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Editorial

¿Hacia dónde vamos en 2019?

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Se termina un año horroroso desde lo material, político, cultural y hasta ideológico. No es necesario puntualizar todos y cada uno de esos ítems porque el pueblo lo ha sentido en carne propia y los militantes de la izquierda revolucionaria somos parte de ese colectivo.

No se trata de un destino maldito reservado no se sabe por quién a los argentinos. Es la consecuencia de sufrir por tercer año consecutivo la acción depredadora y criminal de un gobierno al servicio de los monopolios, banqueros e imperialistas. Macri y los suyos no sólo están identificados políticamente con ese libreto, sino que también ganan personalmente millones de dólares con el brutal ajuste para el 90 por ciento de los argentinos. No son solamente coincidencias neoliberales las suyas sino también, y en forma decisiva, la condición de clase oligarca que los caracteriza desde la cuna hasta los cementerios privados.

Esos privilegiados no habían logrado nunca acceder al gobierno por el voto popular, ajustado pero mayoritario, de modo que ahora están explotando esa ocasión como nunca antes. Para ellos es ahora o nunca.

Si la causa principal de nuestros pesares es este gobierno de plutócratas o ricos, es obvio que quienes los votaron en 2015 y en 2017 deberían hacer un mea culpa, al menos los sectores populares que fueron engañados con “pobreza cero” y otras mentiras. Vale al respecto el consejo del Che Guevara respecto al imperialismo: no tenerle ninguna confianza, “ni un tantico así”, decía, juntando índice con pulgar.

Sin embargo, así como esos sectores populares engañados tienen que reflexionar sobre el error cometido, los militantes populares también debemos un análisis autocrítico. También se han cometido muchos errores y en algunos casos se siguen cometiendo. No se pueden derivar todas las culpas a los votantes de Macri y llamarlos “globoludos”. Algo hizo mal la militancia popular en 2015 y en algunos casos lo sigue haciendo hoy. Y hay que rectificar antes que sea demasiado tarde.

Por ejemplo, se llegó en 2015 a las elecciones sin poner al pueblo trabajador en la calle en los meses previos, dispuestos a ganar determinadas batallas políticas antes que judiciales. Por caso con la ley de servicios de comunicación audiovisuales. Había una resignación de que Clarín había ganado de hecho esa partida.

Y hoy se reitera ese punto de vista posibilista y legalista, sobre todo político, sobre la supuesta imposibilidad de ganar una batalla al monopolio Clarín, a los banqueros que la llevan en pala, al Fondo Monetario que está haciendo de Argentina una semicolonia, etc.

Cuando uno no se atreve a dar una batalla antiimperialista es porque está derrotado de antemano. Son las peores derrotas.

Ese panorama se reitera en parte hoy. En la previa a los comicios, para los que faltan todavía diez meses, no hay desplegado un programa combativo, anti Patria Financiera, una declaración de guerra contra el FMI y un llamado a embestir esta vez triunfalmente en el campamento de Clarín.

Hay sí muchas manifestaciones de protesta contra el ajuste, por parte de trabajadores, desocupados, trabajadores informales, estudiantes, vecinos, pueblos originarios, etc. Esa lucha viene de abajo, tal su monumental mérito, pero la mayoría de las organizaciones burocratizadas de la CGT y de la dirigencia opositora tipo PJ, massismo, e incluso el kirchnerismo, no las empujan con un sentido político y de aspiración de poder. La tienen como una apoyatura para sus campañas políticas centradas en lo electoral. Esos dirigentes tienen todas sus fichas apostadas a las elecciones para octubre y noviembre de 2019.

COMETEN UN TRIPLE ERROR

Primero: hay que cazar el oso, antes de disponer de su piel. Y el macrismo está herido, pero no muerto. Es necesario impulsar los paros, puebladas y Argentinazo para acabar con el macrismo.

Segundo: si esa lucha no alcanza a echarlo a Macri, al menos va a debilitarlo, dividir su coalición y sacarle buena parte del electorado no reaccionario. De esta manera, si al final el resultado es electoral, el gobierno que asuma en diciembre de 2019 tendrá un panorama un poco menos tétrico que el que dejaría Cambiemos endeudando y reprimiendo con ferocidad hasta el último día.

Tercero, en las luchas de estos meses inmediatos, se podrán comprobar las cualidades y defectos de quienes aspiren a ser candidatos presidenciales de la oposición. Se verá si acompañan o no a los trabajadores y cuestionan o no a los traidores de la CGT que pinchan la lucha. Se verá si proponen revisar y no pagar toda la deuda tal como la deja Macri. Se sabrá si toman compromisos con los de abajo y el medio, o lo hacen con la UIA y las corporaciones de la gran patronal.

De esta manera se podrá evitar comerse otro sapo como lo fue Daniel Scioli en 2015, quien ahora quiere repetir su candidatura. Lamentablemente hay muchas personas que con el verso de la “unidad” contra Macri están ampliando sus tráqueas para tratar que pasen por ese conducto sapos enormes, como el mencionado Scioli, Massa, Schiaretti, Pichetto, Urtubey y Lavagna.

Está a punto de comenzar el año nuevo. Que no se vuelvan a cometer los mismos errores que nos llevaron a esta crisis tan dolorosa. Y que no se le echen todas las culpas a los demás.

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