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La revolución china cumplió 70 años, pum para arriba

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El presidente Xi Jinping estuvo el martes 1 en el acto central en Beijing, con centenares de miles de civiles y algunos miles de militares. Las autoridades visitaron, en señal de reconocimiento, el mausoleo que guarda los restos de Mao Tsé tung en la plaza Tiananmen.     

En Xinyang, provincia de Henan, el presidente honró a sus 130.000 mártires y expresó: “esta tierra roja se ganó con una lucha encarnizada y se pagó con la sangre de decenas de millones de nuestros antepasados revolucionarios; siempre debemos tener presentes los orígenes del poder rojo y atesorar la memoria de nuestros mártires revolucionarios”.

Este punto de vista comunista, de reivindicar el pasado revolucionario, es una de las vacunas que ayudan al socialismo de nuestros días, tan próspero y con tasas de aumento del PBI de “tasas chinas”, para que no se aburguese ni implosione como la URSS en 1991.

El presidente dijo el 1/10 a la multitud y al mundo, que “ninguna fuerza puede impedir que el pueblo y la nación chinos avancen”. Era un mensaje a Donald Trump, como diciéndole que sus sanciones de aumentar 15 por ciento los aranceles sobre productos chinos por 112.000 millones de dólares y otro aumento en diciembre sobre 300.000 millones, no van a doblegar a la nación asiática.

Como el imperialismo norteamericano no suele entender las exhortaciones, los chinos mostraron parte de su nuevo armamento, para ayudar al entendimiento de Washington.

La agencia Xinhua del 1/10, detallaba: “el desfile constituyó la primera aparición integral en público de las fuerzas armadas del país después de una masiva campaña de reforma. Todo el armamento exhibido el martes es de fabricación nacional. El 40 por ciento de los equipos, incluidos el misil nuclear estratégico intercontinental Dongfeng-41, el misil convencional Dongfeng-17, los bombarderos estratégicos de largo alcance H-6N, los cazas furtivos J-20 y los drones de combate de nuevo tipo, fueron exhibidos por primera vez. Alrededor de 15.000 oficiales y soldados, más de 160 aviones y 580 juegos de equipos, pasaron frente a la tribuna de Tiananmen en 15 formaciones a pie, 32 formaciones de armamento y 12 escuadrones aéreos”.

Los círculos más agresivos yanquis, que agreden a Cuba, Venezuela, Irán, Siria y Corea del Norte entre muchos otros países, y tienen planes similares contra China, dirán que esa demostración en la avenida Changan confirmaría la peligrosidad de Beijing.

La explicación china es que esas nuevas y sofisticadas armas sólo serán utilizadas para salvaguardar la soberanía nacional, la unidad y la integridad territorial y promover la paz, ya que su política de defensa siempre ha sido de naturaleza defensiva. No tienen bases militares en el extranjero. Abrieron en 2017 un centro de apoyo logístico en Yibuti, en el cuerno de África, para apoyar las misiones antipiratería y los rescates en el golfo de Adén y la costa de Somalía.

EE UU tiene 872 bases militares en 132 países, donde están acantonados 200.000 efectivos propios y no precisamente en labores pacíficas, como se comprueba en Siria, Afganistán, Irak, etc.

ECONOMÍA PUJANTE

Desde 1978, cuando China comenzó la política de reforma y apertura, hasta 2018, el crecimiento comercial por año fue del 14,5 por ciento. Ninguna otra economía siquiera se acercó a esos registros.

Lo más importante es que ese crecimiento benefició a masas populares. Liberó de la pobreza a 700 millones de personas. Un ejemplo para muchos gobiernos en el mundo, como el de Mauricio Macri, con 35,4 por ciento de la población bajo ese yugo.

Los avances chinos son espectaculares. En 1952, al comienzo de la revolución, su Producto Bruto Interno era de 30.000 millones de dólares y en 2018 alcanzó 13,61 billones de dólares: un incremento de 452 veces. Por eso en 2010 la economía china alcanzó el segundo lugar mundial y en breve llegará al tope del podio. Eso explica la agresividad de los gobiernos norteamericanos y la tirria contra Huawei.

El analista de Clarín, Marcelo Cantelmi, estuvo en Beijing y escribió: “la robótica es la puerta al otro mundo que pretende cruzar este país que mira a la Luna con un apetito minero difícil de imaginar. Ya han llegado con una sonda a la cara oculta del satélite. Y negocian con Rusia su exploración conjunta”. Comentó avances económicos y tecnológicos del país, pero mantuvo su visión crítica a la supuesta censura del gobierno y su policía, los sistemas de identificación facial e inteligencia artificial.

Eso va en línea con The New York Times y demás medios yanquis que fogonean la rebelión anticomunista en Hong Kong. Ocultan que el proyecto de ley de extradición a China continental se originó en que el año pasado una pareja fue a Taiwán; el hombre mató a su novia embarazada y regresó a Hong Kong. Taiwán lo reclamó sin éxito porque no hay acuerdo de extradición y tampoco puede extraditarlo Beijing para que rinda cuentas a la justicia. O sea que los manifestantes anticomunistas que pintan “Hong Kong no es China” en la legislatura atacada no defienden la justicia sino de hecho a un asesino confeso que cumple una pena menor por lavado de dinero y puede ser liberado en meses.

Al margen de esas propagandas inspiradas por EE UU, el socialismo chino sopló felices 70 velitas. Se prepara para festejar a fines de 2020 la meta de una “sociedad modestamente acomodada”. Y allí trazará el objetivo de “un gran país socialista moderno próspero, fuerte, democrático, culturalmente avanzado, armonioso y hermoso”.

China es una civilización de 5.000 años, pero sólo en los últimos 70, socialistas, dejó de ser el “gigante dormido de Asia” al que Napoleón aconsejaba no despertar. Despertó con la Larga Marcha de Mao y llegó a Tiananmen en 1949. Esa revolución hizo que el país de campesinos analfabetos llegara en 2008 con Zhai Zhigang a dar una caminata espacial agitando la bandera china y en 2010 al segundo lugar de la economía mundial.

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