SÍGANOS EN

Vidas y Luchas de VC - Tomo 1

4. El ejemplo revolucionario de Roberto Cristina*

Publicado

el


*Este artículo fue publicado como folleto por el Partido de la Liberación en agosto de 1986.

Hoy lo reeditamos prácticamente sin hacerle modificaciones en su texto, pues a pesar de los diecisiete años transcurridos, conserva en lo esencial su justeza.

Sí hemos introducido notas complementarias al texto original para puntualizar por esa vía ciertos aspectos, actualizar otros y rectificar alguna conclusión que la práctica posterior a 1986 mostró como parcial. En su primera edición de 1986, el camarada Ortiz firmó como Diego Zapata bajo el título de “Aprender del ejemplo revolucionario de Roberto Cristina”.

POR QUÉ LO RECORDAMOS Y CON QUÉ
PUNTO DE VISTA LO HOMENAJEAMOS

El Partido de la Liberación (PL), como parte de sus cualidades revolucionarias, tiene por principio recordar y evocar a sus propios mártires y a todos los mártires populares, con el doble objetivo de aprender de sus ejemplos y ratificar que las banderas que ellos alzaron siguen flameando en nuestras manos.

El nuestro es un Partido todavía pequeño por su tamaño, pero con una lista de varias decenas de mártires, la mayor parte de ellos por la represión de la dictadura militar de 1976-1983. Esto no fue una casualidad. La oligarquía y el imperialismo quisieron castigar una militancia consecuente por la liberación nacional y social.

En este sentido, la lista de compañeros detenidos-desaparecidos viene a confirmar que el PL tiene una tradición revolucionaria. 

En dicha lista sobresale Roberto Luis Cristina, secretario general del Partido Comunista (marxista-leninista), ex Vanguardia Comunista, al momento de su secuestro en Capital Federal el 15 de agosto de 1978, a manos de grupos de tareas del Primer Cuerpo de Ejército.

Sentimos emoción y orgullo al reivindicar a nuestros compañeros, así como a los treinta mil detenidos-desaparecidos que la dictadura fascista nos impuso a sangre y fuego. El terrorismo de Estado hizo todo eso al servicio de garantizar “la paz de los cementerios” demandada por el plan económico de los monopolios, o sea el plan de José Alfredo Martínez de Hoz.

Por eso, al evocar a Roberto Cristina y nuestros camaradas, rendimos también homenaje a todos los militantes del campo popular represaliados por el fascismo. Nos referimos, por ejemplo, a Reneé Salamanca, Dardo Cabo, Mario Abel Amaya, Mario Roberto Santucho, Jorge Di Pascuale, Azucena Villaflor de Devicenti, Domingo Menna, Norma Arrostito, Marcos Osatinsky, Leandro Fote, Rodolfo Walsh, Ana Villarreal de Santucho, René Haidar, Lucía Molina y muchos más. 

A los militantes populares no los evocamos sólo como mártires sino, fundamentalmente, como revolucionarios. Es decir, rescatamos sus ejemplos, sus ideas, su militancia y su proyecto político de una Argentina liberada camino al socialismo. Por ella lucharon y cayeron. 

En los años nefastos del “Proceso”, cuando a alguien se lo secuestraba, era común escuchar “Y, en algo andaría”. Algunos familiares, frente a la terrible presión, decían “Mi hijo no andaba en nada”. Nuestro Partido, ya sostenía en esa época y lo reitera ahora, que sí, que efectivamente nuestros militantes “andaban en algo”. Andaban en la militancia revolucionaria, en la lucha contra la dictadura más feroz y entreguista de nuestra historia. 

Eran revolucionarios y “andaban” en la revolución. Fueron camadas de dirigentes y activistas, en su mayoría jóvenes o de mediana edad, que podríamos llamar la “Generación del Cordobazo”. Compañeros y compañeras que al calor de los levantamientos obreros y populares de aquellos años, decidieron dar todo de sí por derribar el viejo modelo de los monopolios y la represión, para alumbrar una nueva Argentina. 

Los años de derrota, reflujo y abatimiento que vinieron luego del ´76 y el golpe de Estado, trajeron la duda, el escepticismo y en muchos casos, la ruptura con esa “Generación del ´70”. Se impuso un balance derechista, liquidador y burgués de esa experiencia y de esos hombres. Se dijo que todo eso había sido un “delirio” y una “aventura”. Que no había servido “para nada”. Que había sido un “error tras error”.

Demás está decir que quienes así opinaron estaban sembrando el camino para su ingreso a la política burguesa y reformista, en cualquiera de sus expresiones: peronismo, radicalismo, centroizquierda -Partido Intransigente- etc.

Nuestro Partido de la Liberación, en cambio, reivindica plenamente los ideales y actividad militante de esa generación, en particular lo hecho por el dirigente partidario que hoy evocamos. Naturalmente, ello no significa negar que se cometieron errores, pero hay que situarlos en su justo y secundario lugar. 

Al evocar a los compañeros sentimos un profundo dolor. Pero ellos nos enseñaron a transformar ese dolor en bronca hacia los verdugos del pueblo y convertir ese sentimiento en fuerza de combate. Por eso hoy, como consigna de nuestro homenaje, decimos: Han caído revolucionarios. ¡Viva la Revolución!

ROBERTO CRISTINA
Y EL PARTIDO DEL PROLETARIADO

El 5 de abril de 1965 Roberto Luis Cristina y un grupo de algo más de una docena de militantes fundaron Vanguardia Comunista. (1)

Esa justa decisión política tenía factores nacionales e internacionales que le daban razón de ser. 

Los factores internacionales eran la victoria de la Revolución Cubana en el ´59 y el aplastamiento de los gusanos proyanquis en el ´61; la apertura de una intensa polémica en el seno del movimiento comunista internacional al comienzo de los ´60 entre posiciones reformistas y revolucionarias; las agresiones yanquis al pueblo de Vietnam en1964, y las respectivas resistencias populares.

El marco nacional determinó el nacimiento de V.C. 

El movimiento obrero se agitaba en esos años con conflictos importantes, desde la ocupación del frigorífico Lisandro de la Torre hasta las ocupaciones de fábrica del ´64, sin pasar por alto el sentido pro-golpista con que la dirigencia vandorista de la CGT votó ese plan de lucha. 

El régimen democrático burgués venía quebrantándose. Los dirigentes del peronismo no protestaron demasiado ante la anulación de su victoria electoral en la provincia de Buenos Aires en el ´62. El radicalismo triunfó en el ´63 en base a la proscripción del peronismo y apenas el 25 por ciento de los votos para Arturo Illia.

Las fuerzas oligárquicas y pro-imperialistas, en especial sus operadores militares, se agitaban en pugnas internas, como la de “azules” contra “colorados”. Así aumentaban una presión golpista que se concretaría el 28 de junio del ´66 con el cuartelazo del general Juan Carlos Onganía. 

En esas condiciones políticas, Roberto y sus camaradas fundaron Vanguardia Comunista como embrión del partido revolucionario del proletariado argentino. Como la base para un Estado Mayor dirigente, al servicio de la revolución nacional, democrática y popular en tránsito ininterrumpido hacia el socialismo y el comunismo.

¿Acaso no existía el Partido Comunista Argentino?. ¿Por qué había que fundar otro partido?.

Sí, claro que existía el PCA, fundado el 6 de enero de 1918 con el nombre de Partido Socialista Internacional y que en la década del ´30 había realizado grandes contribuciones a la lucha proletaria y democrática. Pero la conducción “codovillista”, revisionista, lo llevó a enfrentarse con las masas obreras peronistas y estar en la “vereda de enfrente” de éstas el 17 de octubre del ´45. El PC calificó a ese movimiento de masas como “lumpen policial” y al peronismo como “nazifascista”. Así marchitó las esperanzas de hacer del PCA un destacamento revolucionario.

Roberto Cristina, al fundar VC se propuso rescatar todo lo que había de rescatable en la historia del comunismo en la Argentina. 

Pero fue inflexible en tres críticas esenciales al PCA. 

Primero, porque ese partido había devenido en reformista, carente de toda vocación de lucha por un nuevo poder. Se había convertido en furgón de cola de uno u otro proyecto burgués “progresista” tal como sucedió con el gobierno de Arturo Frondizi, que entregó el petróleo y llenó las cárceles de presos políticos con el plan Conintes. 

Segundo, porque ese PCA tenía una historia de divorcio con las masas obreras peronistas, es decir, fuertes rasgos gorilas, aunque se la intentara disimular con una historia inexistente. Aún hoy el PCA quiere vender la imagen que desde su XI Congreso de 1946 siempre tuvo una relación de “unidad y lucha” con el peronismo. 

Tercero, porque ese partido no relacionaba de modo vivo y acertado el marxismo-leninismo a la realidad concreta de la Argentina. Tenía una actitud seguidista y dogmática hacia la Unión Soviética. Esto se agravó notablemente cuando Victorio Codovilla, Rodolfo Ghiodi y Arnedo Alvarez hicieron suyas las tesis revisionistas de Nikita Kruschov del XX Congreso del PCUS en 1956.

