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Assange victorioso en ONU, pero el imperialismo lo retiene

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El periodista y fundador de WikiLeaks está asilado en la embajada de Ecuador en Londres desde el 19 de junio de 2012, cuando podía caer preso de la policía británica. La justicia sueca había librado orden de detención, con acusaciones de delitos sexuales contra dos mujeres en 2010, que lo denunciaron por acoso sexual y violación. El cargo menor ya prescribió pero el otro no prescribirá hasta 2020.

Estocolmo quería extraditarlo por esas causas y luego deportarlo a Washington, donde se lo acusaba de espionaje ilegal, un delito tan grave que implica hasta la pena de muerte. Por eso quien se declaró inocente de aquellas acusaciones en tierra nórdica y aclaró que las relaciones sexuales habían sido de común acuerdo, entró a paso rápido a la embajada de Ecuador hace casi cuatro años. El presidente Rafael Correa le concedió el asilo porque era víctima de una maniobra del imperialismo yanqui, concertado con otros gobiernos europeos.

No era para menos. EE UU estaba furioso porque WikiLeaks había difundido 500.000 cables secretos militares sobre la guerra en Irak y Afganistán. Además filtrado otros 250.000 cables diplomáticos sobre su espionaje en Francia, Alemania, Japón, Brasil, Argentina y México.

En esas informaciones, roto el secreto impuesto por la Casa Blanca, el Departamento de Estado y el Pentágono, el imperialismo quedaba al desnudo. Sus guerras imperiales, en nombre de la “lucha contra el terrorismo” en esos frentes de Medio Oriente y Asia, eran invasiones para saquear recursos, bombardeos, cárceles secretas, torturas, gobiernos títeres, mentiras a la prensa, etc. Eso fue puesto en conocimiento de muchos millones de personas por Assange, gracias a los cables que le filtró desde su puesto en Irak un militar digno, Bradley Manning, que luego asumió identidad femenina como Chelsea Manning. Ella fue condenada a 35 años de prisión y si Assange llegara a caer en la justicia yanqui le darían perpetua o la silla eléctrica o inyección letal o la horca.

Es que además del affaire “cables Manning”, el australiano fue solidario con un ex espía de la consultora Booz Allen, contratista de la CIA y la NSA, que desertó en 2013 y desde Hong Kong hizo revelaciones extraordinarias. A Edward Snowden, WikiLeaks lo ayudó a salir de esa zona especial de China y viajar a Rusia donde el gobierno de Medvedev y Putin le dieron refugio temporal.

La campaña por apresar a Snowden era tan brutal que en 2013 el presidente Evo Morales corrió riesgo de muerte con su comitiva en avión oficial, de regreso desde Moscú. Es que varios gobiernos europeos, a requisitoria de Obama, le negaron el derecho de volar sobre sus territorios con el argumento de que llevaba oculto en su pasaje al ex espía. El “delito” de Snowden había sido filtrar los documentos de los programas de vigilancia masiva internacional llamados PRISM y XKeyscore. Merkel, Hollande, Dilma Rousseff, Peña Nieto y otros presidentes habían sido alevosamente espiados.

Assange estaba siendo perseguido como si fuera líder de una organización terrorista internacional. Su vida peligraba y debió asilarse en la embajada. Como David Cameron no le otorgó el salvoconducto para salir de allí libremente, una vez que Correa le dio oficialmente el asilo, tuvo que permanecer encerrado y virtualmente preso. Mientras tanto, y a pedido de EE UU, los bancos y compañías de pago electrónico le cerraron las cuentas y bloquearon a WikiLeaks, para condenarla a la desaparición. También en esto fracasaron, porque los abogados de la entidad lograron el levantamiento de ese bloqueo.

En 2014 el asilado presentó un pedido ante el Comité de la ONU sobre Detenciones Arbitrarias para que declarara que la suya era una detención ilegal. Y el 5 de febrero pasado, desde Ginebra, dicho Comité falló a favor, con la recomendación de que se lo indemnizara por esa arbitrariedad.

Baltasar Garzón, uno de los abogados patrocinantes, declaró que su cliente había obtenido una victoria legal, no meramente moral. Se puede agregar que fue una victoria política de la comunicación libre y de las víctimas de la persecución del imperio. La resolución del Comité de la ONU dejó en el ridículo al gobierno norteamericano y al Reino Unido. A los ojos del mundo quedó claro que ambos gobiernos–con un rol menor de Suecia- mantienen encerrado al fundador de WikiLeaks porque están dolidos por las revelaciones de sus cables.

Lamentablemente Assange seguirá en su estrecha habitación de la embajada, porque los victimarios no quieren soltarlo. Esto demuestra cómo consideran a la ONU: si adopta fallos favorables al imperio, la alaban; si resuelve en su contra la desconocen, como si Ban Ki Moon fuera un surcoreano más.

 

SERGIO ORTIZ

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