprometidas de bajar el déficit fiscal a 1,9 del PBI el año que viene. Por eso la mayoría de las partidas del presupuesto están por debajo de lo necesario y abajo de lo “gastado” (o sea invertido) este año por el Estado: en números absolutos o bien porque crezcan debajo de la inflación prevista, que además está subestimada respecto a la que se espera. Claro que la partida presupuestaria de pago de la deuda externa, de 17.000 millones de dólares en 2023, esa no se toca y explica en buena medida los demás recortes.

            El PBI este año crecerá el 4 por ciento y en 2023 el 2, la mitad. Eso en el marco de sombríos pronósticos del Panorama Económico Mundial del FMI, divulgado antes de su asamblea anual en Washington. Allí está Massa como un fiel discípulo, que recibió algunos elogios de Kristalina Georgieva que también conllevaban advertencias. La directora gerente destacó el compromiso del gobierno argentino por cumplir con el programa acordado y elogió la vocación del equipo económico de tomarse muy en serio la necesidad de controlar la inflación. Un elogio y un apriete. No da puntadas sin hilo…

            La crisis económica navega viento en popa hacia el naufragio y una crisis terminal. No se ve luz al final del túnel. Es la luz de un tren que viene a atropellarnos a toda velocidad.

NI UNO NI OTRO

            Por el lado del gobierno, a dos años y diez meses de gestión, no caben esperar mejoras de fondo. Ni ha puesto hasta hoy los parches prometidos de IFE 5 o Ingreso Básico Universal, ni la suma fija pedida por varios gremios. Alberto Fernández y Massa son autores del ajuste. También lo es Cristina, aunque muchas veces hace silencio. “El que calla, otorga”, dice el refrán. Por eso el Frente de Todos ni siquiera hace demagogia con promesas de campaña, estando tan fresco que defraudó al votante de 2019.  No fueron capaces de festejar juntos el “Día de la Lealtad”, el 17 de octubre, partidos en 4.

            El macrismo tampoco debe generar expectativas populares.

            En su gobierno no quedó ajuste por hacer, despidiendo empleados, achicando el Estado, modificando el cálculo de jubilados, reprimiendo, cerrando 25.000 Pymes, endeudando el país en 45.000 millones de dólares con el FMI y entregando más las Malvinas.

            Como si eso fuera poco, los precandidatos de Juntos por el Cambio vienen blanqueando su programa si vuelven al gobierno. Bullrich dice que tiene listos 300 decretos que empiezan con “Derógase” tal o cual conquista. Ahora planteó usar el ejército para reprimir la lucha de los mapuches, o sea violando la ley de Seguridad Interior que veda la intervención militar en asuntos internos. Macri en su libro “Para qué” habla de privatizar Aerolíneas y cerrar Télam y la Televisión pública, y efectuar un ajuste mucho más veloz que el de 2015, usando también más represión policial. Se podría seguir ilustrando esta receta semifascista con las declaraciones similares de Rodríguez Larreta, Gerardo Morales, Vidal, Losada, etc, sobre reforma laboral, jubilatoria, etc, realimentadas por el coro de periodistas infames de Clarín, La Nación, TN, Desinfobae, América, etc.

            Estos políticos derechosos burgueses y sus medios acólitos actúan en banda con la capa superior del Poder Judicial, y sintonizan la onda de los monopolios empresariales y financieros. La militancia revolucionaria tiene una ardua y compleja obra a realizar: tiene que barrer toda esta basura. Toda. Se deberá priorizar etapas y por dónde empezar, pero no habrá Pan, Trabajo, Soberanía, Democracia, Tierra y Poder Popular sin librarnos de aquellos oligarcas e imperialistas

            Las necesidades básicas insatisfechas son lo primero a atender. Y la militancia revolucionaria debe estar al lado de los trabajadores, desocupados, piqueteros, pueblos originarios, cooperativistas y demás sectores populares. Sólo con la lucha se pueden conseguir cosas importantes. Además la militancia no es tal sino está vinculada en forma estrecha a las masas populares: sería un devaneo intelectual apenas.

            Todos debemos aprender y hacer más. La militancia debe estar más ligada a la actividad de los trabajadores y humildes. Y la masa de éstos, además de preocuparse de parar la olla y tener lo imprescindible para vivir, debe politizarse y preocuparse por las grandes cuestiones políticas. La política no es una mala palabra. San Martín aparte de militar era político. Los patriotas de la Primera Independencia eran políticos. Los de la Generación del ‘70 que dieron sus vidas contra la dictadura, también eran políticos.

            Hay que preocuparse del plato de comida pero también de la política y el país. De lo contrario se pueden comer el posible verso del Frente de Todos de que hará una “rectificación”. O peor aún, podrían votar al macrismo, como si se pudiera olvidar el horrible daño que hizo. E incluso ver con simpatía al neofascismo de Milei y Espert, siendo esta extrema derecha más vieja que la gripe española. Eso sería actuar como analfabetos políticos y pegarse otra vez un tiro en el pie o, peor aún, en la cabeza.  

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