La vida mostró que la verdad estaba de parte de Roberto Cristina. Lo decimos sin ninguna soberbia. En el ´68 se fue del PCA la mayor parte de la Federación Juvenil Comunista a formar el PCR con planteos inicialmente revolucionarios. En la actualidad, Athos Fava, secretario general del PCA, dice que su partido abandona el “proyecto reformista” y toma uno “revolucionario”. Al margen de que esto último sea una expresión de deseos todavía no correspondida en los hechos, con esa afirmación no hace más que darle la razón a Roberto respecto a lo que era el PCA en los ´60 y ´70.

Como todos sabemos, ese partido incurrió luego en posiciones traidoras al movimiento popular. Antes y después del golpe de 1976, el PCA -con su propuesta de “convergencia cívico-militar”- buscó la unidad con el sector hegemónico de la dictadura militar, el violo-videlismo. 

Pero no sólo con el PCA polemizó VC, la naciente organización comunista. 

Ella se abrió paso a los golpes contra el populismo y las tesis de “entrar” a militar en el peronismo, con el argumento de que allí estaban “las masas”. Estas ideas, que luego hicieron suyas FAR-Montoneros, ya tenían muchos defensores en los años ´60. Es que el peronismo había tomado nuevas fuerzas con el triunfo electoral de Framini-Anglada del ´62, el frustrado Operativo Retorno de Perón en el ´64, el Plan de Lucha de la CGT, etc. 

Roberto Cristina fue unitario y flexible con los sectores antiimperialistas y combativos del peronismo, con sus bases obreras en particular. Ya en los tiempos en que militaba en el Partido Socialista Argentino de Vanguardia-PSAV, había llegado a acuerdos con los grupos combativos del peronismo como el que dirigía el obrero metalúrgico Felipe Vallese, luego secuestrado. En 1968 valoró el importante papel de la CGT de los Argentinos, conducida por Raimundo Ongaro. En la experiencia del SITRAC-SITRAM hizo lo propio con el Peronismo de Base del secretario del sindicato de Materfer, Florencio Díaz, desaparecido luego por la dictadura militar. Pero, simultáneamente, era inflexible para afirmar que la conducción del peronismo, con el general Perón al frente, era una representación burguesa, renegociadora de la dependencia, reformista, vacilante, y que en los instantes cruciales iba a capitular frente a los enemigos jurados del pueblo y la Patria.

Nunca se forjó ilusión alguna de que esa clase y esos dirigentes pudieran hacer realidad la liberación nacional. Ni tan siquiera podían asegurar el triunfo de las batallas tácticas por el salario, la democracia, contra el golpe de estado, etc.

Por eso se funda Vanguardia Comunista, de punta contra las teorías populistas que hacían furor en esos años. 

VC aparece diferenciada y enfrentada a otra variante errónea que despuntaba en aquel momento: el foquismo. Es decir, la propuesta comandista, de compañeros valiosos y revolucionarios que pretendían suplantar a las masas con su propio accionar heroico en las acciones militares.

Roberto, en cambio, fue un defensor de la acción revolucionaria de las masas en todos los terrenos, incluido el militar, como única vía hacia el nuevo poder. Por eso, cuando con el correr de los años apareció el fenómeno de los Cordobazos, situó al Partido dentro de esa experiencia para teorizar desde allí acerca de la vía argentina hacia el poder. 

Vanguardia Comunista fue inicialmente un círculo de propaganda de ideas revolucionarias, integrado mayoritariamente por estudiantes y profesionales. Ese puñado inicial de intelectuales revolucionarios marchó a fundirse con las masas, en distintos puntos del país, para organizar a esas bases y llevarlas a la lucha contra las políticas de la llamada “Revolución Argentina” comprendida en sus tres etapas de los generales Onganía, Levingston y Lanusse. 

Se verificaba así el clásico modelo leninista de que los intelectuales hacían el papel de puente entre la ideología socialista y la clase trabajadora. 

Así fue. Se generó una vasta y rica experiencia partidaria donde aprendimos a dirigir huelgas, organizar manifestaciones, recuperar sindicatos de manos de los burócratas traidores y ponernos a la cabeza de levantamientos populares como ocurrió con el segundo Cordobazo en marzo de 1971.

En ese tiempo, VC se modeló como un partido de acción revolucionaria, ligado a la clase obrera, los estatales, los universitarios, la cultura de liberación, etc.

En los años siguientes, y bajo la dirección marxista-leninista de Roberto Cristina, el Partido escribió las páginas más gloriosas de su intervención en la vida sindical. Tuvo un papel destacado –como dirigente en algunos casos o períodos- en SITRAC, SMATA de Córdoba, Rigolleau y Tensa de Bs. As., Acindar de Villa Constitución, Municipales de Roque Sáenz Peña, Ledesma de Jujuy, Empleados Públicos de Salta, IME y Transax de Córdoba, etc. 

A forjar ese Partido en lo doctrinario, político e ideológico; a construirlo en lo orgánico; a sintetizar su experiencia práctica y militante; a aprender de sus aciertos y a corregir sus errores; etc, dedicó toda su vida Roberto. Lo hizo hasta el último minuto, cuando la represión fascista del Primer Cuerpo de Ejército comandado por el genocida general Carlos G. Suárez Mason lo secuestró el 15 de agosto del ´78.

VC, el partido fundado por él, había tomado el nombre de Partido Comunista (marxista-leninista) a partir del 6 de enero de 1976, fecha de su Segundo Congreso Nacional. 

Somos continuadores y herederos de la obra emprendida por Roberto Cristina y sus camaradas, también dirigentes de nuestra organización, como Elías Semán, Jorge Montero, Rubén Kriscautzky, Víctor Voloch, etc. Todos ellos quedaron en condición de detenidos-desaparecidos en el campo de exterminio “El Vesubio” en 1978. Los evocamos en su aporte esencial de haber impulsado la lucha de clases de su época y creado la base de un partido revolucionario.

Y no sólo eso. Traemos al debate sus ideas centrales, que en muchos casos guardan notable actualidad y son útiles para que la vanguardia revolucionaria de nuestros días se rearme política y teóricamente. 

LOS PRINCIPIOS DE ROBERTO CRISTINA

Roberto nos educó en la defensa de los principios, cuya viga maestra es la base teórica marxista-leninista.

Los puntos salientes de esa doctrina inmortal son:

a) El reconocimiento de la lucha de clases como motor de avance de la sociedad y de la dictadura del proletariado como culminación de esa lucha, en tránsito hacia el socialismo y la desaparición de las clases, el comunismo. b) El rol dirigente de la clase obrera, organizada en su partido de clase, desde el cual tiene que hegemonizar al resto de los explotados y oprimidos en un vasto frente único antiimperialista y antioligárquico. c) El papel progresista de la violencia en manos de las masas, para forzar transformaciones revolucionarias en la sociedad “que lleva en sus entrañas otra nueva”. d) La definición de que la lucha por un nuevo poder popular revolucionario es la razón de ser del partido marxista-leninista. e) Ubicar todas las tareas del Partido en la definición leninista de que vivimos en la época del imperialismo y la revolución proletaria. Esa revolución demanda la unidad: “Proletarios y pueblos oprimidos del mundo, Uníos!” f) Roberto nos enseñó el internacionalismo proletario, de allí que nuestro partido participara de las marchas de solidaridad con el pueblo chileno en 1973. Antes nos había hablado de Namibia, Tanzania, Zimbawe y otros países por entonces ignotos para nosotros que se estaban liberando en Africa. Nos llevó al abrazo fraterno con los tres pueblos indochinos y a apreciar las conquistas del socialismo en China, Albania y otros países. 

Todo este legado es útil para la reflexión de las nuevas y viejas camadas de militantes de izquierda, que actuamos hoy en 1986 en un período aún no revolucionario, donde la presión burguesa y reformista empuja al abandono de los principios, a la “adecuación” de los mismos, a las “concesiones”, a poner por delante exclusivamente la táctica en detrimento de la estrategia, a aplicar líneas reformistas con la excusa de que el período no es inmediatamente revolucionario, etc.

Roberto, en cambio, estaba imbuido de un punto de vista leninista. Ese que afirma que “Sin teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario”.

LA ESTRATEGIA QUE LE DEJÓ AL PARTIDO

Armado con esos principios marxista-leninistas y siguiendo paso a paso la experiencia práctica que el Partido iba realizando, Roberto fue trazando con mano certera las características de la sociedad argentina y de la etapa pendiente de la revolución en nuestra tierra. 

El denunció la penetración imperialista, sobre todo norteamericana, que se acentuó desde el golpe del general Onganía en adelante, bajo la vigencia de la línea entreguista y pro-yanqui del ministro de Economía, Adalbert Krieger Vasena.

Esta penetración de las multinacionales, que se completaba con el comercio desigual, el acaparamiento de las mejores tierras del país para el King Ranch y la Deltec, la dependencia tecnológica, el rol estrangulador de los “préstamos” imperialistas concedidos por el FMI, el ataque a las empresas estatales (como el plan Larkin contra los ferrocarriles), etc., fue denunciado por Roberto. 

