SÍGANOS EN

Beatriz Perosio

CRIMEN DE LUCIO

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Ataques de los antiderechos contra el feminismo

            El crimen del niño pampeano Lucio horrorizó a una sociedad que muchas veces permanece indiferente ante el maltrato o abuso de las niñeces. En este caso, quienes lo asesinaron fueron su madre y su pareja, lo que provocó un doble ensañamiento contra ellas: eran mujeres y lesbianas.

            El caso provocó reacciones que llegaron al clamor de venganza más que a un legítimo reclamo de justicia. Las autoras fueron condenadas por el Poder Judicial, en un plazo razonable, y el delito que se les atribuyó tiene la máxima pena que reconoce nuestro Código Penal: prisión perpetua.

            El Tribunal de Audiencias de Santa Rosa condenó a Magdalena Espósito Valente y Abigail Páez por “homicidio calificado”, agravado por el vínculo, ensañamiento y alevosía en el primer caso; y para Páez, ensañamiento y alevosía y en concurso con abuso sexual, también agravado. Correctamente, los jueces rechazaron el “odio de género” que había solicitado la familia de Lucio.

GÉNERO Y EDAD

            “La Violencia no tiene Género” tituló La Nación su editorial del 27/1. Luego tuvo que recular por haber puesto en boca de la titular del CELS, Paula Litvachky, una supuesta defensa de las asesinas de Lucio,que no había hecho. Ese diario de la oligarquía argentina tenía el objetivo de negar una realidad incontrastable: la violencia machista, que no asesina solo mujeres y disidencias, sino también las infancias.

            Las estadísticas muestran alarmantes números de violencia contra las niñeces, que sufren maltrato en el ámbito familiar, hasta llegar a la muerte, en ocasiones relacionados con femicidios, los crímenes de odio hacia las mujeres y diversidades. Se les llama “homicidios vinculados” por ser cometidos junto al asesinato de sus madres o para causarles dolor a éstas. En la última década, 120 niños y niñas fueron víctimas de estos homicidios. 

            Según la Oficina de Violencia Doméstica (OVD) de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, el 30% de las denuncias son casos de violencia familiar cometida contra niños, niñas y adolescentes; en el 80% de los casos los victimarios son los progenitores, de los cuales el 75% son varones.

CONTRA EL FEMINISMO

            Los sectores antiderechos han usado el horrible crimen de Lucio para atacar nuevamente al feminismo, por tratarse sus victimarias de mujeres y lesbianas.

            “¿Dónde están las feministas?” replicaban en las redes sociales, ignorando o mintiendo sobre la verdadera lucha del movimiento de mujeres y disidencias. Este colectivo es el que ha puesto en la calle, desde hace muchos años, la problemática de la violencia familiar, no sólo de género, sino también contra las infancias. 

            Periodistas feministas y editoras de género fueron escrachadas por haber supuestamente “defendido” a las asesinas. Nada de eso ocurrió. Esas comunicadoras enfocaban el caso desde una perspectiva que abordara la problemática de la violencia infantil, para combatirla y erradicarla, en vez de difundir el griterío histérico de la venganza. No se prendieron al discurso odiante de los medios hegemónicos y la prensa sensacionalista.

            Esos mismos sectores que se autotitulan “provida”, son los mismos que rechazan la plena aplicación de la Educación Sexual Integral (ESI) en las escuelas, con la consigna “ConMisHijosNoTeMetás”. Y está demostrado que la ESI es una herramienta eficaz para el abordaje de la violencia hacia las infancias porque crea un ámbito favorable para que cuenten lo que les pasa, y así detectar posibles maltrato y abusos.

            La formación de los y las docentes en la ESI es muy necesaria, ya que los signos de maltrato que evidenciaba Lucio debieron ser detectados en el jardín al que concurría. Pero para ello, los y las docentes deben contar con la debida protección de las autoridades educativas al activarse los protocolos para casos de violencia. Es que en el contexto actual de violencia que se vive en las escuelas, hay temor de denunciar por la posibilidad de agresiones de las familias de las infancias involucradas.

            Lo mismo con el sistema de salud, ya que Lucio había registrado cinco ingresos en diferentes hospitales de Santa Rosa, pero ningún profesional denunció que las lesiones que presentaba el niño podían ser evidencia de maltrato familiar.

JUSTICIA

            Las culpables del crimen de Lucio fueron condenadas, el Poder Judicial actuó con bastante rapidez, lo que no suele ocurrir en temas de violencia de género.   El sufrimiento y posterior asesinato de Lucio no ha quedado impune, y eso es mucho decir en Argentina, con una larga historia de impunidades en crímenes aberrantes, sea de personas adultas, mujeres, varones, disidencias, jóvenes y niñeces.

            Las Madres de Plaza de Mayo reclamaron durante 30 años por sus hijos e hijas desaparecidos, y por la restitución de sus nietos y nietas apropiados, 400 de los cuales, hoy adultos/as, todavía permanecen sin conocer su identidad. A más de cuatro décadas del golpe de Estado, más de mil genocidas fueron condenados por esos delitos, de lesa humanidad. Sin embargo, la mayoría, condenados a reclusión perpetua, están en cómodas prisiones domiciliarias. 

            Las asesinas de Lucio están en la cárcel y estarán allí por largos años, al igual que los rugbiers que mataron al joven Fernando Báez Sosa.

            Sin embargo, ni la violencia infantil ni los crímenes contra las infancias ni la violencia entre los jóvenes, se erradicarán únicamente con la cárcel, por muy duras que sean las penas. El Estado es responsable de la implementación de políticas públicas para evitar esas situaciones, mediante protocolos que detecten la violencia infantil, mediante campañas de prevención y defensa de los derechos de la niñez.

            Se necesita una sociedad que se involucre de verdad, sin odios ni estigmatizaciones, para evitar situaciones de maltrato, abusos y violencia, y se termine con los discursos odiantes y vengativos.

            Esa sociedad no es el capitalismo, desigual y violento, que afecta sobre todo a los sectores más vulnerables. Necesitamos una sociedad más igualitaria, con educación, cultura y valores humanos, donde ni el hombre (ni la mujer) sean sus propios lobos, con perdón de estos animales.

IRINA SANTESTEBAN

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