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Intento de golpe de Estado en Bolivia

            El 26 de junio pasado existió un intento de golpe de Estado en la República Plurinacional de Bolivia. Un grupo de tanques, blindados y efectivos militares salieron de sus unidades y llegaron hasta la plaza Murillo de La Paz y uno de esos vehículos tiró abajo la puerta de la sede gubernamental, la Casa Grande del Pueblo.

            El grupo sedicioso estaba encabezado por el titular del Ejército, general Juan José Zúñiga, el comandante de la Fuerza Aérea y otros altos oficiales; solamente la Policía se marginó de ese golpe contra el gobierno del presidente Luis Arce y el vice David Choquehuanca.

            El propósito de los golpistas lo había anunciado dos días antes Zúñiga en una reunión de los conspiradores: quería liberar a “los presos políticos” (sic) como la golpista de 2019, Jeanine Añez, presa por ese motivo, y al ex gobernador de Santa Cruz, Luis F. Chamorro, otro golpista y cabeza de varios levantamientos violentos desde ese departamento del oriente boliviano sojero y exportador.

            Ahí no terminaba el programa. Zúñiga y los suyos querían impedir que el expresidente Evo Morales, líder de un amplio sector del MAS, pudiera presentarse a las elecciones del año 2025. Esta posibilidad es una de las variables políticas que sacuden al movimiento gobernante, pues Morales y muchas organizaciones de base quieren que esa candidatura prospere en tanto Arce y otro sector del MAS se oponen y usan a su favor un fallo judicial que busca impedirla. El general golpista se vanagloriaba de que él y los suyos iban a impedir que Morales volviera a competir, como si esto significara una violación a la democracia.

            El golpe fue un intento, que ni siquiera pudo movilizar a todo el aparato de las Fuerzas Armas sino a la cúpula y a un pequeño sector. Arce y otros ministros los interceptaron al interior de la sede del Ejecutivo y discutió con ellos, reclamando que se retiraran. Antes había denunciado el golpe y llamado a la movilización popular en defensa de la democracia. Y también había hablado por teléfono con su rival, Morales, poniéndolo al tanto de los acontecimientos. El aludido también criticó el golpismo y tuvo, en ese momento, una breve unidad con Arce, juntos contra el golpe.

            Lamentablemente esa confluencia no duró más que un día. Mientras tanto una gran cantidad de gobiernos del mundo, comenzando por la CELAC latinoamericana y caribeña, con la presidencia protémpore de la hondureña Xiomara Rios, condenaron el intento de golpe de Estado en el altiplano.

            Pero de inmediato afloraron las diferencias dentro del MAS, en este caso sobre si había existido un golpe militar o bien era un autogolpe promocionado por Arce para ganar prestigio de cara a las elecciones.

            Evo Morales declaró cuatro días más tarde: “yo pensaba que era un golpe, pero ahora parece un autogolpe, Arce engañó al pueblo boliviano y al mundo entero”. ¿En qué se basaba? En principio, en que fue un alzamiento “light” sin bombardeos ni muertos aunque sí hubo una veintena de heridos. El argumento de “autogolpe” se lo proporcionó Zúñiga, quien -una vez que fue detenido – declaró que había dialogado en la previa con Arce y que, ante el peligro de avance de Evo hacia el poder, el mismo presidente le había pedido que sacara los tanques a la calle.

            Esas declaraciones de Zúñiga no pueden ser tomadas como válidas, por ser posteriores a su detención y apuntadas a derivar en otro, en este caso el presidente, la grave responsabilidad de lo sucedido. Otro argumento de Evo fue que el general golpista era amigo de Arce y jugaba al básquet con él a menudo. El actual mandatario negó tener un vínculo cercano con el general golpista y en su entorno le enrostraron a Morales que él también era muy amigo del general Williams Kaliman, quien dio el golpe de noviembre de 2019 y después se fue a vivir a Estados Unidos con una buena recompensa en dinero.

            Paradojalmente, otra voz que coincidió con Evo fue el facho seudo libertario Javier Milei, quien declaró que “no hubo golpe de Estado en Bolivia”. Calificó como “falsa y fraudulenta” la denuncia del gobierno boliviano. El comunicado de la oficina del Presidente agregó: “hace tiempo que la democracia boliviana está peligro, no por un golpe militar, sino porque históricamente los Gobiernos socialistas derivan en dictaduras. Sobran ejemplos: Cuba, Venezuela, Nicaragua, Corea del Norte”. Y para completar la postura a la extrema derecha del propio EE UU, la declaración oficial de Argentina sostuvo que “en este momento, Bolivia tiene más de doscientos presos políticos, incluida la expresidenta interina Jeanine Áñez y el gobernador de Santa Cruz, Luis F. Camacho”.

            Frente a este complejo panorama, el PL de Argentina suscribe la posición del gobierno de Bolivia, avala que haya detenido y procesado a 21 golpistas y lamenta disentir en este punto con Evo Morales.

            Es importante subrayar que si los golpistas bolivianos pudieron avanzar tanto en este intento, aún fallido, esto se debe a tres factores, en nuestra modesta opinión:

1) Las diferencias y rupturas internas entre los evistas y arcistas dejó el camino despejado para esa derecha militar y sus aliados civiles, de dentro y fuera de Bolivia. Habría que procurar una unidad superior y antiimperialista para evitar que el Comando Sur de la generala Laura Richardson se quede con el litio del hermano país.

2) La situación económica y social que atraviesa el pueblo boliviano ha empeorado en estos últimos dos años, con inflación, falta de divisas, altos precios y faltante de combustibles, etc. Este es el trasfondo para que los golpistas creyeran que su putsch tendría apoyo social.

3) Esas carencias económicas demuestran que si bien los gobiernos del MAS tomaron buenas medidas, sobre todo en los tres gobiernos de Evo (2006/2019), no fueron suficientes. Y según acusan sus partidarios, durante la gestión de Arce hubo muchas concesiones al poder económico, que acumula y no liquida los dólares de exportaciones. Los límites políticos también se notan: no es casual que las Fuerzas Armadas bolivianas se sumen a golpes e intentos de golpes, antes con Kaliman y ahora con Zúñiga (39 golpes de Estado desde 1946). Bolivia echó al embajador yanqui Philip Goldberg en 2008, pero su encargada de negocios actual,  Debra Hevia, hace ese trabajo sucio injerencista, alarmado por los acuerdos de Arce con Rusia y China. Bolivia tendría que aprender de Cuba y Venezuela, para contar con fuerzas armadas patrióticas. Bueno, esa no es sólo una asignatura pendiente de Bolivia sino también de Argentina y gran parte de los 33 países de Nuestra América nucleados en la CELAC.

SECRETARÍA DE RELACIONES INTERNACIONALES

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