En particular, su denuncia se centró en los sectores económicos, dirigentes políticos y la camarilla de militares que integraban la red oligárquica-imperialista.

Por eso, a diferencia de Perón que convocó a “desensillar hasta que aclare”, nuestro Partido llamó a enfrentar el golpe pro-yanqui de Onganía desde el mismo 28 de junio de 1966.

Roberto nos educó en el odio a la dependencia. En que los yanquis eran la principal garra imperialista clavada en nuestra Patria y que ellos, junto con su aliada nativa, la oligarquía, eran el blanco fundamental de nuestra revolución en esta etapa de su desarrollo. 

Esta orientación estratégica sobre la identidad de los enemigos de la lucha popular fue la línea maestra a partir de la cual se orientó nuestro Partido desde su fundación en complejas situaciones.

Todas nuestras victorias, grandes o pequeñas, en la orientación de luchas de masas tuvieron que ver, directa o indirectamente, con la delimitación de ese enemigo principal. Aquellos que no comparten nuestra política, como es el caso del Partido Comunista Revolucionario, llegaron a la infamia de escribir, a propósito de los 15 años de la fundación del PCR, que nuestro partido habría sido en 1976, bajo la dirección de Roberto Cristina, furgón de cola del supuesto “golpe prorruso” de Videla. 

El análisis de las condiciones concretas de la dependencia, llevaron a Roberto a concluir que Argentina era una “neo-colonia”. Lo de “neo” quería diferenciarla de una colonia a secas y de una semicolonia, tal como fuimos de España y de Inglaterra respectivamente. Roberto insistía en que en este país “prevalecían las relaciones capitalistas de producción”. De allí la descripción de la sociedad argentina como una “neocolonia con un desarrollo capitalista dependiente”.

Estas definiciones, aún con un rasgo de unilateralidad en el peso de la dependencia, eran positivas y nos armaron con la previsión de que esa neocolonización impulsada por el régimen de Onganía traería explosiones obreras y populares. Esto efectivamente aconteció con el Cordobazo, años más tarde.

Armados con estos puntos de vista combatimos las concepciones trotskistas y neo-trotskistas, defendidas por el PST de Nahuel Moreno y otras corrientes que negaban el rol del imperialismo. Eran apologistas del capitalismo argentino y de allí derivaban el supuesto contenido socialista desde el inicio de nuestra revolución.

Dentro de la alianza oligárquico-imperialista, Roberto prestó más atención a este último término, en el período 1965-1970. A partir de los dos Cordobazos y el retroceso de los personeros directos del imperialismo, con la aparición del lanussismo y el Gran Acuerdo Nacional (G.A.N), Roberto ubicó más su lupa crítica sobre el rol de los monopolios nacionales, la gran burguesía nativa u oligarquía de inversiones múltiples. 

El análisis de la actuación de la Unión Industrial, la Sociedad Rural, los bodegueros mendocinos, los “barones” del azúcar, los criadores y ganaderos de la pampa húmeda, etc., lo llevaron a precisar su teoría sobre que la Argentina es un país capitalista dependiente. Y que dentro de las potencias imperialistas que nos oprimen, EE.UU. es el indiscutible número uno.

Para apreciarlo a grandes rasgos, digamos que el Primer Congreso Nacional del Partido (1971) fue el que enjuició a la dependencia imperialista y el Segundo Congreso (1976) el que golpeó al capitalismo dependiente. (2) 

De acuerdo con su caracterización de la sociedad como capitalista dependiente, Roberto nos dejó su teoría sobre que la marcha hacia el socialismo y el comunismo requiere en nuestro país llevar a cabo previamente una revolución nacional, democrática y popular, dirigida por la clase obrera, que debe plasmar un gobierno popular revolucionario bajo su hegemonía.

El filo revolucionario de esta estrategia ya estaba dado en el Primer Congreso Nacional de VC (1971), que decía: 

“La principal tarea de Vanguardia Comunista en la actual etapa de la vida nacional es la de movilizar, organizar y dirigir a las amplias masas de obreros, campesinos, intelectuales revolucionarios y demás patriotas, hasta la destrucción de ese poder imperialista-oligárquico y el entierro de la dominación norteamericana sobre nuestras tierras hasta la construcción del poder popular y la conquista de la Liberación Nacional y la Democracia Popular”.

Ese Congreso, realizado clandestinamente en Mar del Plata, en las resoluciones escritas y defendidas por Roberto Cristina, afirmó también con absoluta claridad que el poder oligárquico-imperialista “sólo podría demolerse por la fuerza, a través de la lucha armada popular”. 

Sobre este punto, como puede apreciarse, Roberto no transigió con la teoría reformista de las “dos vías” defendidas por la dirección del PCA. Claro que, en polémica con errores foquistas de las conducciones del PRT-ERP y Montoneros, enfatizaba el camino esbozado por los Cordobazos. Ese era el contenido que diferenciaba a la revolución, del comandismo: el protagonismo pre-insurreccional de grandes masas obreras y populares. 

Roberto fue secuestrado en 1978. No alcanzó a ver la extraordinaria victoria de los sandinistas en Nicaragüa, que quebraron el espinazo al régimen proyanqui del dictador Anastasio Somoza. Esa victoria popular, como antes la de los pueblos indochinos y africanos vinieron a confirmar las ideas estratégicas defendidas por Roberto.

Durante los primeros años de VC la forma que adquiriría esa vía revolucionaria en nuestro país tomó contornos erróneos, fruto del dogmatismo hacia la experiencia de China. Se adhirió a la teoría de la “Guerra Popular Prolongada” (GPP) con centro en las zonas rurales, aunque a diferencia de China se privilegiaban aquellas que tuvieran población de obreros rurales que laboraban en los cultivos de caña de azúcar, la madera, tabaco, yerba mate, arroz, té, vid, etc. 

La fina sensibilidad política de Roberto, que le permitía aprender rápidamente de las experiencias avanzadas de la lucha de clases, lo empujaron a revisar esa teoría de la GPP luego de los Cordobazos. 

Cuando detona el auge de las luchas obreras, Roberto advierte que tienen su epicentro en Córdoba, a la que llama “el corazón rojo de la Patria”. Y allí traslada el centro dirigente del Partido, a vivir, luchar y aprender en el terreno mismo de los acontecimientos. Es el tiempo de su intervención en las paritarias de SITRAC. De sus debates en el Cuerpo de Delegados donde se alumbró el famoso “Programa de Sitrac-Sitram”. De sus presencias en las tomas de fábrica como la del 5 de enero de 1971.

Todo este rico material sobre la vía hacia el poder está sintetizado y reelaborado en el documento titulado “Orientaciones Estratégicas” aprobado por el Comité Central de julio de 1976: 

“La insurrección armada popular exige la coordinación de tres grandes movimientos: los levantamientos en las grandes ciudades, acaudillados por el proletariado; los levantamientos en el campo encabezados por el proletariado de esas zonas; y la insurrección de una parte de las tropas”. 

Se comprenderán entonces las diferencias políticas y estratégicas que separaban a Roberto de las líneas de Mario R. Santucho y Mario E. Firmenich, por ejemplo, en vísperas del golpe de estado de 1976. 

En lo político, nuestro Partido enfrentaba al inminente golpe pro-yanqui y pro-oligárquico, en tanto el PRT-ERP y los Montoneros casi se desinteresaban del asunto. 

En lo estratégico, el camino hacia el poder en nuestro país estaba más cerca de las ideas que defendía Roberto Cristina en julio de 1976, que de la Compañía de Monte del ERP en los montes tucumanos y de los operativos de patrullas urbanas de Montoneros. Decimos esto con el mayor de los respetos por el heroísmo de los dirigentes y militantes de estas organizaciones. (3)

Es decir, desde una línea insurreccionalista y obrera, Roberto era un crítico del foquismo. En lo político y moral, tenía un profundo respeto por las valiosas cualidades de los militantes de esas organizaciones. Su propia hermana, María Eleonora Cristina, era militante del PRT-ERP, y había sido desaparecida estando embarazada en 1975, en tanto su marido fue directamente fusilado por el Ejército en el domicilio de la pareja.

ROBERTO Y LA TÁCTICA
REVOLUCIONARIA DEL PARTIDO

Uno de los campos donde se acumulan más enseñanzas dejadas por Roberto es en el de sus aportes para una táctica revolucionaria.

Partiendo de los principios y al servicio de una estrategia, él trabajaba con el análisis concreto de la situación de cada bloque de clases, estudiaba la correlación de fuerzas, la perspectiva de la situación política y las tareas del Partido en cada momento. 

Él ligó la táctica con la estrategia, definiendo que la primera se subordina y debe servir a la segunda. La táctica tiene que ser revolucionaria y la estrategia también. Se cae en el reformismo cuando se niega la necesidad de una estrategia y se actúa sólo en función de “tácticas”. El deslinde de campos con el reformismo no sólo exige una estrategia revolucionaria sino también de propuestas tácticas independientes. 

