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El Cepo y el Default de Macri

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Apenas una semana después de haber asumido la presidencia, Macri dispuso la eliminación de restricciones en el mercado de cambios establecida durante el gobierno anterior, a las que la prensa y los voceros neoliberales dieron en llamar “cepo”.

Así habilitó que cualquier particular compre hasta u$d 2 millones sin tener que pedir autorización a la AFIP, o -lo que es equivalente- sin demostrar el origen de los fondos con los que realizara la compra. Además, facilitó el envío de remesas a las casas matrices por parte de las empresas extranjeras y simplificó las importaciones. Esa decisión, festejada por la prensa económica dominante, no beneficiaba en absoluto a la enorme mayoría de los argentinos que no tiene entre sus gastos habituales la adquisición de moneda extranjera; en cambio, brindó los medios para la fuga de divisas e impulsó una brusca devaluación que empobreció rápidamente a quienes tienen sus ingresos en pesos.

La eliminación del “cepo” fue justificada en que la eliminación de trabas atraería la inversión extranjera, cuya reticencia a traer dólares sería ocasionada por estos obstáculos. En la misma dirección, el gobierno eliminó toda la normativa que obligaba a los exportadores a dejar en el mercado local los dólares que obtuviera de sus transacciones. Además, con el pago a los “Fondos Buitres”, recuperó posibilidades de acceder al crédito externo, lo que posibilitó el endeudamiento en los mayores niveles de la historia.

Luego de casi 4 años de gestión macrista, la mayoría de los capitales que se llegaron a estos lares lo hicieron con fines especulativos. Esto se acentuó desde mayo del año pasado, cuando el gobierno decidió enfrentar la suba del dólar otorgando las tasas de interés más altas del mundo, al tiempo que restringía la circulación de pesos.

Ese cuadro promovió la “bicicleta financiera”: llegaban dólares para aprovechar las múltiples gangas del gobierno argentino (Lebac, Letes, otros títulos de deuda a corto plazo) obteniendo brutales ganancias en pesos… que se convertían nuevamente a dólares y se iban del país. Si el dólar no sube, y las tasas son siderales, la bicicleta crece. No llegan capitales para inversión productiva y los sectores con mayor poder económico local también se suman a esa timba que reporta ganancias masivas y fáciles. El correlato de esa fiesta es el empobrecimiento de la población: ajuste en el Estado, achicamiento de presupuesto para salud, educación, trabajo, etc.; despidos masivos, destrucción de puestos de trabajo, debacle de las PyMEs y del mercado interno.

Ese cuadro no puede sostenerse por siempre; el ajuste no puede ser infinito, aunque el gobierno y los ortodoxos lo deseen. Los dólares que ingresaban, incluso los del masivo y extraordinario préstamo del Fondo Monetario, fueron a la fuga: salieron más de u$d 92.000 millones, alrededor del doble de lo que ya entregó el FMI.

En ese cuadro, el pago de la enorme deuda se hace cada vez más difícil, por más que intenten seguir descargando el desequilibrio sobre la mayoría de la población. Muchos medios internacionales ya habían advertido que Argentina se había convertido en una de las economías más frágiles, con la sospecha de que no pagará sus deudas.

Con la paliza electoral propinada al gobierno, se disparó el riesgo país (que califica el JP Morgan como indicativo de la posibilidad de que no se “honren” las deudas) y continuó la fuga de divisas. Así las cosas, el gobierno adoptó medidas en contrario de aquellas que promocionó como fundantes de una era de crecimiento económico: cambió unilateralmente las condiciones de pago de algunas deudas de corto plazo, impuso restricciones a la compra de dólares y estableció exigencias para que los exportadores liquiden sus divisas en el país. Esas decisiones no apuntaron a fortalecer la economía nacional: por el contrario, la postergación de plazos (bajo el opaco vocablo “reperfilamiento”) involucró fundamentalmente a deuda en pesos nacionales, al tiempo que habilitó una forma de salvar a los acreedores de esas deudas… a costa del sistema previsional. Así, el gobierno aceptó reconocer el valor total de las letras a las que les cambió la fecha de pago a cambio de deudas previsionales y con el Anses. El escenario internacional se complicó más ya que las calificadoras de riesgo decretaron el default parcial o bajaron la nota de la deuda argentina, volviendo aún más difícil la toma de créditos externos y la posibilidad de seguir pateando deuda para el futuro.

Además, el nuevo cepo de u$d 10.000 dólares fue establecido un domingo, 5 días después del “reperfilamiento”. En ese lapso, poderosos empresarios ya habían comprado dólares sin ser afectados.

La liberalización cambiaria no trajo inversiones, facilitó la fuga de capitales y se mantuvo hasta aquí a costa del ajuste a la población y de un endeudamiento que no trajo nada favorable a la economía local. Pagar esa deuda significaría que el pueblo sea el garante de la timba financiera.

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