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UCRANIA: A UN AÑO DE LA GUERRA DE LA OTAN CONTRA RUSIA

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En una guerra hay muchos que pierden, menos los fabricantes de armas
SERGIO ORTIZ. 1 de marzo de 2023

¿QUIÉN LA EMPEZÓ?
Hay dos maneras de interpretar la historia, la formal y la dialéctica. Por ejemplo, en Perú dijeron que lo de diciembre pasado fue un “autogolpe” del presidente Pedro Castillo. Falso. Castillo sufrió cuatro intentos de golpe parlamentario de la derecha y optó por clausurar el Congreso, medida constitucional. La derecha votó en el recinto su deposición y la “justicia” lo detuvo hasta hoy, en tanto su sucesora ordenó una represión brutal contra el pueblo que luchaba y reclamaba la vuelta de Castillo.
De parecido modo, el 24 de febrero de 2022 el presidente Vladimir Putin, agotadas todas las instancias de negociación con Ucrania, ordenó la entrada de tropas rusas en la zona oriental y sur de ese país limítrofe. En Doneskt y Lugansk la población ruso parlante venía sufriendo 15.000 muertes de civiles desde 2014, cuando triunfó en Kiev la “revolución del Maidán” inspirada por Washington y la OTAN. Derrocaron al mandatario constitucional Víktor Yanukóvich y el nuevo régimen comenzó esa carnicería en la zona del Donbass.
¿Quién dio el golpe en Perú? No fue Castillo sino el Congreso derechista que puso a Dina Boluarte y bañó en sangre ese país, con el beneplácito de EE UU.
¿Quién empezó la guerra en Ucrania? No fue Putin, sino el imperialismo yanqui y europeo, con sus matanzas de 2014, perpetradas por el batallón Azov neonazi, luego incorporado al Ejército ucraniano. Esas potencias usaron a Ucrania como ariete para cercar a Rusia y luego meterla en una guerra de desgaste. La maquinaria bélica de la OTAN puso como mascarón de proa a Volodimir Zelenski, un ex comediante devenido en títere antirruso.

LA CONFUSIÓN GARPA
Hay que reconocer que la confusión garpa. Por eso la VII Cumbre de la CELAC en Buenos Aires omitió un pronunciamiento oficial contra el golpe de Estado sangriento en Perú.
En Ucrania hay que admitir que la “guerra política” la vienen ganando los atlantistas proestadounidenses, si se tiene en cuenta que la ONU el 23/2 votó una resolución condenando la “invasión de Rusia”, con 141 votos a favor, sólo 7 en contra (Bielorrusia, Mali, Nicaragua, Rusia, Siria, Corea del Norte y Eritrea) y 32 abstenciones, entre éstas la más importante fue la de China.
Si bien esa condena no se convertirá en resolución ejecutiva, pues no cuenta con unanimidad en el Consejo de Seguridad, tiene importancia política. La mayoría de los gobiernos del mundo cree que Moscú es la agresora y Kiev una pobre víctima, ajena a las masacres en el Donbass, al incumplimiento de los acuerdos de Minsk en 2014 y 2015, y a la búsqueda de incorporarse a la OTAN, poniendo bases y misiles de ésta a minutos de Moscú.
La opinión pública internacional aún puede clarificarse y apuntar a quienes originaron la guerra: el Pentágono y la OTAN. Una de las razones para poner las cosas en su lugar es que se trata de una guerra sangrienta; la ONU dice que están comprobadas 18.000 muertos. Clarín lleva esa cuenta a 300.000 muertos y heridos, de ambos bandos, número que no tiene asideros serios más que su intención de demonizar más a Putin.
La confusión en parte se debe al amplio espectro de fuerzas políticas, económicas y sociales, más las mentirosas corporaciones mediáticas internacionales, que hacen fuerza contra Rusia. Ahí se suman desde Joe Biden y el canciller alemán Olaf Scholz hasta gobiernos reputados como progresistas que votaron contra Moscú en la ONU, casos de Alberto Fernández, Lula da Silva, AMLO y Gabriel Boric; desde la OTAN hasta la ecologista Greta Thunberg, más los trotskistas de Argentina y la IV Internacional, pasando por los seudos socialistas y seudo comunistas de España. No tienen vergüenza de coincidir y avalar a la OTAN.

GANAN LAS FÁBRICAS DE ARMAS
Los que están ganando fortunas son los fabricantes de armas. Las estadounidenses Lookheed Martin y Northop Grumman aumentaron la cotización de sus acciones 23 por ciento y ganaron 24.000 millones de dólares en 2022. La alemana Rheinmetall, fabricante del tanque Leopard, vio subir sus acciones 151,5 por ciento y embolsó 10.700 millones de dólares.
Estados Unidos y los 27 países de la Unión Europea vienen anunciando más apoyo en armas y en “ayuda económica” a Ucrania. Y no se crea que esa “ayuda” va a Kiev gratis, como donaciones. Quizás una parte sea en ese carácter pero el resto es negocio de empresas, bancos y organismos internacionales, que redundará en una colosal deuda externa de Ucrania. Argentina tendrá otra triste acompañante en la lista de países más endeudados del mundo…
El general estadounidense Mark Milley, a cargo de la OTAN, blanqueó que en 2022 su país se comprometió a aportar 70.000 millones de dólares en armas. Lo entregado ese año fueron 26.700 millones de dólares. El 23/2, el Grupo de los 7 (G7), comprometió para 2023 la friolera de 39.000 millones de dólares.
De todos modos, el miedo no es sonzo. Biden no quiere entregar aviones F-16 porque si el mando ucraniano atacara blancos en Rusia, Putin contragolpearía a países europeos de la OTAN y eso desataría la III Guerra Mundial. Occidente ha sido reticente hasta hoy en entregar los tanques Leopard y Abrams. Quieren que Ucrania se defienda y desgaste a Rusia, pero sin pasar determinadas líneas rojas.

