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Menéndez, te moriste sin decir dónde estaban los nietos robados

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El genocida Luciano B. Menéndez, de viejo tronco genocida histórico, murió en el Hospital Militar de Córdoba mientras gozaba del beneficio de la detención domiciliaria, pese a tratarse de un criminal con 14 condenas perpetuas más otras dos condenas por desapariciones, torturas, asesinatos e incluso robo de bebés.

Menéndez fue atesorando tantas condenas por haber sido el jefe del Tercer Cuerpo de Ejército, con asiento en Córdoba, pero jurisdicción extendida a diez provincias del centro, norte y oeste del país.

Al principio de la democracia burguesa lo protegieron las leyes del perdón, alfonsinistas, e inmediatamente los decretos de la impunidad menemista, en 1989 y 1990.  La histórica lucha de los organismos de Derechos Humanos lo fue acorralando hasta que la anulación de aquél andamiaje jurídico y administrativo, a partir de 2005, fue permitiendo llevarlo a juicios. Antes de eso, a fines de los ‘90, en libertad, se lo vio en los palcos oficiales del gobernador Ramón Mestre, con los ministros como Oscar Aguad y otros.

En Córdoba, Salta, Tucumán, Jujuy, Catamarca y La Rioja, entre varias provincias, se lo fue juzgando y condenando por sus sistemáticas violaciones a los derechos humanos, por crímenes de lesa humanidad. En definitiva, por el genocidio que cometió la dictadura militar-cívica que él encabezó en esta parte de la Argentina como el verdadero poder de esos años, por encima de las otras autoridades. El era el dueño de la vida y de la muerte, sin juicio previo ni poder ejercer ningún derecho a la defensa, por parte de sus víctimas.

Sólo en el campo de exterminio de La Perla se estima que pasaron 2.500 militantes populares, la mayoría de los cuales fue asesinada y sus cuerpos desaparecidos.

La primera condena la recibió en Córdoba en el año 2008 en la causa Brandalisis y actualmente está a punto de concluir un sexto juicio que lo había apartado el su último tramo por “razones de salud”. Bien pudo ser la perpetua número 15.

Como cada perpetua equivale a 25 años de prisión, más otras dos condenas a 20 y 12 años de cárcel en La Rioja y Tucumán, quiere decir que el genocida tenía acumulados para cumplir un total de 382 años de prisión.

Lamentablemente, en las condiciones de la democracia burguesa y mucho más con Mauricio Macri, como parece va a ocurrir con otros 96 genocidas listos a recibir la ventaja de la detención domiciliaria, esos genocidas no fallecen en la cárcel, como debería ser. Argumentando que son “viejitos” se van a su casa a los 70 años de edad…

Lo más doloroso, pero no se podía esperar otra cosa de “Cachorro”, es que se murió sin decir una palabra sobre el destino de los desaparecidos que él y sus tropas asesinaron y ocultaron sus restos. Y especialmente, tampoco dijo nada sobre a quién entregaron los niños nacidos de madres presas o en cautiverio ilegal, como el nieto de Sonia Torres de Abuelas de Plaza de Mayo y tantas otras criaturas que se siguen buscando.

Esa falta de humanidad no era un rasgo peculiar de Menéndez. Es una regla de los criminales fascistas y del pacto de sangre que los unió, una determinación criminal de quienes fueron derrotados en política por nuestro pueblo, que les impuso condenas a cárcel y los dio de baja del Ejército, pero aún en esa debacle quisieron llevarse a la tumba esos secretos. Fue la mejor demostración de que parecen humanos, pero no lo son. No le pidan nunca a una futura revolución social piedad para con esta clase de genocidas. Por ahora festejamos su muerte leyendo el poema de Mario Benedetti sobre estos muertos de mierda.

S.O.

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