Estas recomendaciones generales sobre la política y la táctica guardan notable actualidad, cuando en 1986 diversos sectores políticos y gremiales argumentan sobre la supuesta “ausencia de elementos revolucionarios en la situación argentina” para justificar sus propias tácticas de ir detrás de sectores de la burguesía, la burocracia sindical, los partidos tradicionales como el peronismo y radicalismo, etc.

Roberto nos enseñó a cuidar cada retoño o factor potencialmente revolucionario por débil que sea, para apuntalarlo, coordinarlo, evitar su aplastamiento, ayudar a su generalización y salto cualitativo. Y sólo se puede conseguir eso con una táctica de avanzada, de vanguardia, que parta de enlazarse con los sectores más concientes de los trabajadores, para hacer avanzar al resto de los oprimidos y el pueblo.

En sus análisis tácticos, Roberto enfocaba la situación de lo que podríamos llamar esquemáticamente “los 3 bloques”, es decir: la clase obrera, la burguesía nacional y la alianza oligárquico-imperialista.

Veamos algunos ejemplos.

-Su análisis del campo obrero y popular:

Roberto partía de un punto de vista: no habrá revolución sin situación revolucionaria previa, que madure hacia la crisis revolucionaria y su punto culminante, donde confluyen los factores objetivos y empuja la vanguardia organizada, esta última el factor subjetivo de la revolución.

Pero esa situación revolucionaria, a su vez, necesita -entre otros elementos- de un auge de la lucha de masas y una irrupción combativa e independiente de la clase obrera. 

Roberto preanunció ese auge popular en la Argentina a partir de dos elementos. Por un lado, la situación material de pobreza de las masas, a raíz de la política aplicada por Onganía-Krieger Vasena, empujaba a formas más altas de resistencia. Por el otro, los partidos políticos burgueses se desentendían de esa resistencia, luego de proponer viejas y gastadas recetas de “volver a la democracia”.

Cuando ese auge detona, Roberto estudia sus rasgos. Sigue atentamente el nivel de conciencia obrera y lo verifica a partir de la cantidad de huelgas, los programas que defienden, los dirigentes que están a la cabeza, etc. Analiza de modo concreto las formas de organización que se dan las masas y apoya con entusiasmo aquellas que suponen una elevación de la conciencia política y combatividad. Por ejemplo en lo sindical llama a defender la experiencia del Cuerpo de Delegados de SITRAC en 1970, así como destaca la aparición de las Coordinadoras fabriles Inter-zonales en el cordón bonaerense en 1975. Roberto luchó porque el auge iniciado en los ´70 dejara saldos organizativos y políticos a nivel de Partido y del trabajo sindical, cristalizando en una fuerza clasista y anti-burocrática, recuperando los sindicatos de manos de los jerarcas traidores ligados al PJ.

Y, por supuesto, luchó por la elevación de las formas de lucha, en particular con encadenamientos y progresos en época del ascenso de la marea nacional-democrática.

De este análisis concreto, detallado, multilateral, tomando las cosas en movimiento y aprendiendo de las experiencias de vanguardia, Roberto “sacaba línea” para todo el Partido. 

Ese estudio no era libresco, sino que se afirmaba en medio de la lucha y se procesaba dentro del Partido, sus organismos, sus reuniones y polémicas, la prensa partidaria, etc.

Ese análisis era necesario para la época de avance y para el tiempo del repliegue del movimiento popular. En cada una de estas fases preconizaba tácticas diferentes. Una táctica ofensiva propia del momento de avance. Y otra defensiva para organizar el repliegue ordenado del movimiento popular, propia del momento del descenso.

Haciendo una síntesis histórica sobre el desarrollo del movimiento obrero y popular de la última década, Roberto escribe en 1977: 

“Desde el ´69 hasta hoy hemos vivido un ciclo revolucionario casi completo. Vivimos un período de ascenso de la marea nacional-democrática, revolucionaria. Se abrió en el ´69 y se prolongó de manera zigzagueante hasta el ´73. Desde fines de ese año y después de un breve período de estancamiento, se inició el descenso, también zigzagueante. Hoy vivimos en uno de los puntos más bajos de ese descenso.

El ascenso se dividió en dos fases bastante nítidas. La primera fue de franco auge de las luchas directas de obreros y estudiantes, y más tarde de campesinos; de grandes huelgas económicas y políticas, de manifestaciones, choques violentos con la represión y levantamientos pre-insurreccionales que alcanzaron trascendencia mundial. Se abrió una situación revolucionaria (…). La segunda fase del ascenso estuvo signada por el retroceso de la dictadura, por el reestablecimiento paulatino de la dirección política de la gran burguesía sobre amplias camadas del movimiento popular, por la clausura temporaria de la situación revolucionaria y por las elecciones del ´73. El ascenso dejó de ser tumultuoso y se fue haciendo lento y vacilante. De todas formas el avivamiento general de la politización siguió ampliándose. Las banderas se redujeron pero el movimiento ganó en amplitud (…)” (NO TRANSAR. Nº 195. 13/4/77)

Luego cierra su reflexión sobre el período de repliegue, al que también subdivide en dos fases: desde el ´74 hasta el golpe del ´76 y desde esta fecha en adelante cuando el reflujo se ahonda. 

De sus análisis sobre estas etapas defensivas para el movimiento popular rescatamos estos fundamentos básicos:

-Confianza estratégica, desde la cual Roberto combate el derrotismo y la pasividad. Por eso nos educó en el punto de vista de que “el enemigo es un tigre de papel” visto en perspectiva.

-Cimentó ese optimismo revolucionario en el análisis de clase, científico y concreto. Por ejemplo, pudo predecir, el mismo 24 de marzo de 1976, que la dictadura sería derrotada, por las siguientes razones: 1) Defiende al 10% de la población y ataca al 90%; 2) La clase obrera y el pueblo argentinos, aparte de ser abrumadoramente mayoritarios por su número, tienen detrás un vasto aprendizaje político, asentado en históricas luchas; 3) El plan golpista arrastró a gran parte de las capas medias y la burguesía nacional, pero la aplicación de un plan de concentración y centralización monopolistas terminará con esa convergencia; 4) Las FFAA están unidas, pero gozan del respaldo de intereses muy diversos y tarde o temprano esas fracciones distintas de la oligarquía y de diversas potencias imperialistas, saltarán a primer plano; 5) Se hará sentir la solidaridad y la simpatía internacional hacia nuestra lucha, en un mundo donde “los países quieren la soberanía, las naciones la emancipación y los pueblos la revolución”.

-Recalcó el valor de la revolucionarización ideológica de la vanguardia. Roberto sintetizó:

“Venimos aprendiendo que no es difícil ser revolucionario en medio del auge, en los días de fiesta de la revolución, cuando muchos se suman entusiasmados a la lucha y el enemigo retrocede temeroso. Lo difícil, lo verdaderamente difícil y valioso es ser revolucionario en los días duros de la revolución, en los días en que la contrarrevolución campea a voluntad”. ( No Transar. Nº 195. 13 de abril del ´77). 

En una frase profética sobre lo que se venía en caso de golpe, Roberto cerró su intervención en el II Congreso Nacional del Partido diciendo:

“Si triunfan los golpistas querrán asesinar a miles de compatriotas. Hay listas de miles de personas a ser asesinadas. Debemos enfrentar al golpe y si no podemos evitar su triunfo, debemos buscar a esos compañeros que están en las listas a ser asesinados y plantearles irnos al monte, así sea con cuchillos de cocina con cintas rojas, armados así sea pobremente para enfrentar a los fascistas”.

-Su análisis de la burguesía nacional:

Roberto defendió la tesis marxista-leninista sobre el carácter dual y contradictorio de la burguesía nacional en los países dependientes, en oposición a los enfoques trotskistas. 

Entendía que esa clase en la Argentina estaba muy extendida en lo económico y que tampoco podía subestimarse su fuerza política, canalizada fundamentalmente a través del peronismo y el radicalismo. (4) 

Sostenía que era un sector vacilante, reformista y de doble faz. De una parte tiene contradicciones con la clase obrera, a quien oprime y extrae plusvalía; y de la otra mantiene choques y diferencias con la oligarquía y el imperialismo. De allí que el proletariado debe denunciar sus claudicaciones y luchar contra la cruel explotación de esta burguesía nacional. Y simultáneamente abarcarla en una política de unidad y lucha dentro de un frente popular, democrático y antiimperialista.

A partir de 1973, Roberto había precisado la condición burguesa nacional de la conducción peronista y la radical. Antes había hablado de “oligarquía renegociadora”, tomando en cuenta su constante coqueteo con los planes del imperialismo y las FF.AA como por ejemplo en la época del Gran Acuerdo Nacional. Luego corrigió esa definición, que de todas maneras tenía un aspecto correcto: castigaba el contubernio de esa cúpula peronista-radical con los enemigos del pueblo.

