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Solidaridad con Bolivia

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En tiempos de Evo Morales, Bolivia experimentó el mayor crecimiento económico, social, político y militar de toda su historia. Los índices de crecimiento del PBI fueron los más altos de la región en los últimos años. Durante 14 años, el reconocimiento de los derechos de los pueblos pueblos indígenas, la nacionalización de recursos naturales y políticas constantes de inclusión e igualdad, las obras públicas, la alfabetización, la creación de universidades y centros de investigación, las mejoras en la salud y el transporte públicos, la estabilidad monetaria, parecían sustentar la estabilidad política y la reelección de Evo. No sucedió eso.

Antes de que se efectuaran las elecciones, comenzó a gestarse el golpe de Estado. Fue una operación organizada desde el exterior por los Estados Unidos y que contó´con la complicidad de la OEA y gobiernos títeres aliados de los yanquis, de sectores internos de ultraderecha, de iglesias evangélicas y medios de comunicación hegemónicos.  Ya antes de que se realizaran los comicios se instaló la idea de un presunto fraude electoral y se inició un proceso de desestabilización a través de grupos criminales que lograron tomar el control en algunas ciudades y que operaron al igual que las guarimbas en Venezuela.

En Cochabamba los motoqueros de la denominada Resistencia Cochala utilizaron bazucas y agua con químicos para atacar a militantes del MAS que intentaban levantar bloqueos en las vías públicas y restituir la paz. Grupos armados se movieron en forma coordinada desde Santa Cruz hacia La Paz y otros puntos estratégicos sembrando el terror en distintas ciudades y pueblos, persiguiendo funcionarios y líderes de organizaciones comunitarias, campesinas, indígenas, cocaleras y mineras que constituían la base social de apoyo al gobierno. Realizadas las elecciones que dieron el triunfo a Evo, con una diferencia de más de 10 puntos que era lo establecido por la Constitución, la oposición desconoció el resultado llamando a la rebelión ciudadana y exigiendo la intervención de la OEA y la renuncia del presidente. El gobierno accedió a que una comisión de ese organismo auditara los votos emitidos. Pero no esperaron el veredicto de la Comisión y el golpe comenzó con el acuartelamiento de la policía que creó zonas liberadas para grupos paramilitares que atacaron, agredieron y extorsionaron a ministros, parlamentarios y autoridades comunales que renunciaron en masa en cuestión de horas. El apremio y la amenaza al presidente por parte de los militares determinaron su renuncia y su salida hacia México y ahora está en Argentina.

Con 40 muertos, más de 1.000 detenidos, cientos de heridos, la persecución a los referentes y militantes del MAS, las casas saqueadas e incendiadas, la intervención de la TV Pública y las amenazas y arrestos de periodistas independientes, la humillación a las mujeres que usan polleras, la quema de la wiphala que representa la diversidad de naciones del Estado Plurinacional, etc, no dejan dudas para calificar  al golpe de Estado. La autoproclamada Añez y sus cómplices lo niegan, lo mismo que Bolsonaro y Macri en su momento. Trump, no tuvo inconvenientes en saludar y felicitar a los militares bolivianos….

Este golpe ha impactado dolorosamente en la región y deja enseñanzas para los pueblos de la Patria Grande. Existieron factores que hacen a la dinámica política del país: la existencia de una burguesía ligada al capital extranjero y a las exportaciones que siempre fue oposición a Evo llegando a un planteo separatista, además de sustentar un profundo desprecio a los indígenas.

Hubo también, nos parece, errores en la conducción del MAS que no reforzó su núcleo duro de apoyo: movimiento indígena, campesinos, mineros y cocaleros que en los últimos años sólo se expresaban a través de una COB burocratizada y con influencia de sectores troscos. Tampoco formó cuadros y dirigentes que pudieran asegurar la continuidad del proceso de cambio y ser el relevo de Evo y García Linera. Esas limitaciones se ponen de manifiesto ahora cuando se convoca a elecciones y sólo surgen 2 o 3 candidatos con trayectoria y reconocidos.

Hacemos nuestras las palabras del Che de que “no hay que confiar en el imperialismo ni un tantico así”, pero los dirigentes del MAS creyeron que como no tenían embajada yanqui no había problemas de golpe. No atendieron al trabajo de  las ONG financiadas por el imperio que en los últimos años instalaron la idea de que, si bien en Bolivia la situación iba bien, no había democracia. Promovieron el libre mercado y los “valores” del neoliberalismo formando jóvenes líderes. Las iglesias evangélicas también pusieron lo suyo para llegar al derrocamiento. EE UU ha lanzado una ofensiva para disciplinar y retrotraer a la región a una situación similar a la de la década del ‘70: golpes militares-cívicos y gobiernos títeres para saquear los recursos naturales de sus territorios, que protejan sus inversiones y los posicione en la puja que tiene con China y Rusia.

En Bolivia la crisis sigue. Con represión, detenidos y perseguidos. La creación del Centro Especializado Antiterrorista (CEAT), destinado a evitar la formación de “grupos subversivos”, después de mentir sobre una célula de las FARC en Santa Cruz, nos trae el triste recuerdo del “Plan Cóndor” y nos debe llevar a redoblar la solidaridad con el pueblo boliviano, con los que vienen a refugiarse y con nuestro compatriota Facundo Molares injustamente encarcelado en ese país a partir de falsas imputaciones.

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