EE UU TAMBIÉN GANA
Washington también gana en el terreno geopolítico y financiero. Lo primero, porque ha logrado alinear a los países europeos alrededor de la OTAN. Los sueños de una Europa menos dependiente de EE UU se han disipado. El eje Alemania-Francia hoy es un par de tíos obedientes, con Scholz lejos del juego propio que tenía Angela Merkel.
El Pentágono presume de haber extendido la OTAN hacia el este, su objetivo de los años ‘90 con la caída de la URSS, y llegado a los 30 miembros, más la pronta sumatoria de Suecia y Finlandia. Ucrania, sin los papeles de la membresía es de hecho un puntal de ese pacto bélico.
La ganancia de la Casa Blanca también se mide en dólares, porque le vende gas a Alemania un 40 por ciento más caro de lo que ésta le adquiría a Rusia. Eso se logró tras diez tandas de sanciones económicas y financieras contra Moscú acordadas con la Comisión Europea de Ursula von der Leyen.
Para hacer ese pingüe negocio tuvo que volar en septiembre de 2022 los gasoductos rusos Nord Stream I y II, según denunció con detalles el periodista de investigación Seymour Hersh, quien no ha podido ser refutado por la CIA de William Burns ni por el Pentágono de Lloyd Austin.

LAS PÉRDIDAS IMPERIALES
Hay que hablar también de las pérdidas imperiales, numerosas y graves; algunas se ven ahora y otras se irán perfilando con más claridad.
Una pérdida seria es que EE UU, Europa y el resto del mundo han sufrido más inflación, con menos crecimiento económico y mayor inestabilidad política. Una inflación del 8 por ciento anual en EE UU, Reino Unido, Francia, Italia, España y Alemania, generan muchas protestas sociales y planes de ajuste que aumentan esos malos resultados para Biden, Rishi Sunak, Emanuel Macron, Georgia Meloni, Pedro Sánchez y Scholz. También agravó la situación de países dependientes como Argentina.
Hacer la guerra contra Rusia se les vuelve en contra en sus respectivos frentes internos, aunque allí hay protestas y algunos cambios de gobiernos. No se sabe si Biden conseguirá la reelección. A Boris Johnson no lo recuerda nadie, menos a la brevísima Liz Truss.
Quizás la mayor contrariedad política estadounidense es que su guerra en Ucrania y la penalización del comercio ruso favoreció un reagrupamiento del eje Rusia-China-Irán y otros No Alineados que formalizaron más acuerdos políticos y comerciales, transando en sus propias monedas y no en dólares.
Lo más interesante es el acercamiento entre Putin, que no es comunista ni socialista sino capitalista, y el socialista chino Xi Jinping, fortalecido por su reelección en el XX Congreso del Partido Comunista de China. La cancillería china presentó en vísperas del primer aniversario de la guerra una propuesta de 12 puntos a favor de la negociación de paz de las dos partes y el respeto de la soberanía de todos los países. Esto debe ser entendido a favor de Ucrania, pero también de las repúblicas de Donetsk y Lugansk, que por referendo votaron sumarse a la Federación Rusa, y de Crimea, recuperada por Rusia en 2014. Quien bloqueó las negociaciones de paz en 2022 fue EE UU, según admitió el ex premier israelí Naftali Bennett.
China practica una neutralidad benévola con Rusia. Y EE UU condena a Beijing como si ya fuera su contendiente militar, por lo que su propuesta de 12 puntos fue desechada por el Departamento de Estado de Antony Blinken, la Comisión Europea y la OTAN dirigida por el noruego Jens Stoltenberg. Peor aún, aseguraron que China estaba lista para entregar armamento a Moscú, lo que no es cierto pero no tenían derecho a hacer esa crítica quienes han abarrotado de armas a Zelenski.
Un mundo multipolar está más afianzado. Y ese es el mayor castigo que puede recibir Washington. Sus analistas militares, con amplia difusión en los medios internacionales, aseguran que Putin está en vías de ser derrotado porque no consiguió su objetivo en una guerra relámpago. Mienten. La “Blitzkrieg” era la estrategia nazi en la II Guerra Mundial. Putin nunca dijo que ganaría en pocas semanas. A un año de su “operativo militar especial”, léase guerra, sus tropas siguen en Crimea. Y por otro lado, de las dos repúblicas (Donetsk y Lugansk) y dos ciudades (Zaporiyia y Jersón), tres siguen en poder de los rusos, y sólo está en discusión Jersón, recuperada por las tropas de Zelenski en noviembre. El presidente ucronazi dijo que era extremadamente difícil para su ejército mantener el control allí y en Bajmut y otras ciudades. Y no ha podido sentarse formalmente a la mesa de la OTAN.
Las tropas de la Federación Rusa conservaron la mayor parte del territorio del Donbass que ocuparon hace un año. Y por otro lado, Zelenski se la pasa pidiendo armas en forma desesperada, sobre todo tanques y misiles antiaéreos. Implora por armas a todo el mundo, incluso a países latinoamericanos. Si Ucrania y la OTAN estuvieran ganando la guerra, esa no sería su actividad: el centro sería la propaganda anticomunista tras su supuesta victoria y el pedido de ayuda económica para la reconstrucción del país.

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