Roberto no hizo concesiones al populismo. De allí que se negó a caracterizar como “popular” al gobierno del FREJULI del ´73. Critica valientemente el proceso de derechización llevado adelante por el mismo Perón, con hitos tales como la masacre de Ezeiza, el golpe del 12 y del 13 de julio de 1973 contra Cámpora, las Reformas al Código Penal, la vuelta de los comisarios fascistas Villar y Margaride a la Policía Federal, el ataque contra la JP y los Montoneros, la creación de la Triple A, etc. 

Otro tanto había hecho con la UCR y el balbinismo, cuando éste puso a Arturo Mor Roig como ministro del Interior del general Alejandro Lanusse y el GAN; cuando el líder radical Balbín condenó a la “guerrilla fabril”, etc. 

Roberto analizó en cada momento concreto cuál era la táctica adecuada del proletariado ante esta clase. 

Veamos algunos ejemplos de sus propuestas:

-Cuando asume el gobierno peronista del ´73, nuestro Partido le propone un “Programa de 10 puntos para la Unidad Antiyanqui”, el 10 de diciembre de 1973. Esa era una iniciativa unitaria, anti-continuista, democrática y antiimperialista.

-Cuando a mediados del ´75 la lucha popular derriba al facho López Rega, uno de los creadores de la Triple A y asume un nuevo gabinete nacional, Vanguardia Comunista le dirige una Carta Abierta, donde le plantea propuestas y exigencias sobre tres temas: la amenaza del golpe de Estado; el problema de las libertades públicas y la emergencia económica.

La Carta Abierta termina con esta advertencia gravísima: 

“A nadie puede escapar, y a ustedes tampoco, que este nuevo gabinete es casi seguramente la última posibilidad que tiene el gobierno peronista para salir del atolladero en que lo han colocado las vacilaciones, los desaciertos y las traiciones. Pretender resolver estas crisis profundas con medidas superficiales o volviendo a un pasado descartado por la vida, significará el fracaso y abrirá paso al golpismo. Uds tienen ahora la palabra.”. Secretariado Nacional de Vanguardia Comunista. 18/8/75

Pero el gobierno peronista presidido por Isabel Perón, en vez de rectificar su rumbo reaccionario, lo ahondó aún más. De allí que el general Jorge Videla fuera confirmado como nuevo Jefe del Ejército, el general Albano Harguindeguy fuera nombrado titular de la Policía Federal y el almirante Emilio Massera siguiera al frente de la Marina. 

Era la culminación de una escalada derechista comenzada desde la masacre de Ezeiza, el 20 de junio de 1973. Los asesinos de la siniestra Triple A eran el necesario “complemento” a los planes económicos Rodrigo-Mondelli. 

Era un período donde la gran burguesía claudicante trataba de salvar su gobierno por la vía de capitular ante los monopolios y las FF.AA. 

¿Qué hacer?. ¿Había que apoyar la consigna de “defensa incondicional” de Isabel Perón, tal como planteaban el ultraderechista Comando de Organización (CDO) de Alberto Brito Lima y los compañeros del PCR desde un supuesto maoísmo?. (5)

¿Había que carnerear las luchas obreras del ´75 con el argumento de que eran “golpistas prorrusas?. ¿Había que especular con que era probable que Isabel Perón entregue armas a los obreros para resistir el golpe?. 

Roberto afirmó, sin vacilaciones, una táctica revolucionaria adecuada a esos momentos. Dijo que había que derrotar el curso reaccionario del gobierno gran burgués isabelino, como condición indispensable para retomar la lucha antigolpista y antiimperialista. Por eso empujó a nuestro Partido a participar activamente de las movilizaciones obreras contra el Rodrigazo, en junio del ´75. Las veía como la última esperanza de impedir un golpe fascista. 

Ya en febrero del ´74, dijo nuestro Secretario Gral.: 

“Se debe derrotar la ofensiva reaccionaria promovida por el gobierno, para pasar a la ofensiva contra el imperialismo yanqui, el continuismo y la conspiración restauradora (…) Las confrontaciones que se avecinan serán de una agudeza desconocida para los argentinos de hoy. No se las evitará con la pasividad. Por el contrario, la pasividad popular cebaría a los reaccionarios recalcitrantes que pululan en el gobierno y la defección del peronismo. Y detrás de ellos marcharía seguro y sonriente el tigre del imperialismo yanqui dispuesto a apartarlos de un manotazo cuando hayan terminado con su sucia tarea” (Las respuestas de los comunistas. 16 de febrero de 1974). 

Es que Roberto Cristina –al margen de las “etiquetas” que a veces utilizó- daba en la tecla respecto al “contenido” de una burguesía nacional en franco proceso de derechización y cuya capa superior se había convertido en gran burguesía, hegemonizando las conducciones del Partido Justicialista y la Unión Cívica Radical. Lo que en años recientes se ha conocido en la literatura política como el “fenómeno de la alvearización” del peronismo y el radicalismo, ya lo planteaba claramente nuestro camarada en 1971. Dijo en ese año: 

“Y no es casual. De aquella UCRP que agitó en 1963 la bandera de la ruptura con el FMI y la cesación de los contratos petroleros, a ésta, hay un cambio; de aquel peronismo que en 1962 levantó el programa de Huerta Grande, a éste, hay un cambio; y de aquel Partido Socialista que en 1961 hizo senador a Alfredo Palacios alzando la bandera de las relaciones con Cuba, a éste, también lo hay” (La lucha del pueblo derrotará el plan Lanusse. 17 de mayo de 1971).

Nuestro Partido, que en los años ´82 y ´83 cometió errores de seguidismo y oportunismo de derecha frente al nacionalismo-burgués, específicamente frente a la cúpula peronista, lo hizo al apartarse de los correctos conceptos arriba transcriptos.

Uno de los centros de la disputa con los gobiernos claudicantes burgueses se refiere a la movilización de masas. Esos gobiernos quieren apaciguarlas e incluso reprimirlas bajo el argumento que las mismas son “desestabilizadoras”. Roberto Cristina nos legó el punto de vista opuesto: la irrupción de las luchas populares, orientadas por un programa antiimperialista y democrático, con los obreros al frente, es la única manera eficaz de defender las conquistas democráticas.

En este sentido nos enseñó a exigirle cambios, bajo presión de masas, a los gobiernos burgueses, pero sin generar expectativas infundadas. Siempre lo central estará dado por la lucha proletaria y popular. Nuestro compañero afirmó:

 “Una vez más el debate debe abrirse. Sólo el pueblo movilizado, organizado y armado puede impedir el triunfo del golpe. Se deben reclamar medidas del gobierno y fuerzas políticas opuestas a la capitulación y el golpismo, como lo hacemos, pero no puede descansar nuestra confianza en los que conciliaron con López Rega y vacilaron frente a la capitulación y el golpismo”. (“¿Cómo impedir el golpe de estado?”. 20/8/75) 

La idea central de nuestro secretario general detenido-desaparecido era la de disputar, enérgicamente, con la gran burguesía y la burguesía nacional por la dirección del movimiento de masas y la iniciativa política. Estaba convencido de que si esas burguesías lograban derrotar al movimiento popular y consolidaban su giro capitulador, sería inevitable el alzamiento golpista envalentonado por todas las concesiones.

Esta idea y esta preocupación tienen una rigurosa actualidad cuando hoy vemos al gobierno de Raúl Alfonsín girar a la derecha, hacia el fondomonetarismo y el reamigamiento con los yanquis. Se está dando luz verde al anti-obrero “Plan Austral” y una amnistía encubierta a los criminales del Proceso. La lección de Roberto sería ésta: o derrotamos completamente este curso reaccionario o nuevos y mayores sufrimientos aguardarán al noble pueblo argentino. (6)

-Su análisis del bloque oligárquico-imperialista:

Roberto fue una voz permanente de denuncia sobre el papel de esa alianza espuria que determina los dos grandes males de la Argentina: el hambre y la dependencia, por un lado; y la represión y el fascismo, por el otro. 

El Partido determinó que el principal rasgo del proceso revolucionario argentino es lo anti-monopolista porque el capitalismo dependiente tiene como sostén principal y beneficiario a 1.000 monopolios y bancos extranjeros y nacionales. Estas empresas son propiedad de grupos monopolistas que tienen inversiones múltiples en la industria, las finanzas, el comercio exterior, la explotación de hidrocarburos, el agro, etc. Son conocidos actualmente como los “capitanes de la industria”: Bunge & Born, Pérez Companc, Zorraquín, Ledesma, Pescarmona, Techint, Ford, Esso, Renault, Macri-Sevel, Citibank, etc. (7)

Roberto apuntó especialmente a las dos fuentes básicas de poder de este bloque reaccionario: las palancas fundamentales de la economía y finanzas; y los resortes del aparato militar, las FF.AA. convertidas durante largos períodos en su partido político y en su gobierno periódicamente. 

Destacamos que ya en 1974 Roberto abogaba abiertamente por la moratoria unilateral de la deuda externa. Escribió el compañero:

“7.-Moratoria unilateral de la deuda externa. Independencia frente a los dictados de los organismos financieros internacionales controlados por el imperialismo yanqui” (“Las respuestas de los comunistas”. 16/2/74).

