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Maduro resiste bien y otra vez habrá dura pulseada en la OEA

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La novedad fue que el 1 de marzo la Cámara Alta norteamericana aprobó por unanimidad de republicanos y demócratas otra resolución contra Venezuela. Fue iniciativa del republicano Marco Rubio, de origen cubano-americano, y de los demócratas Ben Cardin y Dick Durbin, confirmando que en asuntos centrales el bipartidismo es una maquinaria unificada.

El Senado reclamó que “Venezuela se apegue a un proceso democrático”, como si fuera un régimen dictatorial. Y coherente con esa falsa acusación, Rubio y los suyos pidieron a la  OEA aplicarle a Caracas la Carta Democrática, que prevé sanciones contra el que se aparte del estado de Derecho.

Nicolás Maduro tiene mandato constitucional hasta el 10 de enero de 2019. Washington quiere que finalice hoy, ayer de haber sido posible. La movida yanqui recomenzó el 8 de febrero pasado, cuando senadores y representantes pidieron por carta a Trump que profundizara las sanciones. Cinco días más tarde se conoció la sanción de la OFAC contra el vicepresidente Tareck El Aissami. En la previa, Rubio había acompañado a Lilian Tintori, esposa del político preso Leopoldo López, a visitar la Casa Blanca, siendo recibidos por Trump y el vice Mike Pence.

Ante la presión del Capitolio, es obvio que el secretario general de la OEA, Luis Almagro, tratará de reponer en el temario a Venezuela, procurando penitencias. Ya en 2016 el uruguayo consideró que le cabía la aplicación de la Cláusula Democrática,  en sintonía fina con la desestabilización promovida por Barack Obama.

La entidad estaba dividida al respecto, con un núcleo duro que propiciaba sanciones. Venezuela lo llama la “Triple Alianza” (que históricamente fue verduga del pueblo paraguayo): los presidentes de Argentina, Brasil y Uruguay. Ellos habían desconocido el traspaso de la presidencia pro-témpore del Mercosur a Venezuela, en julio pasado. Y no contentos con ello, en diciembre no permitieron a la canciller Delcy Rodríguez participar de una reunión en el Palacio San Martín, dejando formalmente afuera a ese país.

En Paraguay volvió a gobernar la derecha y otro tanto en Brasil tras el golpe nacido del Senado corrupto que tanto había resistido la incorporación de Venezuela. Y en Buenos Aires no estaba más CFK sino un declarado enemigo del chavismo.

Ese nuevo contexto latinoamericano quiso ser aprovechado por Almagro para cantarle “jaque mate” a Maduro en la OEA. En el primer intento del 23/6/2016 no lo consiguió. En esa falta de resolución en la entidad con sede en Washington, pesó también que la MUD había fracasado en su plan original de obligar a Maduro a convocar al referendo revocatorio en 2016 para luego ganar nuevas elecciones antes del 10 de enero de 2017. De ese modo podrían coronar el derribo presidencial.

No lo lograron porque el gobierno y el pueblo venezolano resistieron, la Comisión Nacional Electoral y el máximo tribunal de justicia detuvieron el proceso de colección del 20 por ciento de las firmas del padrón, por los fraudes de la oposición en la primera fase. Y el revocatorio no fue posible, frustrándose los planes de la MUD.

Eso también afectó a Almagro y sus tutores norteamericanos, pero volverán a la carga, al compás de la nueva resolución del Senado y la primera sanción de la era Trump.

 

PUNTOS PARA MADURO

El clima destituyente en Venezuela tiene como promotor al PRO-Cambiemos de  Macri, que propuso sanciones dentro del Mercosur y la OEA desde su asunción. En su gira por Madrid incluyó sus habituales diatribas contra el gobierno de Maduro. Además de golpe bajo a un pueblo hermano, tuvo el agravante de la sumisión a los capitales españoles a los que pidió invertir más en Argentina.

“Venezuela se está convirtiendo en un auténtico laberinto para las empresas españolas. Las sucesivas y pronunciadas devaluaciones de los últimos años, los dividendos retenidos, el entorno político y la severa crisis económica pasan factura a los intereses del centenar de compañías con pasaporte español en el país latinoamericano”, se quejan Telefónica, Mapfre, Banco Santander, BBVA, Repsol, Meliá y otros pulpos. Estos fueron al “Foro Invertir en Argentina” organizado por “El País” y Macri les dijo sobre Venezuela lo que querían oír: “la OEA tiene nuestro apoyo; estamos alineados para mandar todos los mensajes que se puedan, incluida la Carta Democrática”.

La ayudita de esos amigos cuenta para Almagro y Washington, pero  hay muchos puntos a favor de Maduro. La oposición fracasó con el revocatorio. La Asamblea Legislativa controlada por la MUD desde la elección de diciembre de 2015 se auto-colocó fuera de la ley y fue penada por el Tribunal Supremo de Justicia.

El vice El Aissami está a la cabeza de un Comité contra el Golpe, y comparte responsabilidades con el general Vladimir Padrino López, ministro de Defensa. La participación de las Fuerza Armada Nacional Bolivariana en el gobierno es un gran factor a favor; en la mayoría de los países los militares impulsaron golpes clásicos o “blandos”, desde el pinochetismo en adelante.

Otra mejoría es económica, con los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP) desde el año pasado. Son organizaciones comunitarias que distribuyen casa por casa los productos alimenticios regulados de primera necesidad, evitando la corrupción y el bachaqueo o contrabando.

El precio del barril de crudo está en 40 dólares en vez de los 20 del peor momento. No fue magia, Maduro negoció con la OPEP de los países exportadores para limitar la producción y exportación hasta que subieran los precios. Y así llegó esta mejoría.

Nadie puede asegurar cómo saldrá la batalla en la OEA. Sí se puede decir que, aunque el árbitro está comprado (Almagro), Venezuela llega con los guantes bien calzados, salta sobre pies firmes y la alienta una gran hinchada continental.

EMILIO MARÍN – LA ARENA

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