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Fallo de la causa Esma por vuelos de la muerte

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En la Carta Abierta de un Escritor a la Junta Militar, Rodolfo Walsh, decía en 1977: […]”Veinticinco cuerpos mutilados afloraron entre marzo y octubre de 1976 en las costas uruguayas, pequeña parte quizás del cargamento de torturados hasta la muerte en la Escuela de Mecánica de la Armada, fondeados en el Río de la Plata, en buques de esa fuerza incluyendo el chico de 15 años, Floreal Avellaneda, atado de pies y manos, con lastimaduras en la región anal y fracturas visibles, según su autopsia”.

Ya en democracia, la lucha de los organismos de DD HH con el acompañamiento de partidos políticos como el PL y otros, llevaron adelante una valiente lucha por Memoria, Verdad y Justicia. Así se fue conociendo la siniestra trama de los militares y sus cómplices civiles: desapariciones, robos de bebés nacidos en cautiverio, torturas y “vuelos de la muerte”.

En el libro “El Vuelo” de Horacio Verbistsky narra su entrevista con el exrepresor de la ESMA, Adolfo Scilingo. Este afirma: “los vuelos fueron comunicados oficialmente por Mendía (vicealmirante de la Armada) pocos días después del golpe militar.  Explicó que en la Armada no se fusilarían subversivos ya que no se quería tener los problemas sufridos por Franco en España y por Pinochet en Chile. Tampoco se podía ir en contra del Papa. Ante las dudas de algunos marinos, aclaró “que se tiraría a los subversivos en pleno vuelo”. Scilingo afirmó que ese procedimiento costó la vida de 4.400 personas y dependía directamente de almirante Emilio Massera pero que la Armada en su conjunto estaba involucrada en los vuelos de la muerte. No eran una medida aislada ni realizada por una banda dentro de la fuerza, sino por la fuerza como tal con todo el aval institucional.

La información suministrada por Scilingo no fue la única que permitió reconstruir los Vuelos de la Muerte, a pesar de los pactos de silencio de los involucrados. En noviembre de 2004 el Equipo Argentino de Antropología Forense descubrió que los restos de una persona enterrada como NN en el cementerio de General Lavalle, correspondía a un desaparecido durante la dictadura. Al revisar los registros del cementerio, descubrieron que esa persona y otras cinco habían sido encontradas en las playas entre los días 20 y 29 de diciembre de 1977. Al exhumar los cuerpos se pudo establecer que se trataba de los restos de las Madres de Plaza de Mayo Esther Ballestrino, María Eugenia Ponce y Azucena Villaflor, Angela Auad (militante de Vanguardia Comunista, actual Partido de la Liberación) y la monja francesa Leónie Duquet, secuestradas entre el 8 y 10 de diciembre en la iglesia de la Santa Cruz. En rigor la primera hallada fue la camarada Auad, pero demoraron años en identificarla porque escribían su nombre Aguad, Ahuad y Aguat. Ella sirvió de pista para identificar a las demás víctimas.

En 2005 la Fuerza Aérea Uruguaya, reconoció que se realizaban Vuelos de la Muerte en combinación con las Fuerzas Armadas argentinas en el marco de la Operación Cóndor. En 2015 Javier Penino Viña, hijo de desaparecidos y nacido en la ESMA, denunció que su apropiador, el ex capitán de navío Jorge Vildoza, le había contado cómo eran los vuelos, en los que él era uno de los pilotos: “La idea era que ser tirados del avión vivos, aunque dormidos, era una forma humana y cristiana de llevar a cabo la ejecución”, apuntando que era una decisión tomada en el más alto nivel del gobierno militar por recomendación de la Iglesia Católica.

El 30/11, después de 5 años de audiencias de la megacausa ESMA, la justicia condenó por primera vez a los responsables de los Vuelos de la Muerte. Con 54 imputados por los delitos cometidos contra 789 víctimas, determinó cadena perpetua para 29 implicados, entre ellos Alfredo Astiz (entregador de los secuestrados en la iglesia de la Santa Cruz) y Jorge “el Tigre” Acosta, ya condenados por otras causas. Las sentencias más significativas fueron contra Mario Daniel Arru, Alejandro D´Agostino, Francisco Armando Di Paola y Gonzalo Torres de Tolosa, condenados a perpetua por su responsabilidad material.

En la lectura de la sentencia, los familiares de los genocidas aplaudieron la llegada de Alfredo Astiz, que ingresó con el libro “Mentirás tus muertos” en la mano, mientras que los familiares de las víctimas le gritaban ¡Asesino! Un genocida como Astiz afirma que los organismos de DD HH sólo quieren venganza y que él jamás va a pedir perdón. Y los familiares y los militantes exigen Verdad y Justicia y cárcel común, perpetua y efectiva para que no haya un solo genocida libre.

Ese reclamo hay que sostenerlo en las calles cuando el régimen macrista intenta imponer la teoría de los dos demonios y la reconciliación, la prisión domiciliaria a los genocidas y la revisión de los juicios.

 

ELENA RIVERO

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