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Las infames listas de Estados Unidos

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            La lista de Estados Patrocinadores del Terrorismo (SSOT, por sus siglas en inglés), es un mecanismo de política exterior de Estados Unidos, que sanciona a los países que su Secretaría de Estado, considera han prestado apoyo a actos de terrorismo internacional.

            Cuba fue designado de nuevo como Estado patrocinador del terrorismo el 12 de enero de 2021, apenas una semana antes de asumir el mandato presidencial el demócrata Joseph Biden, fue uno de los últimos coletazos del republicano Donald Trump, en el ocaso de su administración.

            Eliminada de esa infame lista en el 2015, por la administración demócrata de Barack Obama, representó una justa exclusión y propició vías constructivas para distender las tensas relaciones históricas entre los dos países. Su presencia injusta en esta denominación de un país, que no representa amenaza ni para Estados Unidos, no es nueva, cada año el 30 de abril el Departamento de Estado publica su informe sobre el comportamiento global del terrorismo, del cual se excluye. Un informe del Pentágono en 1998, reconoció que Cuba no significaba una amenaza militar para la seguridad nacional de Estados Unidos.

            A los países calificados como patrocinadores del terrorismo les son aplicadas un conjunto de renovadas medidas punitivas. Ahora, los cubanos que viajen desde Cuba a los Estados Unidos, serán sometidos a controles extraordinarios. Ironía, desde territorio norteamericano han partido en más de sesenta años, cientos de incursiones contra el territorio cubano, con la participación de cientos de terroristas, se han gestado actos de terror, que han ocasionado la muerte de 3 478 personas, heridas y secuelas en otras 2 099 y millonarias pérdidas materiales, daños y perjuicios.

            Sus autores han regresado a sus bases en la Florida y en otras ciudades norteamericanas sin ser molestados, allí han tenido refugio seguro, tolerancia y capacidad para actuar. En la actualidad invocan con libertad la violencia para alcanzar sus quiméricos objetivos políticos y ejecutan peligrosos actos de terror como el no esclarecido ataque contra la Embajada de Cuba en Washington.

            Tampoco escapan de estas medidas de seguridad, sostenibles a largo plazo, según la nueva normativa, una más, de la Administración para la Seguridad en el Transporte, TSA, estadounidense, aquellos ciudadanos que provengan o hayan pasado por los países “certificados”, incluidos sus nacionales, quienes ya tienen restringidos sus derechos ciudadanos por la prohibición de poder viajar a Cuba. Recientemente se han aplicado medidas adicionales para aquellos cubanos, quienes tienen varias ciudadanías y han viajado a Cuba, se les prohíbe el ingreso a Estados Unidos y se les exige visas, aun cuando portan pasaportes de países con los cuales existe libre visado.

            Las medidas comprenden un “férreo registro corporal completo y la inspección manual de sus efectos personales”, según los funcionarios encargados, que presentaron este incrementado control, que contará con novísimas tecnologías de detección y de imágenes avanzadas.

            También las aerolíneas, estadounidenses o no, estarán sometidas al intenso control. El registro histórico de los actos de terror realizados por los grupos extremistas de cubanos asentados en Estados Unidos, muestra que han atentado contra aviones de 12 líneas aéreas estadounidenses y contra sus aeropuertos civiles en 6 ocasiones.

            Sucesivas administraciones norteamericanas han anunciado una aparente concepción, una filosofía, una ética de enfrentamiento al terrorismo, que pudiera parecer justa y con la que habría que concordar, si tales valores fueran expresión honesta de la voluntad política de sus autoridades y se aplicaran consecuentemente. Pero, los intereses políticos y la retórica han primado en la diferencia entre lo expresado y la realidad.

            Ha sido una incongruencia el pretendido liderazgo que intenta asumir e imponer Estados Unidos en su lucha mundial y nacional contra el terrorismo y la práctica sistemática de permitir el accionar de grupos terroristas de origen cubano en su propio territorio, incluso en contra de la manipulada y no respetada Ley de Neutralidad.

            Esta lista donde la inclusión cubana es infame desde su origen y utilizada como pretexto para la aplicación de medidas coercitivas unilaterales, dirigidas a perpetuar el criminal bloqueo e impedir cualquier entendimiento para armonizar las relaciones, aunque este escribidor está persuadido que Estados Unidos, jamás renunciará a derrocar a la Revolución cubana, con el empleo de todos los medios y métodos a su alcance, tener un sistema político socialista a noventa millas es un reto para esos tiburones imperiales, que tampoco se convertirán en vegetarianos y admitirán a coexistir en paz y armonía con un país libre, independiente y democrático, que ha sido una presa apetecible desde hace más de doscientos años.

            Hace más de cuarenta años, en 1979, Cuba fue colocada por Estados Unidos en listas de supuestos países patrocinadores del terrorismo. La aprobación de la Ley de Administración de Exportaciones estableció la presentación por parte del Departamento de Estado de un informe anual al Congreso sobre terrorismo. Ese mismo año se emitió la primera lista de países que, según el rasero estadounidense, apoyaban el terrorismo internacional, en la que se incluyó a la Isla.

            Durante estas décadas, con manidos pretextos, se ha continuado la inclusión de Cuba en las certificadoras listas norteamericanas, que ignoran a organizaciones y terroristas de origen anticubano radicados en su territorio, no obstante haber ejecutado estas más de 400 actos de terror en su territorio, que han afectado intereses y a nacionales de más de 35 países, en primer orden al país que los concibió y ha protegido.

            En 1973, cuando no existía la colaboración regional para enfrentar al terrorismo y la piratería, Cuba suscribió acuerdos eficaces para combatir esos flagelos con Estados Unidos, Colombia, Venezuela, México. La firma entre las autoridades cubanas y norteamericanas de este convenio se produjo el 15 de febrero de 1973, y estuvo vigente hasta el 17 de abril de 1977, cuando fue denunciado por la parte cubana por la actitud cómplice de la administración de Gerald Ford con los terroristas anticubanos, que se conjuraron para sabotear el avión civil cubano, que explotó el 6 de octubre de 1976 en las aguas de Barbados.

            Paradójicamente cuando las autoridades cubanas conocieron que se gestaba un plan magnicida contra el presidente Ronald Reagan, trasladaron de forma certera, oportuna y concreta datos a las estadounidenses, que permitieron eliminar esa amenaza contra el mandatario, dando una muestra tangible de colaboración antiterrorista.

            JOSÉ LUIS MÉNDEZ MÉNDEZ

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