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Barañao al ministerio, Monsanto al poder

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Desde la Agrupación Estudiantil TUPAC y el Partido de la Liberación siempre cuestionábamos qué tipo de profesionales se estaban formando y quiéne eran los principales beneficiarios de la investigación científica. Veíamos en Lino Barañao un ministro amigo de los monopolios y cuando se anunció en diciembre que seguía como ministro de Ciencia y Tecnología lo confirmamos. Barañao continuando en el cargo no fue una muestra de “madurez política” del FPV  y el PRO sino la continuidad de una política de investigación que, con lo bueno que tuvo, seguía al servicio de los monopolios.

En tiempos macristas, con la continuidad del ministro, lo que se mantiene sólo es el favor a los monopolios, porque se han reducido los presupuestos y muchos programas de investigación se cierran o quedan vaciados.

 

DE MONSANTO

Barañao investigó en universidades de Estados Unidos y en años del menemato alcanzó la jefatura del CONICET. En aquellos años Argentina y Estados Unidos hacían la punta en transgénicos. Recordado es el experimento hecho en ambos países con la producción bovina de leche para que las vacas –a través de la injerta de una hormona artificial- produjeran una mayor cantidad de lácteos.

Dicho engendro de la ciencia al servicio del capital fue criticado en la Unión Europea y Canadá. La alianza estratégica en “Revolución Verde” entre EE.UU. y Argentina, y con Barañao como agente, prosiguió con la introducción de la soja transgénica, que soporta cualquier cantidad de químicos y pesticidas y es comercializada por Monsanto. Volviendo al tema de las continuidades, la argentina kirchnerista se pareció a la de los ’90 en ese aspecto, pues la difusión de esas semillas resistentes al Roundup se aplaudió desde el estado y la empresa creadora del asesino “agente naranja” ocupó un lugar predominante, abriendo una planta procesadora de semillas de maíz en Rojas, provincia de Buenos Aires e intentando abrir otra de mayor capacidad productiva en Malvinas Argentinas, provincia de Córdoba. Barañao, que ha sido ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva desde la creación del ministerio, en el 2007, es un hombre clave en ese proceso.

“Mi principal compromiso es más pragmático que ideológico”, dijo Barañao sobre su paso de ministro K a ministro PRO. El compromiso al que hace referencia es más que nada con Monsanto y con el modelo del agro-business que no sólo contamina la tierra y a las poblaciones allí donde se produce soja y demás semillas transgénicas, sino que además favorece la concentración monopólica de la tierra, la expulsión de comunidades campesinas y pueblos originarios, la deforestación indiscriminada (y los desastres naturales, como las inundaciones, que ésta conlleva) y el envenenamiento paulatino de la población en general, que consume alimentos y productos derivados bañados de glifosato y otros venenos. Es para esos intereses monopólicos un ministro que ofrece garantías, así como lo es Aranguren para las petroleras extranjeras. Lo ha demostrado ninguneando al Dr. Andrés Carrasco (que demostró en términos científicos el daño de los transgénicos), como cuando en el reportaje dado a Nora Veiras, en Página/12 (3/5), aseguró que “se comprobó que no hay relación entre el glifosato y cáncer”.

Los compañeros de TUPAC vamos a luchar para echar a Barañao de Ciencia y Tecnología. Esperamos que también lo hagan aquellos que defienden los doce años de gobierno kirchnerista y vean que este no fue un ministro “nacional y popular” sino otro agente más al servicio de las multinacionales.

JUANJO GIANNOTTI

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