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A cien años de la Revolución de Octubre

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Ya el nombre de esa revolución requiere de una aclaración, porque fue el 25 de octubre de 1917 según el viejo calendario juliano, pero el 7 de noviembre según el calendario gregoriano, que empezó a regir a partir de 1582.

Los soviets o consejos obreros armados tomaron por asalto el Palacio de Invierno de la tiranía zarista, en Petrogrado (el zar había sido depuesto por la revolución de Febrero y reemplazado por un gobierno burgués de Kerenski, apoyado por los mencheviques, la fracción antileninista del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia).

El camino de victoria fue la vía armada, insurreccional, conducida por los bolcheviques de Lenin en tanto partido y por los Soviets de Petrogrado como organización de masas. En esos días estaba previsto el II Congreso de los Soviets (consejos de obreros, campesinos y soldados). Y como su sector había ganado recientemente la mayoría en esos ámbitos obreros, Lenin propuso en el Comité Central que la insurrección coincidiera con el inicio del II Congreso de los Soviets. Hubo dos miembros de la dirección que votaron en contra y públicamente denunciaron la fecha de la revolución, por lo que fueron expulsados por Lenin.

La revolución triunfó en Petrogrado y luego en Moscú y otras ciudades. En los lugares más apartados la noticia recién se fue conociendo más tarde, lo que planteaba un problema político y organizativo: ¿cómo ligar la victoria de la clase obrera con sus aliados campesinos de zonas tan alejadas?

Ese dilema tenía que ver con la originalidad de ese proceso revolucionario. Por los clásicos del comunismo, la revolución socialista podía producirse en los centros capitalistas avanzados como Francia e Inglaterra. Y fue en Rusia, país imperialista atrasado, con rasgos semifeudales y fuerte dependencia de los imperios.

La I Guerra Mundial fue el detonante de la revolución rusa, que se venía incubando desde la insurrección de Moscú en 1905, derrotada. Los bolcheviques sintetizaron genialmente su consigna movilizadora en “Paz, Pan, Tierra”. Y cuando esa crisis nacional y mundial agudizada por la continuidad de la guerra hizo tocar fondo a la vieja Rusia, apareció la solución bolchevique como necesaria y posible.

Los primeros soviets habían nacido en la revolución frustrada de 1905. Ya en la revolución de febrero de 1917, que echó al zar, esa forma de organización tomó fuerza decisiva, lastrada por la hegemonía de los mencheviques. El desgaste de Kerenski, la continuidad de la guerra del lado de Inglaterra y Francia con todos los muertos, hambre y pérdidas materiales, el golpe de Kornilov y el fortalecimiento de los bolcheviques, todo eso precipitó la fase final de la insurrección.

La revolución rusa atravesó varias etapas, tal como pregonaban los bolcheviques. No fue socialista desde el inicio. En “Dos tácticas de la socialdemocracia”, Lenin planteaba derrotar al régimen zarista con una revolución democrática burguesa, uniendo a los obreros con todos los campesinos y practicando una política de golpear juntos y marchar separados con la burguesía liberal. Y preveía que consumada esa fase revolucionaria, correspondería acometer la revolución socialista, con la clase obrera y la alianza con el campesinado pobre, contra toda la burguesía.

Allí se nota la diferencia profunda con Trotsky, en ese punto y en tantos otros hasta la muerte de Lenin en enero de 1924. El material fue recopilado en dos tomos por editorial Anteo y el activismo argentino debe estudiarlo. El jefe de la revolución define a Trotsky como un menchevique, lo apoda Judas y denuncia su liquidacionismo del partido, antes de la revolución. Y luego de ésta son memorables sus polémicas a propósito de la paz de Brest-Litovsk, la militarización de los sindicatos y otras burradas de Trotsky.

La etapa del socialismo se plantea en las “Tesis de Abril”, de Lenin, a la vuelta del exilio, y en la práctica con el agravamiento de la crisis económica y política del gobierno de Kerenski.

Así triunfó la primera revolución socialista del mundo, en rigor la segunda después de la Comuna de París de 1871, que duró 71 días. Cuando la revolución pasó ese día, orgulloso, Lenin escribió un artículo sobre la importancia de esa superación.

Si la Comuna significó asaltar el cielo con las manos, Octubre asaltó ese mismo cielo pero trayendo la victoria a la tierra para hacer realidad al socialismo. Se confiscaron las grandes propiedades y bancos. Se fue socializando la producción y el comercio. Ya con José Stalin como líder, desde 1923, se fue colectivizando el campo, reforzando koljoses y sovjoses (cooperativas y comunas). La educación y cultura dieron un gran salto. Urgidos por los riesgos que sobrevolaban a la URSS, nacida en 1922, surgió el movimiento “stajanovista” de aumentar la productividad del trabajo. En 1930 hubo un primer tractor con ruedas en el campo ruso. La industria en general avanzó mucho con Stalin, urgido de desarrollar el país y ponerlo en condiciones de defensa frente a lo que se perfilaba como nueva guerra mundial. El pueblo soviético bajo su conducción hizo el aporte fundamental para la victoria en esa Gran Guerra Patria (1941-1945), junto a los aliados, pero con base en el glorioso Ejército Rojo y el aporte en sangre de más de 20 millones de muertos para derrotar al nazismo. Así se liberaron países de Europa Oriental, con lo que la URSS dejó de ser el único país socialista. Se había mantenido en soledad entre 1917 y 1945, desmintiendo la mentira trotskista que no puede haber socialismo en un solo país.

Moscú tuvo rápido su bomba atómica para evitar el chantaje yanqui. Ayudó a la revolución china y de otros países. En 1961 fue el primero en poner en órbita a un astronauta, Yuri Gagarin, y luego a una mujer, Valentina Tereshkova.

La pérdida del socialismo y la desaparición de la URSS en 1991 fue una gran tragedia, que será explicada en otras notas. Va de suyo la responsabilidad de Gorbachov y Yelstin, en el final, y de Kruschov en el principio. Eso no quita brillo ni significación histórica a la victoria de la que se cumplen cien años. Es un lapso prolongado para una persona, pero menor en la historia de la humanidad, que seguirá reivindicando a los bolcheviques del siglo XX y bregando por la victoria final del socialismo y el comunismo con el vigente leninismo de “Proletarios y pueblos oprimidos del mundo, Uníos”.

SERGIO ORTIZ

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