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Derechos Humanos

La campaña de demonización contra los mapuches

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            “Mapuches violentos: sus nexos con una ministra, ex montoneros y La Cámpora” (Clarín, 24 de octubre); “Ataques de grupos mapuches: cómo es la toma más caliente de la Patagonia que lidera la prima de Jones Huala” (Clarín, 23 de octubre); “En los últimos meses recrudecieron los conflictos violentos con los mapuches en el sur argentino” (La Nación, 23 de octubre); “El Manual mapuche que enseña a ‘generar un clima de descontrol y caos’, ‘destruir y paralizar’ infraestructura e inversiones” (Infobae, 25 de octubre); “Bariloche: temen que la ola de violencia mapuche impacte en el turismo y reclaman mayor intervención del Gobierno” (Infobae, 21 de octubre).

            Como lo hicieron durante el gobierno de Macri y muchas veces en la historia, los grandes medios de comunicación despliegan campañas buscando estigmatizar a las comunidades indígenas para aceitar el camino de la usurpación de sus tierras a manos de familias adineradas argentinas y foráneas, o multinacionales interesadas en explotar los recursos naturales del país.

            A fines del Siglo XIX los diarios de esa época hablaban del “peligro” de los caciques. Y la Generación del ‘80 proporcionó la justificación de las masacres de indígenas, pintándolos como contrarios al progreso y achacándoles características negativas.

            La operación se repite: hablan de “supuestos aborígenes”, “lonko autoproclamado” (en referencia a Jones Huala”, les atribuyen nacionalidad chilena, históricamente se  les adjudica exterminio de los tehuelches,  se les endilga acciones violentas sin pruebas, e incluso algunas en las que se ha demostrado que se trataba de operaciones de bandera falsa (la llamada “Operación Huracán, por ejemplo, fue un montaje de la Inteligencia de Carabineros de Chile). Esas afirmaciones se disparan coordinadamente desde diversos medios, eludiendo cuidadosamente cualquier referencia a estudios de especialistas en el tema, que han demostrado hace tiempo la falsedad de esos relatos.

            No se trata de casualidad y mucho menos de periodismo. Es una campaña de “construcción de un enemigo” que busca generar una imagen de un grupo -en este caso, mapuches- que otorgue consenso para la violencia contra ellxs, la negación de derechos, la usurpación de sus bienes, la destrucción de sus formas de vida.

            La alarma que muestran los escribas y voceros de estos medios por las acciones de las comunidades indígenas (las de resistencia, las de recuperación, las de protesta y también las que se les adjudica sin evidencias) contrasta con la naturalización de la usurpación en manos de terratenientes o de empresas extranjeras. Ninguno de esos medios parece asombrarse de que haya 2.000.000 de hectáreas en manos de firmas radicadas en paraísos fiscales, ni de que el inglés Joe Lewis se haya apoderado de un lago y haya desconocido las órdenes judiciales de abrir el paso hasta el mismo. En cuanto a la violencia, las razzias policiales, la represión a los sin techo, y otros actos de violencia institucional a lo sumo ocupan un espacio marginal en esos medios.

            Durante el gobierno de Macri, el Ministerio de Seguridad -a cargo de Patricia Bullrich- publicó un “informe sobre la RAM” donde se describe una entidad con ese nombre y a la que vincula a supuestos actos “terroristas”. El informe, fechado en diciembre de 2017, no elude caer en el ridículo, mostrando fotos de martillos, armas viejas, hoces, etc., como si se trataran de un arsenal amenazador para el Estado argentino. Tampoco es nuevo este recurso de demonización: se le atribuye a Goebbels -el ministro de propaganda Nazi- el haber establecido una serie de “principio de propaganda”, uno de las cuales es el de “exageración y desfiguración”, consistente en “convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave”.

            Lo que realmente buscan es generar condiciones para la aceptación de la expulsión de las comunidades indígenas (aquí nos referimos a mapuches, pero lo mismo vale para otros grupos -qom. Wichi, tapieté, etc.) para que las multinacional del fracking puedan explotar Vaca Muerta, las inmobiliarias hagan negocios con las tierras, las mega empresas turísticas usufructúen de los paisajes, etc. En el siglo XIX se buscaba expandir la frontera agrícola, y hoy se quiere profundizar la megaminería y el negociado inmobiliario, entre otras, como parte de una pretendida inserción en el capitalismo mundial.

            Las maniobras también aprovechan para pintar un gobierno supuestamente cómplice de las barbaridades que atribuyen a las comunidades “Así banca el gobierno a los mapuches violentos”, decía la columna “del editor” del 6 de octubre en Clarín, con la firma de Héctor Gambini. No importa que en el propio gobierno (Berni) y sus potenciales aliados (Weretilnek) haya una plena adhesión al discurso xenófobo-represivo antimapuche. Quizás sea un ejemplo de otro principio de Goebbels: el del “método de contagio”, consistente en presentar a distintos enemigos como una sola categoría.

            La demonización del pueblo mapuche viene siendo una constante en nuestra historia, cómo así también la resistencia y el empuje en la lucha de este pueblo en la defensa de la tierra y en reclamo de sus derechos. Que eso último sea un ejemplo para quienes militamos en el campo popular. Y también es necesario que sepamos acompañar a los pueblo originarios en esta historia y desigual lucha.

MARÍA ALANIZ

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