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Ganó Putin, se fortalece Rusia y el orden multipolar

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Hubo elecciones en la Federación Rusa y ganó Vladimir Putin. Con nuevo mandato gobernará hasta 2024. Su gobierno está opuesto a Washington y sus aliados. Esa victoria es una buena noticia para el mundo multipolar.

por EMILIO MARIN – Fuente: “La Arena”

Para la anticomunista prosa occidental de AP, Reuters y otras agencias, Vladimir Putin es un “zar” aunque no sea de una casa real y haya llegado al Kremlin mediante el voto popular en elecciones mucho más limpias que los estercoleros de los colegios electorales de La Florida y las mafias de tantas democracias capitalistas.
El ruso gobernó entre 2000 y 2008, cuando dejó lugar a Dmitri Medvéded por respetar una ley que impedía otra reelección. Entonces siguió como primer ministro hasta que en 2012 fue nuevamente candidato presidencial y ganó con el 65 por ciento de los votos un mandato de seis años. Tenía entonces 59 años de edad y le fue muy bien en su administración, mejorando la situación económica de buena parte de los rusos y el estado de sus empresas. También, y muy especialmente, tuvo influencia en esos buenos resultados electorales, que los rusos valoraran su gestión de firmeza ante Estados Unidos, sus socios europeos y la OTAN.
Ese sentimiento de la “Madre Rusia”, era muy arraigado históricamente y en mayor grado tras la degradación del país en los años ’90, cuando presidentes como Boris Yeltsin fueron vasallos de las potencias occidentales. Los rusos sintieron en esos años que los habían maltratado como semicolonia. Se sintieron heridos en política y también vulnerados por la pérdida de muchas conquistas de la era soviética. De allí el éxito putinista en 2000 y 2012.

VEINTICINCO AL HILO
En los comicios del 18 de marzo emergió otra vez el ruso como gran ganador, por abrumadora diferencia. Obtuvo el 75,6 por ciento de los votos, diez puntos más que en 2012. Llegó en segundo lugar, pero muy lejos, el candidato del Partido Comunista, Pável Grudinin, con el 13,4 por ciento. Más atrás quedaron Vladimir Zhirinovski, del ultraderechista Partido Liberal Democrático, con 6,3, y Ksenia Sobchak, liberal, 2,5.
Aunque en Rusia las elecciones no son obligatorias, la concurrencia fue bastante alta, superando el 60 por ciento del padrón. Se desarrollaron con total normalidad, siendo monitoreadas por observadores internacionales. Entre ellos estuvo el diputado nacional Juan F. Brugge, vicepresidente del Partido Demócrata Cristiano, de la bancada Córdoba Federal, quien declaró que las elecciones habían sido transparentes y no tenía nada que objetar.
Si Putin completa su mandato de seis años habrá gobernado, hasta fines de 2014, casi veinticinco años. Por eso, no contentos con difamarlo como “zar”, aquellas agencias internacionales y diarios del país lo compararon con “el dictador Josif Stalin”, caso de la corresponsal de “La Nación”, Luisa Corradini, a la hora de informar sobre las elecciones. Era una mentira a dos bandas, para difamar a Putin y al gran vencedor de la Segunda Guerra Mundial, quien libró a la humanidad de la catástrofe del nazismo.
El domingo, cuando la victoria era una certeza, miles de personas llegaron hasta la plaza Manezh a escuchar al mandatario. Hacía 12 grados bajo cero pero el entusiasmo los superaba. Las mencionadas agencias deben haber pensado que era una turba, mezcla de borrachos y apparatchikis (aparatos o agentes) de la KGB de la que alguna vez Putin fue director. No podían creer que fueran rusos festejando un triunfo, en vísperas del Mundial de Fútbol que comenzará en junio, cuando esperan repetir el festejo. En ese caso habrá muchos, comenzando por el equipo de Lionel Messi, que querrán frustrarlo y armar el propio. Ojalá se dé.

 

