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El rol de la iglesia cómplice con la dictadura

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Este año, a tono con la visión del poder político, la Conferencia Episcopal Argentina inició una ronda de reuniones con familiares de víctimas de la dictadura y de militares, con el anunciado objetivo de promover la “reconciliación”. Desde su misma enunciación, el planteo eclesiástico remite a la “Teoría de los Dos Demonios”, que pretende equiparar las acciones de las organizaciones armadas con el terrorismo de Estado.

Las expresiones de la cúpula de la iglesia no son una postura novedosa en esa institución. La iglesia argentina tuvo como un rol de apoyo y sostén de la dictadura, con algunas honrosas y destacables excepciones.

 

IGLESIA Y DICTADURA

Emilio F. Mignone cuenta que la noche antes del golpe del ‘76, Videla y Massera se reunieron con la máxima conducción de la iglesia católica, personificada entonces en los obispos Primatesta, Tortolo y Aramburu. Consumado el golpe, la gran mayoría de los obispos adoptó el discurso impuesto por los dictadores, justificando la acción de los militares y poniendo en duda los planteos que le harían llegar los familiares de los detenidos y desaparecidos.

De más de 80 obispos del país, sólo tres se expresaron públicamente en contra de las atrocidades de la dictadura: Angelelli, De Nevares y Hesayne. Algunos -pocos- más apoyaron a las familias de manera privada, sin confrontar abiertamente con la dictadura.

A partir de su investigación sobre las cartas recibidas por la iglesia pidiendo que intercediera por desaparecidos, Horacio Verbitsky reveló cómo la jerarquía respondía en línea con la posición de la Junta Militar, achacando todos los males a la “subversión” y al “asalto marxista con intento de toma de poder” y tratando de minimizar las acciones represivas, las torturas, las desapariciones y todo el horror desplegado por la dictadura. Las respuestas incluso negaban que la iglesia sufriera algún tipo de limitación, desconociendo deliberadamente los asesinatos y secuestros de sacerdotes y monjas comprometidos con su pueblo.

Algunos sacerdotes se involucraron más profundamente en el proceso represivo. Von Wernich constituye un caso emblemático: trabajaba junto con uno de los más brutales asesinos y torturadores, Ramón Camps, “bendiciendo” los operativos mientras les decía a las víctimas que ellos se habían buscado las desgracias y que no debían odiar a los represores.

 

BERGOGLIO NO ERA AJENO

El Papa Francisco, cuando era Jorge Bergoglio, estuvo involucrado en casos que no pueden ni deben ser olvidados. En 1979, la familia de Elena de la Cuadra se entrevistó con el sacerdote en su búsqueda de la militante secuestrada dos años antes, e indagando sobre el destino del bebé que esperaba en ese momento. Ese encuentro está documentado, pese a lo cual el actual pontífice siguió asegurando que desconocía el robo de bebés durante la dictadura.

Otro caso que compromete el rol del papa actual durante la dictadura es el del secuestro de dos sacerdotes jesuitas, Yorio y Jalics, quienes estuvieron detenidos en la ESMA. En aquel entonces Bergoglio era el Provincial de la Compañía de Jesús, y en tal calidad recibió a familiares de Yorio, cuyos testimonios revelan el desamparo de los religiosos por parte de la congregación y la actitud de parte del ahora pontífice de sembrar dudas, sospechas y miedo entre quienes solicitaban su intervención. También se sabe, en otro orden, que Bergoglio no recibió nunca a los familiares de los chicos abusados por el cura Grassi, pedófilo.

Ahora en su rol de Papa, Bergoglio tuvo algunas actitudes valorables; sin embargo, estos antecedentes no pueden dejarse en el olvido.

Su postura fue parte de la que tuvo la iglesia católica en conjunto, que sirvió de soporte para la acción de la dictadura, sin tener un rol de denuncia que cabría de esperar desde los valores cristianos, como los que encarnaban obispos como De Nevares o Hesayne, pero especialmente Angelelli y Ponce de León, y sacerdotes como Carlos Mugica y monjas como Leonie Duquet y Alice Domon, los palotinos y otros, que pagaron con sus vidas el compromiso en serio con el Evangelio y con el pueblo.

¡Que la iglesia abra sus archivos para conocimiento de todos los argentinos!

 

MARÍA ALANIZ

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