Uno de los puntos nodales de su pensamiento y acción revolucionaria era la denuncia del golpismo, como vía de recuperación del poder político, de la suma del poder político, por parte de aquellos enemigos.

El 20 de julio del ´75, cuando el lopezrreguismo había sufrido una importante derrota que barrió con el “Brujo”, Roberto alertaba:

“El bando pro-yanqui y sus socios ultrareaccionarios, frustrado su proyecto de restauración por la vía de la capitulación, lo más probable es que pasarán a la frenética preparación del golpe a la chilena” (Informe a la IX Reunión del Comité Central 20/7/75).

Cuando ese peligro se hizo más y más cercano, favorecido por la política claudicante del gobierno de Isabel Perón, Roberto habló claro, como era su costumbre:

“(El pueblo) debe saber que ese peligro es inminente, que urge prepararse para enfrentarlo, denunciando y combatiendo resueltamente la actividad progolpista de los militares fascistas, vendidos al imperialismo yanqui. Las masas obreras, campesinas, estudiantiles, deben organizarse con todos los medios necesarios para aplastar cualquier aventura militar. En todas las organizaciones de masas debe resolverse “Si hay golpe: parar el país, ocupar fábricas, campos y escuelas, barrios y poblados, y luchar sin vacilación hasta derrotarlo”.

Las definiciones antigolpistas de nuestro Partido habían comenzado en 1966, contra el golpe de Onganía, al que condenamos desde la recordada manifestación de los estudiantes de Ingeniería, organizada por nuestra agrupación universitaria.

Y esa vocación antigolpista se acentuó en vísperas del ´76 cuando llevábamos las palabras de Roberto al seno de las asambleas obreras: “Si hay golpe militar, huelga general”. En Transax y asambleas de los mecánicos de SMATA Córdoba, Rigolleau de Berazategui, Astilleros Río Santiago, Tensa de Zona Norte, Ferroviarios de Córdoba, etc, nuestros camaradas hicieron votar esas mociones. 

Las fuerzas antigolpistas no fueron suficientes. Pero hubo una resistencia inicial y valiosa, ese mismo 24 de marzo del ´76, cuando pararon varias decenas de miles de obreros en todo el país. La actividad de nuestro Partido tuvo mucho que ver con esa decisión de parar de esos núcleos avanzados del proletariado.

Esta posición revolucionaria de nuestro Partido, viene a desmentir rotundamente a aquellos que al hacer la historia de ese tiempo afirman que dentro de la izquierda había sólo “dos posiciones”. La de la “guerrilla provocadora” y la de la “convergencia cívico-militar”.

SOBRE EL MODELO DE
PARTIDO REVOLUCIONARIO

Uno de los capítulos más valiosos de Roberto se refiere a las enseñanzas sobre el modelo para la construción del Partido revolucionario. 

Por un lado, nos enseñó a atrevernos a forjar una organización de esas características, venciendo todas las dificultades que se presenten. “Nadar contra la corriente” era la orientación ideológica, para resistir la presión reformista y burguesa que incluso suele calar en sectores importantes de las masas, sobre todo en períodos no revolucionarios. 

Por eso se atrevió a fundar Vanguardia Comunista apenas un año después del famoso “Operativo Retorno” del general Perón, que llegó hasta el aeropuerto de El Galeao en Brasil, generando esperanzas en las masas obreras y populares.

Roberto nos recalcó el valor de la justa línea política y la unidad monolítica del Partido en torno a esa línea como un gran pilar en la construcción de la organización. (8)

Estudió los distintos períodos y fijó orientaciones para cada uno de los mismos. Esquemáticamente hablando podríamos sintetizarlo así: en el tiempo de los Cordobazos, la táctica debe ser ofensiva, procura ponerse en la primera línea de combate, con audacia para empujar hacia delante al movimiento de las masas. En la construcción partidaria el énfasis está en la rápida expansión de sus líneas.

En el período de reflujo, la táctica es defensiva, consiste en organizar el repliegue, impedir el descabezamiento de la vanguardia, frustrar la liquidación de las organizaciones de masas y desgastar parcialmente el bloque oligárquico-imperialista para preparar su derrota completa por vía revolucionaria. En el reflujo hay que poner el acento en la consolidación del Partido, su organización, la educación de sus efectivos, en su ligazón efectiva con las masas, la depuración de los elementos inestables y oportunistas, su revalorización ideológica, la adopción de métodos conspirativos de trabajo, etc.

En particular, sobre cómo actuar en la fase de reflujo y derrota de la revolución, con vistas a acumular fuerzas y organizar la revancha de las fuerzas populares, una pieza clave del legado de Roberto Cristina es su trabajo “Tres pilares, un estilo y un método” publicado en “NO TRANSAR” nº 196, del 11 de mayo de 1977.

Allí Roberto nos habla de un primer pilar: la unidad político-teórica del Partido, forjada en torno a los documentos fundamentales y las resoluciones de los Congresos. Un segundo pilar: la determinación ideológica de militar en el Partido. Un tercer pilar: el estrechamiento de los vínculos con las masas, especialmente obreras. Un estilo: trabajar con autonomía e independencia, bajo las orientaciones del Comité Central; hacerlo a largo plazo y en profundidad. Un método: los mecanismos conspirativos y leninistas para impedir que los golpes represivos de la reacción logren desarticular nuestras células.

Roberto fue un apasionado defensor de la fusión de los intelectuales con la masa obrera, de la fusión de la línea política marxista-leninista con el movimiento práctico en las fábricas, barriadas humildes, etc. 

El Partido dejó atrás su primera época de círculo de propaganda de las ideas socialistas y revolucionarias. El Comité Central trazó la directiva de ir a las masas. Roberto se había educado en el punto de vista de Stalin y de Mao Tsé Tung sobre esos temas. Stalin, en el libro que compendia la Historia del Partido Comunista (bolchevique) de la URSS trae a colación la alegoría sobre el poderoso dios Anteo, que sólo pudo ser derrocado cuando su enemigo logró separarlo de su madre-Tierra. Mao, por su parte, nos habló de que los comunistas somos como la semilla y el pueblo como la tierra: “donde quiera que vayamos, debemos unirnos al pueblo, echar raíces y florecer en él”. 

Armado con estas concepciones sobre el valor de las masas y que el Partido se construye con ellas y en medio de las más intensas luchas de clases, Roberto llevó a la organización a fundirse con las experiencias clasistas de SITRAC, Ledesma, Villa Constitución, etc. Allí modeló un Partido de acción revolucionaria, con raíces en las experiencias más avanzadas del proletariado. Un partido de vanguardia y de lucha. 

En los tiempos actuales, en que la izquierda revolucionaria tiene planteada la tarea de derrotar el cerco y la presión reformista, social-demócrata, es fundamental volver a las enseñanzas de Roberto. (9) 

Se quiere argumentar que hoy no hay lugar para los Cordobazos por el descenso en la cifra de obreros ocupados. Se hace la apología de los “movimientos policlasistas” en contra de los “partidos elitistas” y “vanguardias autoproclamadas”. Se dice que toda la vieja experiencia de forjar un partido revolucionario basado en su raíz combativa en fábricas, estaría “superado”. Ahora la “cosa” pasaría por “movimientos amplios”, conseguir legalidad, tener recursos, contar con locales, etc. Todas esas cosas pueden ser verdaderamente importantes a condición de servir al factor central de un Partido inserto en la clase trabajadora que actúe en la

tormenta de la lucha de clases. 

Cuando Roberto Cristina hablaba de ir a las masas y forjar un Partido de cara a ellas, no hacía demagogia ni concesiones oportunistas. Su lenguaje era directo y franco, ayudando a la gente a desembarazarse de las ilusiones dañinas. “Discrepamos con los compañeros peronistas que lo caracterizan como gobierno popular (al de Cámpora). La política del gobierno del FREJULI no conduce a la liberación ni tiene ningún carácter revolucionario” (¿Hacia dónde vamos? 6/7/73)

Guardan mucha vigencia sus constantes críticas al economismo y al sindicalerismo, esa enfermedad que suele afectar a excelentes activistas y dirigentes obreros. Esa desviación consiste en no realizar tareas políticas como la agitación y propaganda del Partido sobre los trabajadores y su activismo; la difusión de las propuestas políticas del Partido frente a los grandes temas que están en debate en el movimiento obrero; la organización de esos activistas para su apoyo y participación en actos, luchas, denuncias, conferencias, etc. organizadas por el Partido; el esfuerzo por reclutar a esos activistas, para lo cual hay que explicar las diferencias que existen entre su proyecto y el de otros partidos, etc. 

El sindicalerismo tenía una consigna central: “Que el Partido sea una mera rueda de auxilio al servicio del frente gremial”. Roberto se ponía a sí mismo como un alumno de los obreros. Los escuchaba y aprendía de ellos. Pero simultáneamente nos educó en que el trabajo en el movimiento obrero debía estar orientado por la línea política del Partido y servir para llevar a cabo su proyecto revolucionario. 

