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En Colombia empiezan a fumar la pipa de la paz

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Juan Manuel Santos y Timoleón Jiménez, alias Timochenko, se dieron la mano, saludados por Raúl Castro, y mostraron las carpetas con lo suscripto. Estaban presentes el canciller de Noruega, Borge Brende, el otro país facilitador, así como Michelle Bachelet y Nicolás Maduro, pues Chile y Venezuela eran  acompañantes de los Diálogos de Paz iniciados el 19 de agosto de 2012 en La Habana.

La ONU se hizo presente por medio de su secretario general Ban Ki-moon, el danés Mogens Lykketoft, titular de la Asamblea General, y el embajador francés Francois Delattre, presidente del Consejo de Seguridad. Se había anunciado la presencia de John Kerry pero el norteamericano brilló por su ausencia.

El mundo había sido conmovido el 22 de junio, por el comunicado de ambas partes colombianas anunciando que se había llegado a un acuerdo sobre un alto bilateral y definitivo del fuego en un conflicto que a lo largo de 50 años provocó 260.000 muertos y 45.000 desaparecidos, así como 6,9 millones de desplazados.

A partir del 23 de junio se silenciarán los fusiles y las bombas en Colombia, con un alto al fuego bilateral. El estado colombiano se involucraba por primera vez porque hasta ahora hubo cinco o seis altos al fuego decretados unilateralmente por la guerrilla.

Si no se bombardean campamentos rebeldes quiere decir que no hay más muertes, al menos no de este tipo. Quedarán por resolver las muertes provocadas por la pobreza, el latifundio, la dependencia, el extractivismo, etc, pero esa es otra historia, aunque muy vinculada al conflicto armado que ahora tendría un fin anunciado, aunque no inminente.

Castro redobló la apuesta de Cuba para que en Colombia florezca la paz.  Y reivindicó la parte modesta pero fundamental que puso la isla en esta negociación, corriendo muchos riesgos políticos. El mandatario cubano reivindicó la declaración de la II Cumbre de la CELAC en enero de 2014 en La Habana, que definió a América Latina y el Caribe como una zona de paz. Con lo suscripto entre las partes colombianas, está más cerca de serlo. El comandante de las FARC, a su turno, rindió homenaje a Hugo Chávez por su papel favorable a la negociación pacífica, mediación que estuvo a punto de costar muy caro a Venezuela por los planes agresivos de los gobernantes colombianos.

Para Jiménez la guerrilla no pudo ser derrotada y ahora volverá al terreno de la lucha política, de cara a la población. Llegó a decir que las fuerzas militares antes habían sido adversarias y ahora debían ser aliadas.

En los ’80 la guerrilla abrió un diálogo con la presidencia de Belisario Betancur, que dio lugar a la vía política y electoral a la Unión Patriótica. Lamentablemente el estado y el paramilitarismo se la cerraron con 5.000 muertos de esa organización de izquierda; las FARC debieron volver a caminar sólo con la pierna guerrillera, amputada la otra.

Entre 1998 y 2002 hubo otro diálogo con la presidencia de Andrés Pastrana, en  San Vicente del Caguán. Tampoco la negociación llegó a buen puerto y otra vez la guerra tronó en Colombia. ¿Esta vez la tercera será la vencida, o sea la vencedora?

Sin guerra no tiene sentido una organización guerrillera. Si ésta no está más porque el conflicto desapareció es porque en un sentido el 50 por ciento de la paz le pertenece a la guerrilla. Y eso no puede llamarse fracaso, ni en Colombia ni en la Cochinchina.

 

LOS ACUERDOS

El alto al fuego bilateral y definitivo fue lo más trascendente. También se convino la forma como las FARC harán dejación de sus armas y se concentrarán en 23 zonas en 22 municipios de 12 departamentos. Los asuntos concernientes a los campamentos de milicianos serán supervisados por entes tripartitos, de ambas partes y la ONU, que ha designado una misión a cargo de Jean Arnault.

Saber si se respeta el alto el fuego es algo relativamente fácil de verificar. En cambio, la elaboración de leyes contra el accionar de los paramilitares -un tema que resulta de vida o muerte para las FARC- y la dejación de armas de los guerrilleros -asunto vital para Santos y sus comandantes militares- no son de tan rápida resolución.

No sólo faltan resolver aquellas cuestiones, sino también otras que falta implementar, como la Jurisdicción Especial para la Paz, con salas y tribunales que entenderán en crímenes de lesa humanidad, donde no habrá impunidad, y rebajas de penas en otros delitos. Santos apuntará contra los guerrilleros como si fueran los genocidas, y las FARC dirá que los mayores crímenes fueron del Estado y los paramilitares.

Falta el mecanismo para refrendar lo firmado en La Habana y que deberá ser firmado en Bogotá. Los rebeldes aspiraban a una Asamblea Constituyente, para que recogiera parte de los acuerdos y pudieran reformarse otros capítulos de la Constitución con letra progresista. El gobierno se negó de plano y planteó otra alternativa, menos riesgosa para las clases dominantes: que el Congreso aprobara una ley convocando a un plebiscito que convalide o no los acuerdos de paz.

En este punto se registra la mayor concesión de las FARC, porque han accedido a tal plebiscito, en la medida que lo decida la Corte Constitucional.

Los Diálogos de Paz todavía tienen riesgos latentes. Si luego de 4 años de negociación y con todos los acuerdos habidos, el plebiscito tuviera un resultado adverso, ¿se volvería al conflicto armado?

Esa hipótesis no es de ciencia ficción aunque no es lo más probable. Puede haber otros peligros más concretos, como que Álvaro Uribe promueva violencia contra guerrilleros en tránsito a la desmovilización. Eso puede ocurrir también de la mano de militares que temen ser condenados por las masacres.

El mayor responsable de la guerra sucia fue el Estado, latifundistas y militares financiados por EE UU. Y a la hora de la paz los mayores riesgos también provienen de ese lado, no de las FARC.

EMILIO MARÍN – FUENTE: LA ARENA

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