Juventud
POLÉMICAS CON EL PCR
Comentario del libro de Cacho Cacopardo, “Córdoba por asalto”
Sergio Ortiz
Terminé de leer este libro, publicado por Editorial Babel en 2010. Lo leí con muchísimo interés porque se refiere a la experiencia como presos políticos y secuestrados del autor y de su compañera María Eugenia Irazuzta (“Ivonne”), quien fue asesinada el D2 de la Policía de Córdoba en 1976. El interés por el libro era doble porque ambos, Cacho e Ivonne, habían sido militantes de Vanguardia Comunista, VC, actual Partido de la Liberación (PL) y a fines de 1974 se fueron en dirección al Partido Comunista Revolucionario (PCR).
Es un libro bueno y necesario, sobre todo para las nuevas generaciones de militantes populares y también, por supuesto, para los viejos. Está bien escrito, se basa en vivencias políticas y personales, pinta tal cual fue aquella época de fines del gobierno reaccionario de Isabel Perón y López Rega, que apoyaba la dirección del PCR encabezada por Otto Vargas, y el inicio de la dictadura militar-cívica, con su represión elevada a la enésima potencia. A nuestro partido le costó la vida de 47 dirigentes y militantes.
Como novela, esas historias continúan hasta la llegada de los juicios a los genocidas en Córdoba, que también condenaron a los criminales del D2, algunos de los cuales, como el “Tucán” Yanicelli, llegaron en 1994 a ser el tercer jefe policial en importancia durante la gobernación de la UCR, con Oscar “Milico” Aguad como ministro de Gobierno.
El texto pinta bien cómo era la militancia de izquierda, con dedicación a full, al margen que uno fuera “rentado” con un sueldo de maestro o siguiera con sus estudios, trabajos, etc, como cualquier hijo de vecino. Cacho, por ejemplo, con otros camaradas de VC, cuando aún estaba en nuestro partido, tenían una verdulería y acá se cuentan anécdotas divertidas de nuestro dirigente Elías Semán, abogado haciendo de verdulero, resbalando y cayendo con unos cajones de verduras o frutas.
También, además de la actividad política, las luchas, debates, divergencias y rupturas propias de la militancia, también se aprecian las historias personales y familiares, los gustos culturales, las excursiones, los amores y separaciones.
En ese sentido el libro ayuda a conocer mejor a la Generación del ‘70, que en opinión de nuestro Partido, entonces como VC y desde 1983 como PL, fue la que peleó por el poder, retomando un papel similar a la Generación de Mayo de 1810, la de la lucha por la Primera Independencia. ¡Cuánta falta nos hacen todos esos compañeros y compañeras! Y cuánto la ignoran los actuales dirigentes políticos de la burguesía, aún aquellos que proponen “que tomen la posta los hijos de la generación diezmada”, claro que con ideales opuestos a los de aquellos entrañables compañeros de los 30.000 desaparecidos. Porque apoyar el ajuste con el FMI, hacer negocios para la empresa israelí Mekorot y entregarle el agua de 7 provincias argentinas, y que te apoye como presidenciable el corrupto burócrata empresario-sindical Luis Barrionuevo, caso de Wado de Pedro, es de palabra honrar a aquella generación y en los hechos traicionarla.
REFERENCIAS AL PCR EN EL LIBRO
Si bien el libro es una novela de tipo histórico, y no un ensayo político, a lo largo de los capítulos hay muchísimas referencias concretas, situadas en un lugar particular, Córdoba, y en un tiempo dado, sobre todo 1974-1977.
También se mencionan organizaciones políticas y guerrilleras con nombre y apellido: Vanguardia Comunista, PRT-ERP, Montoneros y PC, entre varias otras. Lo llamativo, y desde mi punto de vista equivocado, es que al mencionar varias veces al PCR, lo hace inventando una sigla inexistente PCM. ¿Será para no ofender o no pelearse con ese partido? No lo sé, pero siempre que lo menciona, a veces en forma crítica como ahora veremos, lo hace con la inexistente sigla PCM si bien es obvio y evidente que se refiere al partido cuyo secretario general era Otto Vargas y donde militaba en Córdoba el dirigente de los trabajadores mecánicos René Salamanca, desaparecido en 1976.
