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Socialismo o barbarie en esta crisis mundial

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Al momento de escribir estas líneas, la centenaria Universidad John Hopkins (Estados Unidos) computa más de 2.000.000 de casos de COVID-19 en todo el mundo, con más de 130.000 fallecidos a causa de la enfermedad causada por el nuevo Coronavirus SARS-CoV-2. De ese total, más del 30% se registró en los Estados Unidos; el país imperial es, además, el que mayo número de muertos ostenta a causa de la pandemia, sumando más de 28.000.

Una mirada a las cifras revela con claridad cuáles son las prioridades de los gobiernos: a USA le siguen Italia, España, Francia y el Reino Unido en cuanto a la cantidad de fallecidos a causa de la enfermedad. Alemania está también en el “top 6” de casos, aunque la cifra de fallecimientos es menor.

El primer lugar donde se identificó este nuevo mal fue en Wuhan, una populosa ciudad de la provincia china de Hubei. A 4 meses de que empezara la propagación en aquella zona, y afectara a distintos puntos del gigante asiático, China reporta un total de 3.346 personas fallecidas, y una progresión de infectados en drástico retroceso. En la ciudad donde oficialmente inició la pandemia, cumplieron 76 días de cuarentena estricta y la acción decidida del Estado comandado por el Partido Comunista. El 8 de abril terminaron esa etapa, aunque sigue habiendo restricciones y las autoridades no dan por terminado el riesgo de propagación.

En América Latina, los países más afectados son Brasil (más de 28.000 casos y 1.700 muertes al 15 de abril), Perú (11.475 casos, 254 fallecidos), Chile (8.273 y 94) y Ecuador (7.858 y 388). Si se toma la cantidad de casos y decesos en relación con su población, las cifras más graves corresponden al país que preside Lenin Moreno, con 22 muertos por cada millón de habitantes.

Como puede verse, los peores guarismos se corresponden con los gobiernos ubicados más a la derecha del espectro. Otra coincidencia entre todos ellos es que sus autoridades comenzaron subestimando la pandemia (Bolsonaro es un caso notorio en Brasil) con un discurso que cuestionó las medidas de aislamiento por las supuestas consecuencias “económicas”. Si bien algunos de ellos retrocedieron de esa posición, siguen poniendo por delante de la salud pública la continuidad de las actividades laborales. No están dispuestos a que una amenaza para la salud pública ponga freno a la explotación y comprometa las grandes ganancias de los sectores dominantes.

La crisis no sólo se evidencia en las posiciones gubernamentales; es mucho más profunda. Revela la naturaleza del capitalismo, su carácter inhumano y sus límites infranqueables para dar respuestas a necesidades colectivas.

¿Quién soportará la crisis?

Según estima el Fondo Monetario, la economía mundial sufrirá una caída del 3%; apenas unos meses atrás, la misma entidad había pronosticado un crecimiento del 3,3%, considerando que se trataría de un año de “tenue recuperación” o “estabilidad”.

Se espera, entonces, la mayor caída de la economía desde la Gran Depresión de la década del ‘30, muy superior a la crisis financiera de 2008-2009. El FMI estima que la retracción será particularmente fuerte en las “economías avanzadas”, con una baja del 9,1% en Italia y de 5,9% en los Estados Unidos; también repercutirá gravemente en Latinoamérica, donde prevén que el achicamiento sea liderado por México (-6,6%) y Brasil (5,3%). Para la Argentina, el Fondo estima que el PBI disminuirá un 5%.

Uno de los pocos países que aumentará su PBI, de acuerdo a las proyecciones del organismo, es China; será un crecimiento menor al de años anteriores, pero igual tendrá un resultado positivo.

La lógica del lucro como motor empuja a descargar el peso de la crisis en los trabajadores, en los pequeños comercios, en los sectores de menores recursos en general. Así, en los Estados Unidos, más de 6,6 millones de personas solicitaron ayuda por desempleo en la última semana, cifra que duplica a la de la semana anterior. En nuestro país, en tanto, los monopolios despiden masivamente (Techint), reducen sueldos (Acindar, McDonald’s, entre otras) o suspenden personal (automotrices).

A nivel planetario, el capitalismo muestra su rostro esencialmente inhumano, con el imperio norteamericano a la cabeza: Estados Unidos deja de financiar a la Organización Mundial de la Salud, profundiza el bloqueo contra países cuyas políticas se le oponen (Cuba, Venezuela, Irán) y no se desdice de su prédica de libertad de mercado frenando exportaciones de barbijos. Al mismo tiempo, Trump busca responsabilizar a China por la crisis (hablando de “virus chino” o atribuyendo -contra toda evidencia- a la República Popular de haber creado el flagelo en un laboratorio).

Mientras tanto, se desencadenan conflictos por la adquisición de equipamiento médico; por ejemplo, la República Checa confiscó barbijos que iban hacia Italia.

Frente a ese cuadro, Cuba y China muestran una actitud sustancialmente diferente: la pequeña isla bloqueada por el imperio envía médicos a decenas de países para apoyar en la lucha contra el COVID-19, mientras que el gigante asiático dona kits de testeo, mascarillas y otros recursos clave para enfrentar la pandemia.

La propagación de la enfermedad ha generado un escenario de disputa ideológica que se despliega en distintos niveles. Los monopolios (multinacionales y locales) se resisten a que se graven sus ganancias, y aprietan para que los trabajadores y la salud pública se rindan ante su afán de ganancia; la “mano invisible” del mercado -de la que hablaba Adam Smith en “La Riqueza de las Naciones”- puede empuñar armas pero no tenderse ante la humanidad.

La lección es clara: el capitalismo es barbarie y muerte; la vida y la humanidad necesitan del socialismo.

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