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Derechos Humanos

La cultura popular y la barbarie libertaria

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Como cultura popular se denomina el conjunto de manifestaciones artísticas y folclóricas que emana directamente del sistema de creencias, valores y tradiciones de un pueblo. Como tal, el concepto de cultura popular surge como distinción frente a las expresiones culturales oficiales o elitistas, creadas a partir de los gustos e intereses de las clases dominantes.

La cultura popular se origina como respuesta a la cultura oficial, pues una y otra representan distintos sectores sociales, así como diferentes gustos e intereses, según autores como Mijaíl Bajtín, estudioso de la cultura popular en la Edad Media. Como tal, la cultura popular se caracteriza por ser un producto fundamentalmente creado y consumido por las clases populares, compuestas fundamentalmente por individuos de baja extracción social, es decir, del pueblo.

El liberalismo no considera a la cultura popular como trascendental debido a que su paradigma define una visión industrialista de la cultura, es decir, la ve como una mercancía.

El 19 de noviembre La Libertad Avanza, encabezada por Javier Milei, se hizo con el voto de una gran cantidad de ciudadanos y ciudadanas de la Argentina, lo cual le otorga una legitimidad institucional. Sin embargo es evidente que las víctimas de sus políticas económicas y sociales serán sus propios votantes. Su agenda incluye un ajuste profundo en todos los niveles de la economía, sumada a una reforma del Estado ya conocida y a las consabidas privatizaciones, el menú de todo proyecto neoliberal.

Desde su discurso repleto de violencia con expresiones negacionistas de las luchas de los movimientos populares como las organizaciones de Derechos Humanos, el feminismo y las diversidades queda bien en claro su posicionamiento. Esos fachos libertarios en realidad expresan un retroceso a las etapas más oscuras de nuestra historia. La comunidad artística también lo entiende de esa manera y manifestó su repudio a su asunción al mando de nación.

En lo que respecta a la cultura en la previa a las definiciones de las urnas, la comunidad de la cultura manifestó de manera categórica un enérgico repudio a una eventual presidencia del líder libertario. La famosa motosierra como síntesis de su proyecto afectará también al arte y la cultura por considerarlas innecesarias en su paradigma.

“Es la primera vez en 40 años de democracia que candidatos con discursos que promueven la violencia social y política, el desconocimiento de toda idea de equidad y, muy especialmente, la reivindicación de la dictadura militar, llegan con grandes posibilidades de triunfo a una elección presidencial”, advierte una carta firmada por numerosos intelectuales como Beatriz Sarlo, Hugo Vezzetti e Hilda Sábato, el editor Alejandro Katz, el cineasta Mariano Llinás y el sociólogo Pablo Alabarces, entre muchos otros.

El ideario político de Javier Milei está centrado en el individualismo capitalista y la gravitación en el mercado de todos los bienes producidos por las personas. Todo aquello que no sea rentable en términos económicos directamente no es útil a sus aspiraciones sociales y políticas. De ahí que no sorprenda en absoluto el hecho de que su programa de gobierno contemple eliminar casi todos los organismos estatales. Entre ellos, algunos muy emblemáticos, como el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), uno de los objetivos preferidos de los ataques de Milei y sus seguidores. No obstante, esta institución representa una inversión mínima para la economía real: ocupa a unas 29,000 personas y tiene un presupuesto anual de unos 150 millones de dólares, apenas el 0.02 % del Producto Bruto Interno (PBI) del país.

Otra de las instituciones a las que apuntan Milei y sus acólitos es el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa), cuyo impacto en la economía es aún menor que el del Conicet: da empleo a unas 650 personas y maneja un presupuesto que ronda los 17 millones de dólares anuales. Mucho dinero para cualquier individuo, pero muy poco en relación con la economía de un país (y con la industria del cine). El director Carlos Sorín se refirió al posible cierre del Incaa anunciado por representantes de LLA: “Es terrible, porque en general los bienes culturales no son como un lavarropas, que se compra y se vende. En general todos los estados cuidan mucho su cultura, invierten muchos recursos en su cultura. Claramente a la cultura no la podés tratar como un producto de mercado, como si fuera un dentífrico”.

En todos los procesos de resistencia a políticas reaccionarias y de ultraderecha, la cultura popular ha jugado un rol destacado. En nuestro país las trincheras de la cultura siempre se han construido con solidez y convicción. En los últimos años muchos artistas perdieron su independencia política enrolándose en gobiernos como el kirchnerista que si bien expresó algunas conquistas de las organizaciones de Derechos Humanos, paulatinamente fue girando hacia posiciones de conciliación con sectores conservadores. El Frente de Todos y Unión por la Patria expresan ese diagnóstico. La cultura popular debe enfrentar a la barbarie libertaria desde el arte pero también en las calles y disputando la palabra en los barrios, en los lugares de trabajo, en los territorios y de estudio. Es una batalla que es necesario afrontar con una perspectiva popular, independiente y antiimperialista.

JUAN BORGES

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