Esa omisión de nombres y apellidos concretos no es general ni igualitaria, porque del PCM (Sic) solo nombra a Antonio Marimón, colaborador de prensa de Salamanca en el SMATA que se oponía a la línea oficial lopezrreguista de la dirección. En cambio de VC no sólo habla sino también de sus dirigentes con sus nombres, Roberto Cristina, Elías Semán, Rubén Kritscausky, etc. De todos modos, su libro tiene para mí el gran mérito de formular una serie de críticas a la línea del PCR y las conductas de sus dirigentes nacionales y de la regional Córdoba.
Por ejemplo, “En poco tiempo el análisis que hacía el PCM (sic) de la influencia rusa en Argentina nos pareció un poco conspirativo y terminó siendo peligroso. Se consideraba que había dos imperialismos: el yanqui y el ruso, siendo el último el que tenía mayor poder en nuestro país. Por eso en la medida que había sectores que aparecían como antirrusos, eran considerados aliados potenciales en la lucha contra ese imperialismo. Por ello desde el Partido se comenzaba a simpatizar en forma esquemática con militares y funcionarios de los gobiernos nacionales y provinciales, en quienes se visualizaban tendencias antirrusas. Esa visión del PCM (sic) habría conducido al partido a realizar acuerdos no muy claros, como uno que se celebró con el interventor Lacabanne. Hasta se llegó a rumorear que se había hecho una reunión del Comité Regional en Casa de Gobierno. En ese encuentro dirigentes de Capital habían llegado a plantear su colaboración con la represión de la guerrilla pues se veía a estos sectores como golpistas” (págs. 38 y 39 de “Córdoba por asalto”).
Para los que no conocen de historia cordobesa, hay que recordar que en febrero de 1974 el jefe policial Antonio D. Navarro dio un golpe de Estado derechista y depuso al gobernador Ricardo Obregón Cano y el vicegobernador Atilio López. Con el visto bueno de Perón, la provincia fue intervenida y llegó el brigadier Raúl Lacabanne, con el jefe de policía Héctor García Rey, más la Triple A que en La Docta usaba la sigla de Comando Libertadores de América, conducido por el militar Héctor Pedro Vergez. Estos fascistas intervinieron gremios como SMATA y Luz y Fuerza, asesinaron militantes, pusieron bombas en locales políticos, robaron millonarios fondos públicos, etc.
Con esa gente fascista se reunió el Comité Regional del PCR y llegó a acuerdos políticos, incluso se puso a disposición para colaborar con ese gobierno fascista para asesinar a guerrilleros. Lo dice el libro de Cacopardo, que entonces estaba con ese partido, aunque ya tenía muchas críticas al igual que Ivonne, Marimón y otros militantes.
El mismo día del golpe fue desaparecido Salamanca, al que los dirigentes del PCR siempre levantan como una bandera muy preciada. Pero leamos lo que dice al respecto Cacopardo, en su nombre y de Ivonne: “A dos semanas del golpe acordamos reunirnos con Jorge, el responsable de prensa del Comité Provincia. Había algunas posiciones del partido que no compartíamos. Lo primero que analizábamos era el silencio ante la desaparición de Salamanca, no lo podíamos entender. Frente a semejante omisión, teníamos que dar una respuesta urgente. Con Jorge decidimos entonces redactar un informe con una crítica y la propuesta de una inmediata pronunciación ante esa desaparición. Tampoco ahorramos objeciones frente a la postura del partido en relación al gobierno de Isabel; en Córdoba nunca entendimos los lazos que se mantuvieron en esa período con el interventor y represor de la provincia, Lacabanne, representante de lo peor del peronismo” (pág. 114 y 115, obra citada).
