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Massazo contra el pueblo

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            Silvina Batakis estuvo menos de un mes al frente de la cartera de Economía. En ese lapso, y a pesar de contar con cierta fama de “heterodoxa”, dejó en claro que llegaba a completar el ajuste. Sus anuncios se centraron en el cumplimiento de los acuerdos con el Fondo y en restricciones al gasto público, mediante el establecimiento de topes a las distintas reparticiones públicas y congelamiento de las designaciones.

            Esa vocación ajustadora no fue suficiente para frenar la corrida cambiaria desatada apenas renunció su antecesor, Martín Guzmán, por lo que su pertenencia al gabinete albertista quedará como una efímera anécdota.

            Como en toda escalada del dólar, los precios locales se dispararon brutalmente, ajenos a toda lógica productiva interna e incluso muy por encima de los vaivenes internacionales. Aunque los economistas del establishment y los divulgadores que consulta la prensa hegemónica siguen adjudicando la inflación a la emisión monetaria (y a partir de ella, al déficit fiscal), la realidad volvió a mostrar el poder de un conjunto de actores que manejan el comercio exterior, controlan las divisas y pueden jaquear a cualquier gobierno e imponer la agenda de siempre: ajuste, recorte, endeudamiento, ayudas para el capital concentrado y especulativo, etc.

            La salida política que eligió el gobierno fue profundizar aún más la derechización, ungiendo -con el acuerdo de sus principales cabezas- a Sergio Massa como superministro y supuesto salvador. Las expectativas y los discursos en torno a su designación se parecen demasiado a los que se leían y escuchaban en 2001 cuando Fernando de la Rúa nombró a Domingo Cavallo en la cartera económica.

            Massa no es otro que aquél que en 2009 planteaba ante la embajada norteamericana la necesidad de un ajuste en las tarifas, acusando al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner de “destruir al campo”, según trascendió por los cables de WikiLeaks.

            Su unción en un ministerio que reúne a las que antes eran 3 carteras (Economía, Producción y Agricultura) fue un mensaje del gobierno en su conjunto (más allá de matices retóricos menores) para los sectores dominantes, los monopolios y el gobierno estadounidense. Les dijo a todos ellos lo que querían oír: más ajuste, menos planes sociales, menos subsidios a la energía (es decir, más tarifazos). Como resumió Guillermo Wierzba en un artículo de El Cohete a la Luna, el discurso de Massa no tuvo “palabras para el pueblo”. En cambio, repitió la cantinela de la baja del déficit fiscal, como siempre por la vía de la reducción del gasto y no del aumento de ingresos.

            Si bien los anuncios no fueron detallados, quedó en claro cuál es la dirección que seguirá la gestión massista. De un lado, “regímenes especiales” (es decir, beneficios) para la exportación agroindustrial, minera, hidrocarburífera y de la “economía del conocimiento”. Del otro, tarifazo (mediante la profundización de la quita de subsidios ya decidida por el gobierno) y corset a los planes sociales. De una parte, beneficios en el acceso a divisas para exportadores (para que las cambien por pesos); de la otra, en cambio, se mantiene el congelamiento de la planta del Estado.

            En todo de acuerdo con el discurso de los sectores ubicados más a la derecha del espectro político, Massa apuntó contra las organizaciones sociales, anunciando una “auditoría” de los planes sociales a cargo de las Universidades Nacionales (a lo que por supuesto nos oponemos totalmente) y amenazando con la suspensión para quienes “no cumplan”. Se sumó así a la estigmatización de esos colectivos, a los que se hace blanco de sospechas de malos manejos. Eso deja muy en claro las prioridades del gobierno, ya que se preocupa de los posibles malos manejos en la ayuda social, sin poner en la mira a los grandes evasores, la deuda externa demostradamente fraudulenta, los formadores de precios, los promotores y beneficiarios de las corridas cambiarias.

            La principal afirmación política del poliministro fue que cumplirá con las metas de déficit fiscal acordados con el Fondo Monetario. Esto significará la profundización del ajuste en los próximos meses.

            El objetivo principal que se plantea el gobierno con Massa es obtener más divisas para poder cumplir con el FMI. Todos los esfuerzos que anunció, que caerán sobre las condiciones de vida concreta de lxs argentinxs, no tendrán como corolario un fortalecimiento de la economía nacional, ni el impulso a actividades productivas o al fortalecimiento del mercado interno. Sólo serán para pagar la deuda legalizada y refinanciada con el Fondo.

            Es importante reiterar que esa deuda tampoco se adquirió para mejorar las condiciones de vida de la población, ni para apuntalar un desarrollo económico independiente, sino para solventar la fuga de divisas de los grandes tenedores de dólares (exportadores -sobre todo del sector agroindustrial-,  entidades financieras, transnacionales). Y ahora, para hacer frente a eso, se les vuelve a dar beneficios a costa de los ingresos, de la infraestructura, de la salud, de la educación de la gran mayoría de nuestro pueblo.

JORGE RAMÍREZ

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