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Haití: atroz realidad y la lucha por la liberación

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Grandes medios de difusión resaltan la “pobreza” extrema del pueblo haitiano. Después del terremoto del 12 de enero de 2010 y del huracán Matthew del 3 de octubre pasado, plantean que este pueblo se encuentra arrodillado. El pensamiento conservador no puede concebir que dicha realidad es una construcción histórica donde la dominación colonial esclavista y la post-colonial juegan un papel decisivo. No pueden aprehender que no se trata de un país pobre sino empobrecido. Haití se visualiza como un espacio geográfico maldecido donde sus habitantes no pudieron -y no pueden- construir una sociedad digna de vivir. Lo único que queda, entonces, es un llamado urgente a la caridad internacional. Y ellos lo hacen tratando de mostrar que sin esta acción humanitaria internacional, Haití explotará y eso representa una amenaza para la estabilidad regional.

Por tanto, toda política agresiva del imperialismo norteamericano en Haití estaría justificada, y además se enmarca en su auto consagrado derecho de aportar “correcciones” interviniendo militarmente en todos los lugares del mundo donde estima que no reinan la libertad, la democracia capitalista y la estabilidad política. De ahí la decisión de ocupar Haití durante 19 años (1915-1934), apoyar a dictaduras feroces como la de la familia Duvalier (1957-1986), promover golpes de estado, manipular elecciones para designar presidentes, disponer de los recursos naturales, crear zonas francas para instalar sus empresas pagando salarios miserables a los trabajadores, etc. Y para proseguir con dicho dominio sin mayores costos, luego del derrocamiento del presidente Aristide en 2004 y mediante varias maniobras en el seno del Consejo de Seguridad de la ONU, impusieron una ocupación internacional a través de un engendro denominado MINUSTAH (Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití).

Ahora bien, hace 12 años que la MINUSTAH está supuestamente para estabilizar, aportar ayuda humanitaria y facilitar la institucionalización del país a través de elecciones democráticas y periódicas. ¿Cuál es el balance? A todas luces, un desastre. La propia ONU reconoce que algunos de sus miembros cometieron abusos sexuales y violaron hasta niñas de 12 años, como así también su responsabilidad en la introducción del cólera que ya mató a más de 10.000 haitianos e infectó a más de 800.000.

Después de estos 12 años, el Estado haitiano demuestra su incapacidad para enfrentar cualquier fenómeno natural, ni siquiera puede organizar elecciones en tiempo y forma tal como lo recomienda la Constitución. Al contrario, luego de cada elección se registran violentos disturbios debidos a los fraudes y violaciones a los más elementales principios de lo que suelen llamar democracia.

Tras el huracán Matthew queda en evidencia que las tropas de ocupación no sirvieron -y no sirven- ni siquiera para proteger y preservar las vidas de los habitantes. Y, si se añaden las represiones a varias movilizaciones populares, las masacres en algunas barriadas populares, las intromisiones en los asuntos internos del país dictando abiertamente órdenes a los dirigentes de turno, etc, no puede existir duda acerca de la justeza de la exigencia de la inmensa mayoría del pueblo haitiano en cuanto al retiro inmediato e incondicional de la MINUSTAH.

Salir de este infierno social, político y económico, pasa por el desmantelamiento del orden neocolonial vigente y la dependencia. El retiro de la MINUSTAH constituye el primer paso. La elección reprogramada para el 20 de noviembre próximo, cuando se sabe que están entregando a las víctimas del huracán Matthew alimentos en mal estado y productos vencidos, es evidentemente una mistificación. Además, dicha elección no puede aportar soluciones a los acuciantes problemas que acosan a los haitianos. Se trata de otra farsa para maquillar la debacle y el fracaso de todo un sistema colapsado. Dicha elección, viciada desde el principio, va a reforzar la dominación extranjera y la reproducción del régimen neocolonial.

La lucha por la liberación es el desafío mayor del campo popular en Haití, y se articula con la construcción de un nuevo poder, de una nueva hegemonía, que no puede limitarse a cuestionar el orden vigente, sino aplicando acciones políticas concretas. Los protagonistas de este verdadero cambio serán los explotados sublevados.

                                                                                                   HENRY BOISROLIN

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