Esa postura antirrusa llevó al PCR a la errónea creencia de que el general Luciano B. Menéndez no los iba a reprimir y quizás podría ser hasta un aliado en la lucha común contra los rusos. Un delirio total. En otro capítulo, Cacho cuenta de que en los primeros meses del 1977 estaba preso y pudo hablar con “Susana, la abogada del partido”. Supongo que se refiere a la doctora Susana Aguad. Habían sido detenidos varios militantes del PCM (sic). “Ella (Susana) decía que por un lado la permanencia de nosotros, de Daniel y yo detenidos, mostraba la faz represiva de la dictadura. Y que esto a la vez contrastaba con informes del partido donde, haciendo eje en la política antirrusa, se llegaba a decir que el general Menéndez era de esa línea nacional y por eso no nos iba a reprimir” (pág. 155 y 156, obra citada).
Menéndez fue el titular del III Cuerpo de Ejército desde 1975, o sea desde el año anterior al golpe, y hasta 1979, con jurisdicción sobre diez provincias argentinas. Ahí funcionaron 26 centros clandestinos de tortura y desaparición del total del país según el CELS. Uno de los más importantes fue el de La Perla, por donde pasaron miles de secuestrados y la mayoría fue desaparecida. En agosto de 2016 el megajuicio de La Perla tuvo sentencia; inicialmente fue contra 52 imputados, 10 de los cuales murieron antes del juicio. Menéndez fue el principal acusado, como autor mediato de 670 hechos de privación ilegítima de la libertad, 655 de tormentos, 331 homicidios y otros delitos de lesa humanidad. El genocida murió en 2018 contando el récord Guinness de 13 condenas a prisión perpetua.
El horror de la dirigencia del PCR de haber considerado a Menéndez como “nacional” se asemeja al de la cúpula del PC, que apoyó a la dictadura considerando que el general Videla era “democrático” y el general Viola “nacional”.
Las dirigencias de ambos partidos (PCR y PC) intentan zafar de la crítica argumentando que tuvieron presos, secuestrados y desaparecidos, como Salamanca el primero y Negrito Avellaneda y muchos más el segundo. Esto es cierto. Tuvieron esos numerosos mártires, pero eso no quita que sus respectivos dirigentes estuvieron muy lejos de orientar políticamente la resistencia popular contra la dictadura militar-cívica e incluso de caracterizarla como tal. Tampoco participaron desde el inicio de la lucha popular, como sí lo hicieron otras organizaciones sociales como las Madres y Abuelas, y partidos políticos como VC, Montoneros, PRT-ERP, Ocpo, el otro PCML, etc.
DESDE 1974 EL PCR NO FUE REVOLUCIONARIO
En libro “La generación del ‘70, Vidas y luchas de Vanguardia Comunista, II Parte” (Colectivo Emilio Mariano Jáuregui, 2010), hay un capítulo titulado “El divorcio de los maoístas”, de mi autoría. Allí explico que ambos partidos, VC y PCR, tenían afinidad maoísta, por la definición que en nuestro partido comenzó en 1965 y en el otro partido un par de años luego de su ruptura de 1968 con el PC. Esa unidad se había roto el 1 de mayo de 1974, en el famoso acto de ese día en Plaza de Mayo, cuando VC entró y salió de la plaza junto a la Juventud Peronista y los Montoneros, luego que el General Perón los echara a los gritos por “imberbes y estúpidos” (en realidad por “subversivos”). Lo hicimos en unidad y en conjunto cantando “Qué pasa, qué pasa General, está lleno de gorilas el gobierno popular”. En cambio el PCR se quedó en la plaza, junto a la JP Lealtad, la JPRA (JP Perra), los burócratas de la CGT y 62 organizaciones y los fascistas de la Revista El Caudillo.
