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Editorial

Ninguna tregua política ni social con el gobierno neoliberal

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El gobierno de Mauricio Macri quedó en cueros en estos doce meses. Se desnudó a golpe de mentiras, como la de la pobreza cero, cuando generó 1.4 millón más de pobres. Con atentados al empleo, pues dejó 650 despidos y suspensiones diarias según el Centro de Economía Política Argentina (CEPA). Con ganancias para los monopolios y empobrecimiento generalizado, mediante tarifazos, devaluación y eliminación de retenciones al campo y las mineras. Les pagó a los fondos buitres, más un endeudamiento exterior en 90.000 millones de dólares y fuga de capitales. Aprobó blanqueos de capitales para favorecer a los evasores y delincuentes, ahora extendido a sus padres e hijos, vía decreto. Con persecución a quienes luchan, como lo demuestra la represión policial a varias protestas y sobre todo la detención de Milagro Sala y otros militantes de la Tupac Amaru.

Si uno de los logros del gobierno anterior fue la política de derechos humanos, ahora todo eso se quiere revertir, con negación del número de 30.000 desaparecidos, supresión de programas y financiamiento, envío de los genocidas a sus domicilios o a cuarteles bien acondicionados para ellos, con riesgo de fuga, etc.

El gobierno del PRO-Cambiemos sintoniza la onda conservadora y neoliberal de la región. De allí el contubernio con el golpista Michel Temer de Brasil para sancionar a Venezuela dentro del Mercosur, y la búsqueda de coincidencias con Washington y la Alianza del Pacífico en detrimento de la Unasur y CELAC.

Todo eso y mucho más significa el gobierno actual en perjuicio de los trabajadores. Como el Partido de la Liberación es de la clase obrera, acentúa su crítica por las agresiones que sufren éstos. A un salario que perdió 10 por ciento de su capacidad adquisitiva frente a la inflación, se le suma la campaña para lograr -junto al gran capital de la Unión Industrial- una flexibilización laboral y el cambio de los convenios colectivos.

Uno de los remates más entreguistas de esta gestión será, en el corto plazo, la reanudación de los créditos del Fondo Monetario Internacional. Como todos los anteriores, que condujeron a graves crisis económicas y políticas de Argentina, estarán ligados a condiciones leoninas y usurarias, y a graves concesiones de soberanía.

 

¿Qué hacer?

Todo lo arriba señalado no es un mero pronóstico del PL sino una dura constatación de la realidad, que puede ser aún peor si el gobierno de Macri no se encuentra con la horma de su zapato, o sea sino se lo enfrenta colectiva y valientemente en las calles. Ese escenario de resistencia es lo más aconsejable, lo que no significa menospreciar todos los demás planos donde hay que plantarle oposición: el sindicalismo, los medios y redes sociales, la lucha de ideas, el Congreso, la política doméstica e internacional, etc. En todos esos niveles hay que fortalecer la oposición popular al macrismo.

Una primera aclaración. Cuando hablamos de “oposición popular” no nos referimos ni ponemos de ejemplo a la coalición armada en Diputados alrededor de Sergio Massa para la media sanción del proyecto de reforma a la ley de impuesto a las ganancias. Oposición popular es otra cosa. Es la unidad de los trabajadores y demás capas del pueblo, con corrientes de izquierda antiimperialista, el progresismo y el kirchnerismo dispuesto a reivindicar las mejores medidas del gobierno de 2003-2015 y rectificar errores.

La juntada con Massa como referencia, en el mejor de los casos puede conducir a un recambio de la gran burguesía, para cuando el gobierno de Macri naufrague y tener una carta de reemplazo, como lo fue Menem para Alfonsín y De la Rúa para Menem.

La segunda aclaración es que una oposición popular al macrismo no firma treguas sociales de tres años (ni de tres meses ni de tres días con el gobierno), como lo hicieron el Movimiento Evita, Barrios de Pie y la CCC con los ministros Carolina Stanley y Jorge Triaca, a cambio de la emergencia social.

Y una tercera aclaración del PL. Todo el 2016 y una parte del 2017 no serán años electorales. Por lo tanto el gran esfuerzo de los sectores antiimperialistas debe estar puesto en la unidad político-programática, forjada alrededor de los reclamos populares en la calle, etc, antes que en lo electoral. Lamentablemente vemos a muchas agrupaciones debatiendo con ese eje electoral como el gran objetivo. Y dentro de ese electoralismo, una consecuencia casi inevitable es empezar a bailar la danza de las candidaturas, de dónde conviene ponerse, si con éste o con aquél.

A ese nivel lo más peligroso políticamente hablando es el operativo massista disfrazado de “unidad”. Con el argumento de sumar fuerzas para derrotar a Macri, varias agrupaciones están desbrozando el terreno para arrimarse al Frente Renovador. Algunos, como el Movimiento Evita y Libres del Sur, ya tiraron la chancleta. Otros están en eso.

El PL reitera que la prioridad es denunciar al gobierno de Macri y participar de las luchas obreras y populares, sin aceptar ninguna tregua. El eje debe ser la huelga, las movilizaciones y la resistencia masiva, y no las elecciones. La prioridad también es juntar a fuerzas de izquierda y antiimperialistas en un frente para la liberación, no para buscar un par de cargos menores negociando con Massa, el viejo amigo de la embajada yanqui.

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