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Necesitamos tanto al Che

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En noviembre de 1992 tuve la oportunidad de dialogar unas pocas palabras con el gran Fidel Castro, junto con otros asistentes al Encuentro Sindical Latinoamericano contra el Neoliberalismo, una vez concluido el mismo.

Y aproveché el momento para preguntarle: “Fidel, usted lo extraña al Che”. El comandante me contestó: “Por supuesto que lo extrañamos, era un ser muy inteligente y trabajador, con él nuestros problemas propios del periodo especial en tiempos de paz serían resueltos con más facilidad”. Palabras más o menos, eso dijo y se quedó grabado en mi memoria.

Y eso tiene vigencia hoy para Cuba. Con el Che sería más fácil cumplir con las metas del VII Congreso del Partido Comunista de Cuba, aplicar los Lineamientos de política económica y social, y navegar en esas aguas a veces turbias de la relación diplomática con Estados Unidos, más ahora con Trump.

Los argentinos también extrañamos al Che y lo necesitamos.

Por ejemplo, para tener confianza en un proyecto revolucionario antiimperialista y por el socialismo, aún bajo el peso de los cascotes que se cayeron del Muro de Berlín y la derrota que sufrio antes la Generación del ’70 con el terrorismo de Estado. El Che desafiaba las dificultades y aún las derrotas, ganándole a la muerte, como cuando enfrentó al militar boliviano que lo iba a matar en la escuela de La Higuera por orden de la CIA. Necesitamos tanto a esos revolucionarios que no se apichonan ni ante la muerte.

Sobre todo, lo necesitamos para denunciar el orden imperialista y dependiente impuesto a nuestro pais y la región latinoamericana, como sólo él sabía hacerlo en sus discursos y conferencias, pero ante todo en su militancia práctica. Porque el Che era eso, hombre teórico y de acción, de palabra y combate.

Por ejemplo, nos inspira su intervención en nombre de Cuba en la reunión de la OEA en Punta del Este, en agosto de 1961, cuando enjuició la política norteamericana para su país y Latinoamérica, desnudando el sentido de la “Alianza para el Progreso”.

Al enfrentar hoy a un imperio tan brutal como el que encabeza el magnate Trump, que protege a sus monopolios y bancos, se arma hasta los dientes y pone en riesgo tanto la paz mundial como la propia existencia de la civilización, al abandonar el acuerdo del cambio climático, vuelve a ser imprescindible ser guevaristas. Y recordar su sabia advertencia de “no hay que confiar en el imperialismo ni un tantico así, nada”. Esa lección no pasa de moda en estas tierras asoladas por el imperio y sus aliados Macri, Temer, Santos, Peña Nieto y otros reaccionarios que quieren destruir la Venezuela bolivariana.

Necesitamos estar munidos del internacionalismo del Guerrillero Heroico, porque hoy la lucha es importante darla en los docentes bonaerenses y por la libertad de Milagro Sala, pero también dar apoyo al pueblo venezolano azotado por el golpismo, a los sirios víctimas de una guerra terrorista desde 2011, al pueblo y gobierno norcoreano al que  amenazan con bombardeos, a Irán, demonizado como si fuera el mayor peligro a la paz mundial, a los palestinos que sufren medio siglo de ocupación sionista.

Frente a los nacionalismos estrechos, vale recordar que él era argentino de nacimiento, cubano por nacionalización y después revolucionario del mundo, que combatió en el Congo y fue asesinado en Bolivia. Su sangre, pero también su ejemplo, cundieron por cinco continentes. Ese legado es necesario tenerlo muy en cuenta hoy.

Aunque se ganó en la lucha sus galones de comandante, él era un cuadro político y militar, con conocimientos de economía, diplomacia y otros rubros. Aunque no se pueda llegar a ese grado de excelencia y de dirigente extraordinario, es un espejo donde debemos mirarnos los militantes en el sentido de que hay que saber hacer de todo. Son tiempos difíciles, donde hay que multiplicarse y ser también “polifuncional” como el Che.

Guevara fue dirigente del Movimiento 26 de Julio, devenido tras el triunfo de la revolución en Organizaciones Revolucionarias Integradas y en Partido Unido de la Revolución Socialista, que a partir de 1975 dieron lugar al PC cubano. Un hombre de partido, decidido a ganar a la vanguardia del pueblo trabajador para un marxismo-leninismo de raices martianas. Sólo con esa herramienta se podía voltear a Batista y avanzar hacia el socialismo, ese que él retrató en “El socialismo y el hombre en Cuba”.

Necesitamos al Che para entender mejor la necesidad del partido revolucionario. La espontaneidad y el heroismo de las masas son el gran componente de la revolución social, pero sin dirección organizada de un partido no se puede tomar el poder y menos conservarlo. A Cuba la bloquearon, la invadieron y buscaron derrocar a Fidel, incluso con 638 intentos de asesinarlo, pero se conservó el poder gracias a esa dirección fidelista, el PCC y sus organizaciones de masas.

Volviendo a lo nuestro, tenemos presente su Mensaje a los argentinos del 25 de mayo de 1962 en La Habana, cuando trazó la línea divisoria con los monopolios, como deslinde de campos entre amigos y enemigos. Y llamó a la unidad de comunistas, peronistas y socialistas: “Si fuéramos capaces de unirnos, qué hermoso y qué cercano sería el futuro”.

SERGIO ORTIZ

 

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