Ese fue el comienzo del fin para la historia revolucionaria del PCR, que caería en lo más bajo del lodo durante el final de 1974 y todo 1975, defendiendo al gobierno reaccionario de Isabel y López Rega, con el apoyo de la organización fascista y criminal de la Acción Anticomunista Argentina (Triple A), que en ese lapso y hasta el momento del golpe asesinó a unos 1.500 militantes populares. La cúpula de Otto Vargas dio un apoyo total a ese gobierno que pavimentó el camino al golpe de Estado, justificando que defendían al gobierno “popular” de Isabel frente al golpe de estado prorruso y proyanqui, sobre todo frente al “prorruso” que para ellos era el peligro principal. Entre otros argumentos, decían que tanto el PRT-ERP y los Montoneros, o sea las dos formaciones guerrilleras más importantes, eran parte activa del golpe prorruso.
Producido el golpe de Estado reiteraron que los generales Videla y Viola eran prorrusos; hasta el proyanqui José A. Alfredo Martínez de Hoz, súper ministro de Economía, también era prorruso. En el libro de Carlos Echagüe, “El socialimperialismo ruso en Argentina” se decía que quien luego sería ministro de Economía de la dictadura era prorruso: “los rusos han capturado las posiciones hegemónicas, tienen a David Graiver como cabeza visible de una parte de la multinacional rusa en nuestro país, y a Martínez de Hoz, directivo de firmas de varios grupos monopolistas” (pág. 323).
Esas fueron nuestras polémicas y críticas a la línea lopezrreguista de la dirección del PCR, desde 1974, y las hemos sostenido hasta hoy. Siempre creímos que un análisis no marxista ni creador de la sociedad argentina, sin saber diferenciar amigos y enemigos, diría Mao, los había conducido a semejante horror (no error) político. Secundariamente, los influyó negativamente su extremo dogmatismo “maoísta”, sobre todo a la errónea teoría de los dos imperialismos, como si la URSS y EE UU fueran dos imperialistas iguales. Mejor dicho, el ruso sería el más peligroso para ellos porque venía en ascenso, en tanto el yanqui estaba en retroceso luego de su derrota en Vietnam en 1975.
A VC, en cambio, nos salvó de semejante derrumbe un justo análisis de clase del capitalismo dependiente, sobre todo por los aportes de nuestro secretario general de entonces, Roberto Cristina, también desaparecido igual que Semán en 1978. Se clarificó desde el I Congreso Nacional en 1971 que los monopolios eran el enemigo principal y el imperialismo yanqui como el imperio fundamental. Esto redujo nuestro propio dogmatismo. VC también adhirió tres años a la errónea tesis de los dos imperialismos, pero siempre sostuvo que el imperialismo yanqui era por lejos el enemigo central en Argentina y América Latina.
La lectura del libro del compañero Cacho Cacopardo me llevó a estas reflexiones nada novelescas sobre la historia de nuestra organización, VC, actual Partido de la Liberación, y las polémicas con el PCR. Si alguien se siente ofendido, le pido disculpas pero a la vez le explico que la lucha ideológica es inseparable de la lucha política, y en nuestro caso siempre busca dos objetivos. Uno, la verdad de los hechos. Dos, que sirva para fortalecer la herramienta política del marxismo-leninismo-sanmartiniano y del Frente Antiimperialista para la lucha popular por el poder político y la liberación nacional y social.
Varias veces hemos cometido errores, pero nunca hemos calumniado ni dicho mentiras. Por ejemplo, en el libro “¿Ha muerto el comunismo?”, (Jorge Brega, “El maoismo en la Argentina, conversaciones con Otto Vargas”, editorial Ágora, 1990), Vargas, por entonces secretario general del PCR, escribió una monumental mentira y gravísima calumnia. Dijo que “algunos dirigentes de Vanguardia Comunista llegaron a planificar incluso el asesinato de algunos dirigentes del PCR en plena dictadura” (libro citado, página 168).
Falso, de falsedad absoluta. Estábamos luchando desde antes del primer día de la dictadura, o sea luchábamos contra el golpe ya durante el tramo final lopezrreguista del gobierno de Isabel. No todos pueden decir lo mismo.