Derechos Humanos
FINAL FELIZ CON GUSTO AMARGO
Julian Assange: libre pero culpable
Tras pasar cinco años en una cárcel de máxima seguridad en Londres, el periodista australiano quedó en libertad a cambio de declararse culpable ante el Departamento de Justicia de EEUU. El imperio cedió, pero no perdona.
En 2010, el fundador del sitio web WikiLeaks, fue elegido por los lectores de la revista norteamericana TIME como la Persona del Año. Y en abril de 2011, esa misma publicación lo nombró como parte de las 100 personas más influyentes del mundo. Pero esa popularidad no lo salvó de la persecución implacable del gobierno de EEUU, por lo que Assange debió asilarse en 2012 en la embajada de Ecuador en Londres. Cuando el presidente Lenin Moreno le quitó su derecho a asilo, traicionando lo que había dispuesto su predecesor Rafael Correa, Assange fue detenido por la policía londinense, arrastrándolo desde esa sede diplomática, para encarcelarlo en la prisión de máxima seguridad de Belmarsh, en las afueras de Londres. Allí permaneció cinco años, en detención rigurosa, donde solo se le permitía salir una hora diaria a un patio sin luz solar.
El 24 de junio se anunció su libertad bajo la dura e injusta condición de reconocer su culpabilidad. Para el Departamento de Justicia de los EEUU su delito es el de “conspiración para obtener y revelar información relativa a la defensa nacional” de los EEUU.
El propio Assange ha afirmado que WikiLeaks ha publicado más documentos clasificados que toda la prensa mundial junta: “No lo digo para demostrar nuestro éxito, más bien, muestra el alarmante estado del resto de los medios de comunicación. ¿Cómo es que un equipo de cinco personas ha llegado a mostrarle al público la información más reprimida, a ese nivel, que el resto de la prensa mundial junta? Es vergonzoso”.
En 2010 el sitio publicó más de 90.000 documentos clasificados sobre acciones militares estadounidenses en Afganistán y cerca de 400.000 documentos secretos sobre la guerra contra Irak. También difundió información clasificada sobre la cárcel de Guantánamo, verdadero campo de concentración en territorio usurpado a Cuba, donde los prisioneros son sometidos a vejaciones y torturas, sin juez ni derechos que valgan.
Todo ello configura crímenes de guerra cometidos por tropas estadounidenses en territorios invadidos por la supuesta “lucha contra el terrorismo”. Sin embargo, no hubo juicio ni condena contra los responsables de esos crímenes. El perseguido fue Julian Assange como director de WikiLeaks. Ni siquiera los diarios que difundieron en exclusiva esos documentos secretos fueron enjuiciados. Claro, se trataba de grandes medios como El País de España, Der Spiegel de Alemania, The Guardian del Reino Unido, The New York Times de EEUU y Le Monde de Francia. Hace dos años, periodistas y editores de esos medios firmaron una petición para que Assange fuera liberado.
En 2010 también se difundieron unos 250.000 cables diplomáticos provenientes del Departamento de Estado que avergonzaron a Washington, por el tenor de sus contenidos, que demostraron la injerencia norteamericana en los asuntos internos de otros países. En Argentina, se reveló quiénes eran asiduos visitantes de la embajada: Mauricio Macri, el fallecido fiscal Alberto Nisman y Sergio Massa.
Ni la propia dirigencia política norteamericana se salvó del accionar de sus agencias de inteligencia. En 2017, WikiLeaks reveló el espionaje de la CIA al interior del sistema norteamericano, al difundir miles de correos de la candidata demócrata Hillary Clinton durante la campaña presidencial 2016, que revelaron el papel de la inteligencia de ese país, para perjudicar al candidato Donald Trump. Por el supuesto hackeo de esos mails fue acusado el presidente ruso Vladimir Putin, pero el propio Assange aseguró que sus fuentes no provenían de Rusia.
Luego de ser encarcelado en Londres en 2019, EEUU pidió su extradición para enjuiciarlo por espionaje, conspiración y difusión de documentación clasificada, relativa a la defensa nacional de ese país. El juicio por extradición tuvo al principio una sentencia favorable al periodista en enero de 2021, por parte de la jueza Vanessa Baraitser, por motivos de salud mental. Pero luego todas las instancias posteriores les fueron adversas y tres años después, Assange, con su salud en franco deterioro por las duras condiciones carcelarias, haber contraído Covid durante la pandemia e incluso haber sufrido un ACV en la cárcel, enfrentaba el riesgo inminente de ser extraditado a EEUU, donde lo esperaba una casi segura condena de hasta 175 años.
La noticia de su libertad, luego de tanto sufrimiento y persecución injusta, es una alegría para quienes desde el principio bregamos por su inocencia, y formamos parte de la campaña por su liberación. No todos los periodistas del mundo y de Argentina pueden decir lo mismo.
Tal como lo publicó el sitio WikiLeaks en su cuenta de X, Julian Assange quedó libre luego de 1901 días de rigurosa detención, después que el Tribunal Superior de Londres le otorgara la libertad bajo fianza, para embarcar en un avión rumbo a las Islas Marianas. En esa jurisdicción norteamericana, en el Pacífico occidental, firmó ante la jueza Ramona Villagomez Manglona su admisión de culpabilidad por un único cargo: conspirar para obtener y difundir ilegalmente información clasificada. Todo ello, fruto del acuerdo con el Departamento de Justicia de EEUU, y por lo que fue condenado a 62 meses de prisión, computándosele para el cumplimiento de esa pena el tiempo que había estado preso en Londres.
De esta manera, llegó libre a Canberra, en su país natal y abrazó a su esposa Stella Morris, la abogada australiana con la que se casó en prisión y madre de sus dos hijos.
Con toda la alegría por su libertad y por ese esperado reencuentro con su familia, decimos también que nos queda un sabor amargo, porque Assange no es culpable de nada, por más acuerdos que haya firmado para lograr su ansiada liberación.
Publicar la verdad no es un delito, sí lo es cometer crímenes contra los pueblos, ocultar información, invadir países, asesinar inocentes, y luego perseguir a quien informa de esos aberrantes hechos al mundo.
IRINA SANTESTEBAN