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Perseguir y condenar a los narcos y no a sus víctimas

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            El caso de la droga adulterada en un barrio popular del conurbano bonaerense, trajo nuevamente a la agenda política el flagelo del narcotráfico, con sus consecuencias sociales que siempre afectan a los más pobres.

            Fue una tragedia, consecuencia de la adulteración de cocaína que se vende en las villas, pero también en los barrios de clase media y alta y hasta en los countries, donde suelen vivir los jefes narcos y los responsables del lavado del dinero que produce la venta ilegal de droga.

            La verdadera tragedia es en los sectores marginales: se adicionan a la droga otras sustancias de “corte”, para “estirarla” y aumentar su rendimiento. Quienes tienen más poder adquisitivo, la adquieren de “mejor calidad”.

            En Puerta 8 y Villa El Gaucho, pertenecientes al Municipio de 3 de Febrero, de intendente macrista, se vendió la cocaína adulterada que se cobró la vida de 24 personas a principios de este mes y más de 80 hospitalizadas. La sustancia utilizada fue carfentanilo, un opioide derivado del fentanilo, que se utiliza en la medicina veterinaria para la sedación de grandes animales. Según los laboratorios, esta sustancia es 10.000 veces más potente que la heroína y la morfina. Es de uso restringido en Argentina, incluida en el listado de sustancias prohibidas, mientras que en EEUU se la utiliza también para adulterar la heroína.

            El juez federal Juan Manuel Culotta, que interviene en la causa, ordenó los allanamientos que hallaron 15.00 dosis de cocaína, que se presume pertenecen al lote de la droga adulterada.

¿NARCO O PEREJIL?

            El sindicado como proveedor y supuesto jefe de la banda de narcos que vendió la droga, Joaquín Aquino, alias el Paisa, detenido el 3 de febrero por la policía bonaerense, declaró que la droga le fue “plantada” cuando hicieron el procedimiento judicial.

            Para quienes conocen el territorio donde la droga hace estragos, el “Paisa” no es un jefe narco sino alguien debajo de la cadena de mandos en la organización que opera en las villas del partido de San Martín. Aquino estaba prófugo de la justicia desde hace un año y medio, pero bastaron horas luego de la tragedia sanitaria para que cayera en un allanamiento.

            Como en la serie “El Marginal”, el supuesto jefe narco cumple con los estereotipos de una sociedad que considera que los jefes del narcotráfico provienen del submundo pobre: paraguayo, morocho, con tatuajes y corte de pelo característicos de ese imaginario racista.

            Mientras la lucha contra la droga se circunscriba a las villas y barrios marginales, y no se investigue seriamente los vínculos de estas organizaciones con carteles y entidades financieras que lavan el dinero de las sustancias ilegales, no habrá resultados exitosos.

GUERRA VS. ERROR

            Una hipótesis en la investigación judicial es que hubo un “error” en la cantidad de sustancia que se utilizó para el corte, por impericia de un “cocinero”. Pero quienes no avalan esa presunción, dicen que si así fuera, estos “errores” serían más frecuentes. Otra hipótesis es que haya sido intencional, en una suerte de “guerra” entre las bandas que pugnan por el control de territorios donde venden. Una u otra son graves, y ponen de manifiesto que no hay un horizonte claro en relación a una lucha desde el Estado para erradicar el narcotráfico, tanto desde el Poder Ejecutivo como desde el Poder Judicial.

            Es conocido que los delitos graves como el narcotráfico, el tráfico de armas y de personas, que son los que más dinero y recursos mueven a nivel mundial, tienen una necesaria complicidad policial, judicial y política.

            En la provincia de Buenos Aires, durante la gestión de María Eugenia Vidal, se vendió mucho humo con supuestas campañas “contra los narcos”. Sin embargo, las bandas siguen asolando ese territorio, como lo demuestra este hecho.

            En la gestión de Axel Kiciloff, con su mediático secretario de Seguridad, Sergio Berni, tampoco se ven grandes resultados. Su consejo de que la población “descartara” la droga comprada, 24 horas después de conocidos los casos de intoxicación, fue patética.

            Los medios de comunicación de la derecha, hoy cargan contra Kiciloff y muestran un “rostro humano” frente a las víctimas. Una actitud muy diferente habían adoptado durante el gobierno de Vidal, cuando primaba la “mano dura”. En realidad nunca fue dura contra los responsables del narcotráfico, sino buenos montajes de procedimientos contra la venta de droga al menudeo, como en Puerta 8.

¿CÓMO SE HACE?

            Hay buenos ejemplos de lucha contra el narcotráfico, nunca  mencionados en los medios de comunicación ni por los funcionarios de este gobierno y menos por los del gobierno macrista.

            En 2014, la República de Irán fue destacada por la ONU por su lucha contra el tráfico de opio. Considerada parte del “eje del mal” por los EE.UU., el país persa había logrado incautar el 80 por ciento del opio ilícito en el mundo, y un tercio de la heroína. Irán mantiene 900 kilómetros de frontera con Afganistán, donde se produce la mayor parte del opio, y que estuvo ocupado por el ejército norteamericano hasta setiembre de 2021.

            En Cuba la lucha contra el narcotráfico se hizo apelando a la población, ante el recrudecimiento de la venta de drogas por el auge del turismo. Hubo fuertes operativos policiales con miles de detenidos, y así pudieron cortar con lo que amenazaba en convertirse en un flagelo para la Revolución.

            Bolivia dio un paso muy importante, durante el gobierno de Evo Morales, cuando se deshizo del embajador norteamericano y echó a la DEA en 2008.

            China tiene un durísimo régimen penal contra el tráfico de drogas a gran escala, incluso con la aplicación de la pena de muerte.

            No es que en estos países no haya venta de drogas, pero no existe el flagelo masivo de EE.UU., México, Colombia, Brasil o Argentina.

            Tiene que haber una fuerte decisión política, sin miedo a romper las complicidades policiales, políticas, empresarias y judiciales. Y romper con las recetas norteamericanas, que intentan imponer a la DEA como el campeón contra el narcotráfico, cuando es el país con mayor consumo de drogas a nivel mundial y de lavado de fondos.

IRINA SANTESTEBAN

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