PROVOCACIONES BARATAS
El último intento de arruinar la inminente victoria electoral de Putin corrió por cuenta del británico servicio de espionaje exterior MI6, articulado con su gemelo MI5, del espionaje interior. El 12 de marzo la primera ministra Theresa May dio 36 horas de plazo a Rusia para contestar la gravísima acusación, hecha sin mayores pruebas, de que era la responsable del envenenamiento de un ex espía ruso Serguéi Skripal y su hija Yulia. Ambos habían sido hallados desvanecidos, sentados en una plaza, en una localidad inglesa del sur, Salisbury.
La acusación fue directa a Putin, del canciller Boris Johnson, por supuesto autor mediato de ese hecho mediante el uso de la sustancia Novichok, que supondría “el primer uso ofensivo de un agente nervioso en Europa desde la Segunda Guerra Mundial”. Primero y fundamental, deberían dar pruebas para semejante acusación. Y segundo, ¿ “primer uso” desde 1945? ¡Cuánta hipocresía! Los que utilizaron armas químicas en Irak, Afganistán, Libia y Siria, ahora se hacen los inocentes respetuosos de la ley.
El canciller ruso Serguei Lavrov contestó el disparate, denunciando que Londres no había respetado la “Convención para la Prohibición de Armas Químicas”, porque su protocolo exige la entrega al país acusado de una prueba del elemento utilizado, para su análisis y posterior respuesta. A Moscú la acusaron pero no le dieron forma legal y científica de defenderse.
La afirmación británica fue que el gas utilizado era de procedencia militar rusa y Moscú debía hacerse cargo, además de informar a Londres cómo había logrado introducirlo en el país.
En esos días previos al comicio un ministro inglés deslizaba la posibilidad cierta de un boicot completo al Mundial de Fútbol, lo que por suerte no sucederá sino que habrá represalias de menor nivel, como que la familia real no viaje en esa ocasión a Moscú. El torneo, muy agradecido…

FIRMEZA RUSA
La provocación británica fue alevosa. Su ultimátum de 36 horas expiró sin que los acusados la tomaran en serio y May dio otro paso, al expulsar a 23 diplomáticos rusos de su embajada londinense, con una semana de plazo para tomar el avión.
Lavrov anticipó que Rusia haría lo propio con diplomáticos ingleses en la hoy fría capital rusa, aunque todavía no se efectivizó.
La postura imperial inglesa fue respaldada por una declaración de aliados como Donald Trump, Emmanuel Macron y Angela Merkel, quienes apoyaron a May diciendo que el incidente “viola claramente los términos del acuerdo sobre las armas químicas y el derecho internacional, y amenaza la seguridad de todos nosotros”.
Ante la firmeza del Kremlin, el gobierno conservador inglés amagó con dos tipos de sanciones. Por un lado el ente regulador de medios ingleses podría retirarle la licencia de emisión a Russia Today (RT). Desde Moscú replicaron que en ese caso “ningún reportero británico trabajaría en Rusia”. Por otro lado Londres confirmó que la familia real y las autoridades del gobierno boicotearían la cita futbolística en Moscú, lo que dio pie a los afectados para insistir en que estaban ante una provocación que quería arruinarles el Mundial, en cuya organización habían vencido justamente al Reino Unido en la puja dentro de FIFA.
Respecto a que las acusaciones británicas han sido erráticas y endebles, tal como argumentó Moscú, en la columna de Marcelo Cantelmi, Clarín del 16 de marzo, titulada “Londres versus Moscú, trasfondos oscuros de una novela de espías”, se puede leer: “aún no queda claro qué es lo que sucedió ni tampoco el alcance de las responsabilidades (…) sorprendió que Londres primero dijera que Skripal fue envenenado con fentanyl, un opiáceo sintético más poderoso que la heroína. Y luego se señalara que, en realidad, se trató de un gas nervioso como sarín o Vx para finalmente concluir que era el temible “novichok” soviético. Todo ello pese a la participación de la altamente sofisticada estructura del laboratorio de Porton Down”. En otras palabras, fue una opereta…

MUNDO MULTIPOLAR
La victoria de Putin debe ser bienvenida por quienes creen que lo mejor para el mundo es un orden multipolar y no uno manejado rígidamente desde Washington con la valija nuclear en manos del tarado Trump.
Rusia tuvo una influencia positiva en enfrentar las bases de misiles y escudo antimisiles norteamericanos en Polonia y República Checa, recuperó Crimea para la Federación Rusa en 2014 y puso coto a la Ucrania agresivamente pro OTAN; puso límites a la agresión norteamericana en Siria, dando ayuda al gobierno de Al Assad junto con Irán; consolidó su alianza con la China de Xi Jinping en la región Asia-Pacífico; dio una mano a la República Bolivariana de Venezuela ante las agresiones de Washington; mantuvo su compromiso con el no alineado BRICS, de Brasil, China, India y Sudáfrica; junto con Beijing hizo fuerza contra el plan de agresión yanqui contra Corea del Norte; con Irán y Venezuela defendió los precios del petróleo y el gas, utilizando esos recursos para mejorar el nivel de vida de los rusos.
En suma, el producto bruto per cápita de los rusos era de 1.300 dólares en los ’90 y aumentó a 16.000 en la actualidad. Debe ser por eso, entre otras razones, que tuvo el 75,6 por ciento de los votos, además de su posición nacional que resguardó el orgullo ruso, la otra gran razón del triunfo.
Para los argentinos y en general habitantes del Tercer Mundo, esa victoria fue una muy buena noticia porque reafirma el avance hacia un mundo más multipolar, diferente al retroceso unipolar que quiere imponer un magnate delirante armado hasta los dientes.

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