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Los mariscales de la derrota: Alberto, Cristina y Massa

Se ha abierto un ciclo nefasto para la política y el pueblo argentino, con la asunción de un gobierno de corte neofascista y sometido a los dictados del gran capital financiero internacional. Y contra él debemos apuntar la mayoría de nuestros cañones, léase de nuestras luchas y críticas, buscando unidad popular contra Milei.

Sin embargo eso no quita que hay que ajustar cuentas con el gobierno que finalizó, el del Frente de Todos luego rebautizado Unión por la Patria, que no fue ni una cosa y mucho menos la otra.

No vamos a caer en el simplismo, de atribuir a ese gobierno de Alverso Fernández, Cristina de Kirchner y Sergio “Embassy” Massa toda la responsabilidad de que el facho libertario llegara a la Casa Rosada. Por supuesto influyeron muchos factores, como el apoyo de los grupos empresariales y mediáticos para que ese personaje nefasto se hiciera conocido y difundiera sus mentirosas propuestas. Por ejemplo, empresarios como Eduardo Eurnekian, dueño de Aeropuertos Argentina 2000 y los 36 aeropuertos concesionados por el menemismo y gobiernos que lo sucedieron, incluido el de 2019-2023. Otro tanto con banqueros como Darío Epstein, de BlackRock y Pampa Energía, el grupo Werthein de Negocios bancarios, agropecuarios y Telecom; Marcos Galperín de Mercado Libre, Juan Nápoli del Banco de Valores, los neoliberales cavallistas de CEMA; Marcos Pereda Born, el vice de la Sociedad Rural, etc.

Hecha esa aclaración necesaria, reafirmamos que las tres patas dirigentes del gobierno que terminó el 10 de diciembre fueron los mariscales de la derrota.

Y no de cualquier derrota sino una por 11 puntos que les sacó el ultraderechista en el balotaje, de 54 por ciento sobre 43: 14.476.462 votos para el presidente electo y 11.516.142 para el ministro de Economía.

Esa derrota peronista fue en todo el territorio nacional, excepto en las provincias de Buenos Aires, donde ganó por una uña, 1 por ciento; y en Santiago del Estero y Formosa. En el resto perdió y por mucho, lo que -junto con los resultados del 22 de octubre – impactó en la composición del Congreso, las legislaturas y gobernaciones.

La responsabilidad de aquellos mariscales no se limita al aspecto puntual de que al principio de la campaña inflaron a Milei con la idea de que dividiera los votos de la oposición macrista de Juntos por el Cambio. Y por ello incluso lo ayudaron con recursos y candidatos para que LLA armara sus listas en la provincia de Buenos Aires, como lo denunciaron Sergio Berni y Juan Grabois. Massa les dio esa manito…

La responsabilidad mayor del terceto peronista fue que gobernó pésimamente durante cuatro años, rompiendo sus promesas de campaña: por ejemplo que iban a investigar la deuda externa con el FMI, a mejorar los ingresos de los trabajadores y jubilados, etc.

La realidad fue que los trabajadores transfirieron a los empresarios 75.000 millones de dólares en esos cuatro años, según investigación de CIFRA-CTA. Los salarios y jubilaciones perdieron poder adquisitivo. La deuda ilegal de Macri fue convalidada en marzo de 2022 mediante un acuerdo vergonzoso con el FMI, y se comenzó a pagar con más ajuste y revisiones trimestrales de aquella entidad. Los fugadores de los 86.200 millones de dólares del lapso macrista quedaron impunes. Los presos políticos como Milagro Sala siguieron injustamente presos. La inflación se desbocó por culpa de los monopolios y la vista gorda del gobierno, inútil para controlar a esos formadores de precios y devaluando: ese gobierno recibió un dólar de 60 pesos y terminó con uno de 1.000. La inflación de noviembre fue del 12,8 por ciento, es del 148,2 en lo que va de 2023 y cerrará el año cercana al 200 por ciento, vapuleando el nivel de ingresos de las mayorías y empujando más a éstas a la pobreza y la miseria.

Esa Argentina dolorida, empobrecida y defraudada fue el terreno abonado por el peronismo para que floreciera la falsa expectativa en un facho libertario como Milei. Y pensar que durante años el peronismo acusó falsamente a la izquierda de “ser funcional” a la derecha por sus reclamos y planteos salariales y contrarios al FMI, de dejar de pagar la deuda externa fraudulenta. ¡Los funcionales a la derecha, a la ultraderecha, fueron ellos!

Un elemento nada despreciable de la derrota fueron las peleas internas entre los tres sectores que compusieron la alianza electoralista en 2019, que se mantuvieron hasta las elecciones de 2023, cuando no se ponían de acuerdo ni siquiera en el candidato. Iba a haber PASO, después que no, que mejor un acuerdo; eligieron a dedo a Wado de Pedro y Juan Manzur y duraron un día, reemplazados a dedo por Massa, el acuerdista con el FMI.

Había que ser muy tonto o creer en milagros, para pensar que ese ministro de Economía con una inflación que roza el 200 por ciento anual podía ganar las elecciones, apelando a unos parches y bonos.

Último, pero importante. Otra prueba de aquella convivencia de las cúpulas dirigenciales del peronismo con Milei es que varios funcionarios de esa etapa siguen en la etapa del neofascista: Daniel Scioli en la embajada en Brasil, Marco Lavagna en el INDEC, Guillermo Francos del BID ahora en Interior, Flavia Royón pasa de Energía a Minería, Guillermo Michel en Aduana, Leonardo Macdur en el FMI, etc.

Sin caer en ningún gorilismo, al PL le parece que los muchos compañeros peronistas honestos y del campo popular deberían romper con esos tres mariscales de la derrota y hacer que las corrientes más positivas de ese origen peronista, que tanto valoran a Evita, giren a la izquierda. No decimos que se hagan marxista-leninista-sanmartinianos como nuestro partido, sino que rompan con aquella dirección gran burguesa, cómplice del imperialismo y responsable del tsunami de la derrota, y conformemos entre todos un frente popular, antiimperialista y antifascista (ver Editorial).

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