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¿Cómo fue el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976?

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            “La dictadura iniciada en marzo de 1976 levantó una muralla de silencio sobre por qué, cómo y para qué unos argentinos asaltaron el poder y, para consolidarlo y mantenerlo , debieron matar con una crueldad desconocida, excepcional por sus métodos y magnitud, a otros argentinos”. (Prólogo del libro El Dictador).

            Luego de la muerte de Perón el 1 de julio de 1974, su viuda María Estela Martínez, asume la presidencia en un clima de agitación y enfrentamientos. La Triple A, el grupo terrorista de ultraderecha armado por López Rega para asesinar a opositores de la izquierda peronista y marxista, más la escalada de la insurgencia civil armada de la guerrilla ERP y Montoneros, la efervescencia estudiantil, las corrientes obreras clasistas en los cordones industriales de Buenos Aires, Córdoba, Villa Constitución, Jujuy y Rosario, etc, definían una situación revolucionaria.

            La gran burguesía agraria e industrial nucleada en el Consejo Empresario Argentino cuyo presidente era José Alfredo Martínez de Hoz, comenzó una campaña desestabilizadora cuestionando la política económica por paternalista, populista y proteccionista y exigiendo el cese de la intervención del Estado. Proponían en cambio, la libre competencia que, de  acuerdo con la eficiencia de cada uno en el libre juego de la oferta y la demanda serían el instrumento más eficaz para la asignación de recursos y la satisfacción de las necesidades. Ese “cambio de mentalidad” al que aludía Martínez de Hoz ponía el acento en el individuo como responsable final y único de su destino:el “hombre del mercado”.

            Esta política era impulsada por Estados Unidos para los países del Tercer Mundo. El golpe del ‘76 fue planificado y ejecutado en el marco del Plan Cóndor, un sistema clandestino de coordinación represiva entre países latinoamericanos promovido por EE UU como parte de la la doctrina de “seguridad nacional” que generalizó las dictaduras en América Latina, con el fin de mantener el control sobre esos países. Para hacer efectivos los planes golpistas, necesitaban las armas y para eso contaron con los  militares, que formados en la Escuela de las Américas, coincidían en propósitos e intenciones. A ellos se sumó la prensa canalla y “la ayuda” de la presidenta María Estela Martínez de Perón que el 6 de octubre de 1975 había firmado un decreto que llevaba como título: “Fuerzas Armadas-Ejecución de las operaciones militares y de seguridad necesarias para eliminar la subversión” y que en su artículo 1 le ordenaba a las Fuerzas Armadas y de seguridad el “aniquilamiento  del accionar de los elementos subversivos en todo el territorio nacional”.

            Y en la madrugada del 24 de marzo de 1976, la Junta militar difundió un comunicado en el que afirmaba asumir la conducción del Estado como parte de una “decisión por la Patria”, en cumplimiento de una obligación “irrenunciable” buscando la “recuperación del ser nacional” y convocando al conjunto de la ciudadanía a ser parte de esta nueva etapa en la que había “un puesto de lucha para cada ciudadano”.

            Detrás de las “emotivas” palabras del comunicado, se escondía la verdadera intención de los golpistas (militares, grupos económicos, civiles y eclesiásticos) que era instrumentar un plan económico que sirviera a sus intereses. Lo expresó claramente Martínez de Hoz (ministro de Economía de la dictadura)  en la Conferencia Monetaria Internacional de México, realizada en mayo de 1977, donde expresó que el “cambio de gobierno” constituía la “transformación de la estructura política y económica-social que el país tuvo durante casi 30 años.”

            Es decir, la transformación del modelo industrializador que desde la década del ‘40 generó empleo, permitió el desarrollo del mercado interno y dio un nuevo protagonismo al movimiento obrero organizado y a otros sectores populares. El terrorismo de Estado tuvo como objetivo disciplinar a la sociedad en general y a la clase obrera en particular apuntando a los activistas y a las organizaciones sindicales combativas. La cifra de muertos, detenidos-desaparecidos, los miles de exiliados, los bebés apropiados, el terror y la impunidad, etc, fueron el saldo trágico de la dictadura. Y en lo económico, la deuda externa pública y privada pasó de 8 mil millones de dólares en 1975 a a 45 mil millones en 1983. Solamente reformistas muy desviados podían afirmar “Videla es democrático” y “Viola es nacionalista” y proponer un gobierno de coalición cívico-militar.

   Este 24 de marzo, volveremos a decir que no olvidamos, no perdonamos, no nos reconciliamos ni damos vuelta la página.

   ¡Fueron 30.000! ¡Memoria, Verdad, Justicia! La revolución es un sueño eterno que haremos realidad.

ELENA RIVERO

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