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Editorial

Frente Antiimperialista que rompa el bipartidismo fondomonetarista

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            La necesidad de un Frente Antiimperialista como herramienta imprescindible se puede demostrar desde varios ángulos.        Uno de ellos es el de las lecciones de la historia más o menos reciente. Se están cumpliendo veinte años del Argentinazo del 19 y 20 de diciembre de 2001, que echó al fantoche De la Rúa y su equipo de entreguistas al FMI, Domingo Cavallo y otros.

            Fue una rebelión popular impresionante, al cabo de años de luchas contra el modelo neoliberal menemista y luego aliancista, que costó muchos sacrificios y vidas del pueblo. En esas dos jornadas del Argentinazo, la Policía Federal y de las provincias asesinaron a 39 compatriotas, incluso a un niño.

            Esa conmoción social y política tuvo efectos muy positivos, porque abrió un proceso democrático más avanzado con el kirchnerismo, aunque sin romper con el capitalismo dependiente. Fuimos un poco más “independientes”, lográndose conquistas económicas y derechos humanos, que en Memoria, Verdad y Justicia venían de antes, con Madres y Abuelas.

            ¿Por qué esa situación revolucionaria de diciembre de 2001 no avanzó hacia el poder político y una revolución popular? No hay una sola explicación, pero una de las carencias que más limitó ese avance en dirección a la revolución fue la ausencia de una fuerza política antiimperialista. No la hubo antes del Argentinazo ni se formó durante los acontecimientos ni a posterioridad.

            Mao explicó en su tiempo que para hacer la revolución hacen falta tres “varitas mágicas”: Partido, Frente y Ejército. La realidad argentina lo comprobó. Había mucha lucha y gente en las calles, muchas asambleas y autoconvocados, mucha participación y debates, un buen avance en conciencia, movimientos piqueteros y asambleas populares. Pero no hubo Frente Antiimperialista. Y así nos fue. La dirección política del kirchnerismo llegó a su punto más alto en la Cumbre de Mar del Plata contra el ALCA, pero de allí en adelante empezó a decaer en su escaso contenido antiimperialista. Y así, tras los dos gobiernos de Cristina vino su derrota a manos de Macri y en la gestión de los Fernández nos están ajustando los monopolios, BlackRock y el FMI, con la deuda externa y los ajustes.

UN ESFUERZO FRENTISTA

            En la crisis del 2001, que abrió una situación revolucionaria de dos años, no hubo Frente. Veinte años después, el país está a las puertas de otro estallido social por la crisis legada por el macrismo, el año y medio de pandemia, y el año largo de ajuste del gobierno del Frente de Todos.

            Se está por firmar un acuerdo vergonzoso con el FMI (ver nota aparte), que provocará más hambre, pobreza, desempleo, tarifazos, ajuste y desigualdad social en un país y un continente de los más desiguales del mundo. Y todo eso para que los monopolios sigan engordando sus pingües negocios y el Fondo se lleve la mayor parte de los dólares del superávit comercial y el ajuste del gasto público.

            Eso provocará muchas luchas espontáneas, como en el 2001 y otros momentos de nuestra historia, porque no somos un pueblo de pusilánimes ni cobardes. Pero esos estallidos deben tener un conducción política, como condición “sine qua non” para  avanzar en política hacia resultados mucho mejores que los de veinte años atrás. Para graficarlo, no queremos un nuevo Kirchner en el gobierno sino un Chávez o un Fidel. O sea no aspiramos a un progresista sino a un antiimperialista, que se anime a expropiar a Techint en vez de ir a inaugurar el alto horno de Siderar y que esa empresa fuera la mayor beneficiada por la demanda de hierro de los planes Procrear de vivienda.

TRES COSAS NECESARIAS

            Para formar un Frente Antiimperialista lo primero es ponerse de acuerdo en que esa es una necesidad urgente y dar pasos prácticos en esa dirección.

            Lo segundo es acordar la política frentista y los objetivos de tal frente. El PL propone la lucha obrera y popular para romper con el FMI, dejar de pagar la deuda externa, invertir esos recursos en mejorar la situación de los sectores populares y en planes de obras públicas a cargo del Estado. Entre otros objetivos importantes debe estar la nacionalización de la banca y el comercio exterior, el sector siderúrgico y energético, de los puertos, astilleros y trenes de carga. Que el Estado tenga presencia directa en el rubro alimentos, con empresas, frigoríficos, granjas, huertas y acuerdos con cooperativistas y pequeños productores. El Frente requiere definiciones políticas y un programa sobre asuntos inmediatos y también sobre el proyecto de un país liberado.

            Lo tercero es ponerse de acuerdo en las características del Frente y el perfil de las fuerzas que pueden integrarlo. Nuestra lucha es antimonopolista y antiimperialista. No es anticapitalista en esta etapa, donde no tomamos como enemigos a todo capitalista sino a los monopolios Techint, Arcor, Santander, Toyota, Clarín, Pampa Energía, Molinos, etc. Los pequeños y medianos empresarios no son nuestros enemigos en esta fase y hay que sumarlos, o al menos a algunos, neutralizar a otros y aislar a la minoría.

            Lo importante es la unidad popular. No es un frente de izquierda contra toda la burguesía ni contra todo el peronismo, como plantean algunas fuerzas. Procuramos la suma de Pymes y de corrientes políticas que van alejándose del Frente de Todos, como el Frente Milagro Sala, Soberanxs, etc.

            Un Frente supone unidad de lo diverso, con prevalencia de valores populares y antiimperialistas que sumen a luchadores peronistas, grupos cristianos, independientes, de la izquierda marxista, militantes sociales, etc. Nadie debe ponerle la pata encima al otro. Seamos respetuosos de todas las fuerzas, más allá de su representatividad. Los hegemonismos y aparatismos son lo peor que puede sucedernos y ya sucedió otras veces. Es hora de aprender y recuperar el valor de la unidad.

            Esos son los aportes del PL que pone en consideración de posibles aliados y de la militancia popular.

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