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¿Cómo combatir la inflación?

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“La inflación es la demostración de tu incapacidad para gobernar”, decía Mauricio Macri en 2015, lanzado en la campaña para las elecciones que lo llevarían a la presidencia. Decía que resolver la inflación sería “lo más fácil”. Ya en el poder, el millonario devenido presidente afirmó en varias oportunidades que “la inflación está bajando”, apoyándose en algunos datos parciales de su INDEC.

¿Qué había intentado el gobierno para frenar a los precios? El primero que estuvo en el Banco Central, Federico Sturzenegger, planteó la liberación del mercado de cambios (libertad para la compra y venta de dólares) junto con una política monetaria restrictiva, es decir, achicando la cantidad de dinero en circulación.

En la misma línea se posicionó el ministro de Hacienda de entonces, Alfonso Prat Gay, quien culpó a la “grasa militante” por las supuestas ineficiencias del Estado y pronosticó una inflación del 25% para el primer año de gestión.

Detrás de este combo hay algunos datos empíricos, una tesis reiteradamente desmentida e intereses de clase. El dato es que la cantidad de dinero circulante tiene que ver con la inflación, aunque sus efectos no tienen impacto en el corto plazo y en cambio suelen deteriorar las condiciones de vida de la población. Por otra parte, el discurso de culpar a “la maquinita” (por la emisión de pesos) de todas las espirales inflacionarias encubren otros factores como el de la devaluación y la concentración económica. Y este último aspecto es el que se favorece con las posiciones de linaje monetaristas: buscan bajar la inflación evitando que haya plata, sin tocar a los monopolios que pueden abusar libremente de sus posiciones dominantes.

Lo cierto es que ni el mantra de monetaristas y afines, ni la salvaje ola de despidos rindió los efectos buscados. El primer año terminó con una inflación del 41%, el segundo rondó el 25% y en los primeros 9 meses de su tercer año de mandato, la inflación acumula el 31%, superando la peor marca del gobierno de Cristina Fernandez de Kirchner (2014) para igual período. Conste que no estamos tomando como referencia a las cifras fantasiosas del INDEC intervenido de entonces, sino los datos de la Dirección de Estadísticas de la Ciudad de Buenos Aires.

El último Relevamiento de Expectativas del Mercado realizado por el Banco Central reflejó que consultoras, agentes financieros y académicos esperan que la inflación este año llegue al 44,8%.

Es decir que el gobierno ajustó, restringió el dinero circulante (por menor emisión y por altas tasas de interés que incitan a mantener la plata depositada), liberalizó el mercado (y la fuga) de divisas, despidió miles de empleados, achicó las jubilaciones, quitó beneficios a trabajadores… y exhibe una inflación superior a las de los últimos años del gobierno anterior.

Ante la evidencia de una marca récord en la suba de precios, vuelve a anunciar restricciones en la emisión de moneda, reiterando por millonésima vez que si no hay plata no se comprarán dólares y éste no subirá… olvidando decir que tampoco se comprará comida, alimentos, ropa, etc.

¿QUÉ HACEMOS?

Mirando más de cerca se ve que los precios que más subieron son los que tienen que ver con el consumo de los sectores de menores ingresos. La “inflación de los trabajadores”, que mide el Instituto Estadístico de los Trabajadores en función de los consumos habituales de los asalariados, reflejó un aumento interanual del 40%. Las tarifas y los alimentos estuvieron entre los rubros con mayores incrementos, lo que está relacionado con la dolarización de las primeras (decidida por el gobierno) y la concentración de la producción alimentaria en pocas manos. Estos, a su vez, tienen la capacidad de fijar precios en función de sus ganancias, y en un contexto de pesos devaluados esas ganancias son mayores por la exportación; el que quiera comer algo que se exporta, tendría que pagarlo tanto como los extranjeros.

Allí se vislumbra hacia dónde debería actual el Estado: controlar a los formadores de precios (eliminar los monopolios, en definitiva), controlar el comercio exterior y promover de forma activa la economía orientada a las necesidades nacionales. El Estado para este gobierno es prescindente respecto de las necesidades y de los derechos, pero muy presente cuando se trata de represión.

Al lado nuestro hay un ejemplo que pone en jaque el recetario oficial: Bolivia muestra un crecimiento sostenido del PBI, manteniendo tasas de inflación anual por debajo de un dígito. El mes pasado, el Banco Central de la República Plurinacional actualizó sus previsiones para este año, estimando un crecimiento del 4,7% y una inflación del 3,5%. Y eso en un marco que contempla la asignación del 7,7% del PBI a Educación y del 6,8% para Salud.

La solución para la inflación pasa necesariamente por una política al servicio de la mayoría del pueblo y del desarrollo nacional independiente.

JORGE RAMÍREZ

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