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Chau Malcorra, por una política exterior independiente

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Susana Malcorra se desempeñó como Ministra de Relaciones Exteriores y Culto durante 535 días. En ese lapso acumuló fracasos y sólo descolló en sus ataques contra Venezuela, siguiendo los lineamientos de Macri y sobre todo de Estados Unidos.

Cuando fue designada, el gobierno y los medios afines destacaron su desempeño en la ONU desde 2004; llegó a ser Jefa de Gabinete de Ban Ki Moon, quien presidió el organismo internacional hasta diciembre del año pasado.

Tuvieron menos repercusión otros antecedentes de esta ingeniera eléctrica que condicen más con el perfil del gabinete de Macri: fue ejecutiva en IBM y en Telecom empresa esta última en la que ordenó el despido de trabajadores que se negaban a aceptar el recorte de sus salarios en el año 2001. Malcorra revestía como Gerente General de la compañía en la Argentina.

Otro punto oscuro en el pasado de la ex canciller fue su rol frente a los abusos sufridos por 13 niños en África, perpetrados por “cascos azules”; una ONG filtró documentación que comprometía a la funcionaria en el encubrimiento de los responsables.

Más allá de estos antecedentes, su desempeño estuvo enmarcado en una política exterior de alineamiento con EE UU y de alejamiento de la UNASUR. Queda marcada por posiciones contrarias a los intereses de los pueblos latinoamericanos y el abandono del rol activo que tuvo el país en otros momentos en Derechos Humanos y de cuestionamientos al capital financiero.

Una de las primeras afirmaciones de Malcorra las realizó ante el Financial Times; allí aseguró que las Malvinas “ya no son un tema principal en las relaciones con Gran Bretaña”. Luego de eso, suscribió un acuerdo de cooperación comercial y de explotación de recursos con la corona inglesa, soslayando completamente el tema de la soberanía. Por esa acción fue denunciada por una organización de ex combatientes que consideró que la funcionaria había incurrido en incumplimiento de los deberes de funcionario.

Otra cuestión que trajo dolores de cabeza a Malcorra fue la política de derechos humanos del macrismo. El grupo de Trabajo sobre Detención Arbitraria de la ONU y luego la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA concluyeron que la detención de Milagro Sala es “arbitraria” y reclamaron su liberación. Eso llevó a la canciller a hace malabares para reducir el impacto internacional de tener a una diputada del Parlasur como presa política.

También salió a justificar el decreto que endureció el régimen migratorio, duramente criticado por los organismos internacionales. Más recientemente, justificó la designación de Carlos de Casas ante la CIDH, un abogado sin antecedentes en derechos humanos, ex defensor de represores y de posiciones públicas rechazadas ampliamente en el seno del organismo.

La visita del Grupo de Trabajo sobre Detención Arbitraria mantuvo el reclamo por Sala y publicó una serie de críticas relativas a las prisiones argentinas y la criminalización de la protesta.

La designación de De Casas dejó en ridículo al gobierno: un comité de 5 expertos analizó las 6 designaciones que se propusieron y sólo presentó serias objeciones contra el argentino.

Malcorra también fracasó en su intento por alcanzar la titularidad de las Naciones Unidas; esa campaña, en cambio, le trajo una imputación penal impulsada por el fiscal federal Patricio Evers por el gasto de más de 1.300.000$ en viajes y viáticos.

En lo que sí desplegó gran energía la canciller fue en presionar a Venezuela, impulsar su separación del Mercosur y generar ámbitos contra el gobierno de Maduro y en apoyar una oposición cada vez más violenta y golpista.

En resumen, la gestión de Malcorra sirve de contraejemplo de la política exterior que necesita nuestro país, de solidaridad con la lucha de los pueblos y plantado frente a la prepotencia imperial.

MARÍA ALANIZ

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