Estas posiciones las defendía sin soberbia, sin apresuramiento, dando argumentos, explicando de modo sencillo, partiendo de un piso para elevar la puntería, permitiendo que el compañero hiciera su experiencia práctica para volver al debate, etc.

Roberto nos preparaba para tener flexibilidad en la táctica, a veces arrancar desde más atrás para llegar más lejos. 

Un caso clásico de flexibilidad táctica y aplicación de una línea de masas, fue la posición de Vanguardia Comunista ante la muerte del general Perón, plasmada en un volante que se repartió por miles el 2 de julio del ´74. Dijo allí:

“La muerte del Gral. Perón ha provocado una honda congoja popular. El origen profundo de ese sentimiento de pesar que embarga a millones de argentinos se encuentra en los históricos anhelos de nuestro pueblo de conquistar la liberación nacional y la auténtica democracia. Es ese gran anhelo y la búsqueda de un camino para concretarlo, el que convirtió a Perón en dirigente de enormes multitudes. (…) Nuestro Partido valora en particular el hecho de que el Gral Perón se negó a formar parte de la pandilla de oficiales de las FFAA sin Patria ni honor que –como Onganía, Levingston o Lanusse- revistaron y revistan en las filas de los agentes o aliados del imperialismo norteamericano en nuestro país.

La actitud de VANGUARDIA COMUNISTA ante la muerte de Perón y los sentimientos que tal muerte ha producido entre las masas peronistas, por respetuosa, no es ni oportunista ni complaciente. Nadie ignora las profundas divergencias que existieron y existen entre la política propiciada por el Gral. Perón y la política que sostiene VC.” 

ALGUNOS ERRORES DE
ROBERTO Y NUESTRO PARTIDO

Hasta aquí hemos desarrollado algunas opiniones sobre el aspecto central de la vida de Roberto Cristina: sus contribuciones revolucionarias. Estas lo convirtieron en un gran dirigente marxista-leninista, uno de los mejores de las últimas décadas en la Argentina.

Ahora vamos a puntualizar también algunos de sus errores. ¿Corresponde hablar de los errores de un detenido-desaparecido? Sí. Corresponde. 

En primer lugar, porque nuestro Partido y los revolucionarios nos educamos en el aprendizaje multilateral de aciertos y errores. Esto hace a la teoría del conocimiento desde el punto de vista marxista. 

En segundo lugar, porque el mismo Roberto nos educó en ver siempre el doble aspecto de las cosas; nos enseñó a ser humildes y aprender de los demás, a hacer autocrítica cuando nos equivocamos. 

Veamos algunos ejemplos de errores cometidos por esa dirección revolucionaria, incluido Roberto. 

Durante los años del auge y de la apertura de una situación revolucionaria, en medio de ese vertiginoso ascenso de masas y de la radicalización política del pueblo, se incurrieron en diversos errores de “izquierdismo”. (10) 

Es decir, en ciertas oportunidades Roberto propulsó políticas y consignas que hubieran requerido de una mayor maduración de las masas, de su conciencia y organización, una correlación de fuerzas más favorable, etc.

En el tiempo de la polémica en el seno del movimiento comunista internacional se alineó junto a las posiciones revolucionarias del Partido Comunista de China. Esto estuvo bien pero su admiración por la experiencia de esa revolución socialista trajeron ciertos reflejos de dogmatismo. Por ejemplo, en los primeros años de Vanguardia Comunista, se definía que el camino de nuestra revolución era “desde el campo de rodear las ciudades” y se le atribuía al campesinado un rol que no correspondía. 

La definición de “oligarquía renegociadora” que Roberto hizo en un primer momento sobre el peronismo y el radicalismo, fue una fuente de errores sectarios que a veces tuvimos frente a las bases populares de esos partidos. 

Algunos de estos problemas fueron advertidos por Roberto y el CC, que condujeron las rectificaciones necesarias. 

Su secuestro en 1978 nos privó de Roberto en el momento en que más lo precisaba el Partido. El no pudo estar con nosotros personalmente en estos años cargados de cosas nuevas, de un nuevo material que había que analizar -como era su metodología- a la luz del marxismo-leninismo. 

Otro error en la línea partidaria, que en este caso venía de la época en que Roberto era el dirigente máximo del Partido, fue la caracterización de la Unión Soviética como “social-imperialista”. 

Es verdad que la URSS mostró en su política internacional, desde mediados de los ´60, una serie de hechos que hicimos muy bien en denunciar. No nos rectificamos de cuestionar su política de “apaciguamiento” frente a las luchas revolucionarias (crisis de los misiles en 1962 en Cuba y ante la lucha de liberación desde 1964 en Vietnam). Tampoco nos desdecimos de criticar su invasión a Checoslovaquia en 1968 y la doctrina de la “soberanía limitada” de Leonid Brezhnev sobre los países socialistas de Europa del Este; sus coqueteos con la dictadura militar de Videla-Viola en Argentina, con la dictadura proyanqui de Lon Nol en Camboya, su negativa a reconocer los derechos de los países del Tercer Mundo sobre las 200 millas marítimas, etc. 

Pero la crítica a estas manifestaciones de expansionismo y chauvinismo no debieron haber dado lugar a la caracterización de la URSS como “socialimperialismo”, como si ya en los años ´60 se hubiera liquidado allí completamente el socialismo y hubiera alumbrado otro régimen social.

La teoría del socialimperialismo y los “dos imperialismos” destilaron otras teorías erróneas como la llamada por Mao Tsé tung “Teoría de los tres mundos”. Esta preconizaba la “unidad del Tercer mundo, la unidad de éste con el Segundo Mundo (Europa y Japón), contra el Primer Mundo (los EEUU y la URSS)”. 

Este fue un error de Roberto y el Comité Central de esos años, un error compartido. (11).

Ahora que hemos puntualizado aciertos y errores, podemos sacar una conclusión general: los méritos de Roberto Cristina superan ampliamente a sus limitaciones. Mirando históricamente estas últimas dos décadas afirmamos que él fue uno de los más destacados dirigentes revolucionarios marxista-leninistas de la Argentina.

Su última contribución la dio al derrotar a la tortura en el campo de exterminio “El Vesubio” ubicado en la zona oeste del conurbano bonaerense. Algunos sobrevivientes testimoniaron en 1984, en el juicio a los ex comandantes, que mientras Roberto era duramente torturado, no cesaba de gritar “VIVA LA CLASE OBRERA”, “VIVA LA PATRIA”, y “VIVA LA REVOLUCION” (testimonios de Juan Frega y Faustino Fernández).

A RECORDAR Y A VENGAR
A LOS MÁRTIRES POPULARES

El pueblo argentino tiene que tener buena memoria. No puede haber olvido ni perdón. Ni amnistía ni reconciliaciones entre el pueblo y sus verdugos, tal como propugna el gobierno radical. 

El Partido inclina sus banderas de combate en reconocimiento de los revolucionarios asesinados. Se compromete a mantener viva la memoria de sus ejemplos, sus contribuciones, sus ideas y su lucha revolucionaria. 

Seguiremos luchando infatigablemente por el juicio y castigo a todos los criminales del proceso, en su enorme mayoría altos jefes, oficiales y sub-oficiales de las tres FF.AA., de seguridad y policiales. Las actuales FF.AA. además de estar plagadas de esos elementos en su misma cúpula, son la continuación viviente de esa tradición reaccionaria, represiva y antipopular. 

Ser consecuentes en el rescate del ejemplo de todos los mártires populares significa profundizar la lucha por la liberación nacional y la democracia popular, es decir, la lucha contra el capitalismo dependiente, los monopolios y el imperialismo. Cuando ese sistema agónico se sienta nuevamente amenazado por otro auge revolucionario encabezado por los trabajadores, apelará seguramente a esas FF.AA. antipopulares. Por eso ya diseñaron una “Ley de Defensa” que les da intervención en caso de “conflicto interno”.

Bien. Con esas FF.AA. y de seguridad habrá duras confrontaciones, cuando salgan a matar obreros y estudiantes que reclamen el no pago de la deuda externa, única manera de conseguir pan, trabajo y educación. (12) 

La rebelión del pueblo contra el sistema oligárquico-imperialista y contra las FF.AA. será una revolución social que liberará a la Argentina. Y esa será la mejor venganza por la sangre derramada por todos los compañeros. 

Buenos Aires, 18 de Agosto de 1986

SERGIO ORTIZ

NOTAS

1 El grupo, proveniente del Partido Socialista Argentino de Vanguardia, se integraba con el abogado Elías Semán (primer secretario general de VC hasta 1968), el odontólogo Rubén Kriscautzky y otros intelectuales. La mayoría de ellos fue a trabajar y vivir entre los obreros: Semán al barrio El Saladillo de los trabajadores del frigorífico Swift de Rosario, Kriscautzky con los de la construcción en Tucumán primero y Córdoba después, etc. 

2 Esos vaivenes en la correlación de fuerzas al interior del bloque de las clases dominantes también se dieron con posterioridad. En los primeros años del menemismo, 1989-1995, sin cambiar la orientación proyanqui de su política, los monopolistas nacionales como Soldati, Pérez Companc, Macri, Roggio, etc, ocuparon un lugar destacado como socios de los extranjeros en las privatizaciones. Pero a partir de entonces los imperialistas fueron acentuando su rol de “patrón de estancia” en tanto aquellos grupos fueron vendiendo sus participaciones empresarias. Por lo tanto desde 1995 en adelante el imperialismo quedó claramente como el factor hegemónico en el bloque dominante. Al factor de la deuda externa y el FMI, que nunca había perdido y que llegó a la friolera de 175 mil millones de dólares en 2003, se agregó el control casi absoluto de la economía. Sobre las 500 empresas más grandes, 341 son extranjeras y se llevan el 89 por ciento de las ganancias totales de ese grupo (Suplemento Cash, de Página/12, 18/08/2002). 

3 Durante 1976 Rodolfo Walsh había elaborado varios documentos conteniendo críticas y autocríticas sobre la política y planes de la conducción nacional de Montoneros. Lamentablemente esas previsiones no fueron tenidas en cuenta. Walsh fue asesinado el 25 de marzo de 1977, al día siguiente de despachar diez copias por correo con su “Carta Abierta de un escritor a la Junta Militar”.

4 El debate sobre la existencia o no de la burguesía nacional sigue abierto hoy en día en Argentina. Desde sectores aparentemente enfrentados entre sí en otros temas, como el trotskismo, el PCA y la CTA, se coincide en que la burguesía nacional no existe más (en el caso de la CTA se querría revivirla). Este enfoque es erróneo. La burguesía nacional –aunque sin el poderío de la época de los ´70 con José Ber Gelbard y la CGE (Confederación General Económica) existe como clase y tiene sus fuerzas políticas y sociales que la expresan. Someramente, la burguesía no monopolista existe en las centenares de miles de empresas medianas y algunas grandes, de entre 50 y 200 obreros; en los 100 mil chacareros agrupados en la Federación Agraria Argentina, en los centenares de miles de comercios medianos y muchos grandes nucleados en Fedecámaras y CAME, en las Apymes, en bancos nacionales cooperativos importantes como el Credicoop, en cooperativas y exportadoras como ACA y FACA, en empresas cooperativas con base en la industria agroalimentaria como Sancor, extendida al rubro seguros, etc. Desde el punto de vista político la burguesía nacional se expresa dentro del

peronismo con una parte de la corriente de Néstor Kirchner y parte del duhaldismo, en el Polo Social, el ARI de Elisa Carrió, el Frente Grande, el sector de Rodríguez Saá, algunos gobernadores e intendentes. En lo gremial se expresa en las dirigencias de la CGT de Hugo Moyano, la CTA y varios sindicatos. Entre los intelectuales, con los economistas Aldo Ferrer, Salvador Treber y el resto de los integrantes del “Grupo Fénix” y los rectores del Consejo Interuniversitario Nacional. Entre los medios periodísticos con el diario Página/12, otros del interior, radios y canales. 

5 Cabe acotar que el PCR, que no hizo autocrítica de haber apoyado entusiastamente a ese gobierno reaccionario de Isabel y López Rega, luego hizo lo propio con Carlos Menem. En 1988 el PCR fue cofundador del Frejupo, el frente político-electoral que dominado por el Partido Justicialista llevó a Menem al gobierno en julio de 1989. “Frejupazo” tituló el semanario HOY del PCR la victoria electoral de Menem en mayo de 1989. Ese gobierno llevó a los ejecutivos de Bunge & Born al ministerio de economía e indultó a los genocidas de la dictadura en octubre de 1989 y diciembre de 1990. Recién a fines de 1990 y principios de 1991, sin autocrítica, el PCR se alejó de ese gobierno proyanqui. 

6 En 1986, al condenar el rumbo derechista de Alfonsín, estábamos anticipando que se venía la ley de “Obediencia Debida” forzada en abril de 1987 por la rebelión “carapintada” del Ejército de la Semana Santa. Pero a su vez ese levantamiento golpista provocó una gigantesca movilización popular que abrió una situación prerrevolucionaria. 

7Algunos pocos de estos nombres han cambiado porque Macri se quedó sin Sevel, retomando la Fiat de Italia la producción automotriz en Argentina aunque a niveles muy bajos. O han cambiado de ámbitos, ya que Pérez Companc vendió su empresa petrolera a Petrobras de Brasil, concentrando su participación en la industria alimenticia con Molinos,etc. Otras empresas tienen nuevas denominaciones, fruto de los cambios de su paquete accionario, como la ex petrolera YPF que fue privatizada en beneficio de la española Repsol. Pero básicamente sigue siendo el mismo lote de mil monopolios que se llevan la tajada del león en la economía argentina. 

8 Esta concepción del partido leninista, incompatible con la existencia de fracciones, fue violada por la fracción oportunista de “izquierda” orientada por Mario Geller en 1990 y por fracciones oportunistas de derecha en 1992 y 1994 que resistieron la línea revolucionaria marxista-leninista del Comité Central.

9 Como ya señalamos, en abril de 1987 se abrió la situación prerrevolucionaria, enlazándose las numerosas luchas obreras prexistentes, reivindicativas y políticas, con la gigantesca movilización antigolpista de la Semana Santa de ese año. La situación prerrevolucionaria duró con altibajos hasta diciembre de 2001, cuando se produjo el Argentinazo con centro en Buenos Aires y se abrió una situación revolucionaria incipiente, derrocando al gobierno entreguista de la Alianza.

10 Este es uno de los puntos donde la experiencia del Partido desde 1986 en adelante nos llevó a corregir la conclusión sobre la supuesta desviación “izquierdista” del Partido como si ésta hubiera sido la principal en ese período. No es que no se hubieran cometido esos errores, propios de una etapa de inmadurez de la organización, por insuficiente conocimiento del marxismo-leninismo y al fragor de una ofensiva del pueblo mediante los Cordobazos. En esas condiciones, efectivamente hubo errores de “izquierdismo”. Para dar sólo un ejemplo, se mantuvo la consigna de “Ni golpe ni elección, Revolución” más tiempo de lo debido, cuando la revolución ya no estaba en el orden del día por situaciones concretas. O se planteó “Parar, ocupar y luchar” contra el golpe de 1976 cuando éste era prácticamente un hecho y había que hacer un análisis concreto de las correlaciones de fuerza, para enfrentar y desgastar a los golpistas pero preservando las fuerzas revolucionarias para una resistencia prolongada a la dictadura. Sin embargo, una nueva valoración de la década del ´70 nos llevó también a la conclusión de que VC no había practicado la lucha armada contra la

dictadura del ´66-´73 ni lo pudo hacer frente a la instaurada en el ´76. Que hubo errores teóricos y falta de experiencias concretas en estos temas relacionados con la estrategia de poder. No estamos hablando de priorizar esa forma de lucha y menos de unilateralizarla sino de combinarla con las rebeliones obreras y populares, al servicio de una salida insurreccional y de guerra revolucionaria. No haber actuado de ese modo durante las mencionadas dictaduras y haberse limitado en buena medida a intervenir en el sindicalismo clasista, otros movimientos de masas y los Cordobazos, significó una forma de oportunismo de derecha. Naturalmente Roberto no fue el único responsable sino todo el Comité Central. 

11 La historia parece indicar que a partir del XX Congreso del PCUS, con Kruschov primero y la posterior dirigencia de Leonid Brezhnev, comenzó un proceso de degeneración del partido y gobierno soviéticos. En el plano externo, hubo una política de colaboración y competencia con el imperialismo yanqui, y en el interno una serie de políticas restauradoras del capitalismo. Pero a su vez había reservas en el pueblo y organizaciones soviéticas, que demoraron hasta 1991 la definitiva y completa restauración del capitalismo y disolución de la URSS. La descomposición se inició en 1956 y recién se coronó en 1991, con Boris Yeltsin y Mijail Gorbachov. No estuvo mal haber criticado ese proceso ya en los ´60 y ´70 pero lo incorrecto fue creer que la contrarrevolución había triunfado en ese momento. VC cometió ese error, en gran parte influido por las posturas de esa época de Mao Tsé Tung y el Partido Comunista de China. Sin ocultar nuestra autocrítica, hay que recordar que VC siempre mantuvo a los yanquis como el blanco central a impactar en Argentina y América Latina. Como se sabe, el PCR consideró desde 1973-1974 que el enemigo principal en nuestro país era el “socialimperialismo ruso”.

12 En 1995 la policía de Ushuaia mató al albañil Víctor Choque y dos años después la policía de Neuquén hizo lo propio con Teresa Rodríguez. Posteriormente fue la Gendarmería la encargada de matar a desocupados en General Mosconi y Tartagal, así como en el puente Gral.Belgrano de Corrientes; en el Argentinazo de 2001 hubo 35 muertos; en el 2003 dos muertos en Jujuy, etc.

Continuar leyendo
Click para comentar

Deje un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

3 × 5 =

EDICIÓN DIGITAL

LINKS DE INTERÉS

Partido de la Liberación