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“Es la política, boludo”

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En la campaña de Bill Clinton en 1992 la consigna fue “Es la economía, estúpido”. La parafraseamos, argentinizándola, poniendo en el centro la política, que es siempre el factor decisivo.

En el Editorial (ver pág. 3), nos explayamos sobre el tipo de gobierno monopolista y oligárquico que enfrentamos, con sus características de ajuste, corrupción y represión. Acá enfatizamos en qué tipo de alianzas y con qué políticas se le debe enfrentar, para que la resistencia popular llegue a nueva altura y lo derrote, echándolo de la Casa Rosada como a De la Rúa.

Lo primero es definir si se quiere derrotar o no a Macri. O si, con una visión seudo “institucionalista”, se plantea dejarlo gobernar, por más que no guste lo que está haciendo, hasta el fin de su mandato. Final que puede ser dentro de dos años o en seis, si se presentara y ganara la reelección. ¿Macri hasta 2023? Ni en pedo, es la respuesta del PL.

Clarín, defensor del presidente, demoniza a quienes queremos derrotarlo cuanto antes como “club del helicóptero”. El macrismo es la máquina del ajuste, de triturar empleos, bajar salarios, aumentar tarifas, endeudar el país y fusilar jóvenes por la espalda. Es preferible toda la vida ser del “club del helicóptero”.

Saludamos que algunos opositores que durante 2016 abogaban por respetar el mandato de Macri y condenaban toda convocatoria a la lucha áspera, como el exmiembro de la Corte Suprema de Justicia, Raúl E. Zaffaroni, ahora sostiene: “yo quisiera que se fueran lo antes posible, para que hagan menos daño, pero eso es un deseo personal. Lo decisivo va a ser la crisis del programa económico inviable. Por otra cosa, no se van a ir”. Zaffaroni puntualizó decenas de violaciones del presidente a la legalidad democrática.

La expresidenta CFK en cambio no ha sido clara sobre su política al respecto. Ha criticado bastante al gobierno, pero nunca planteó echarlo.

 

LOS MÉTODOS

Siguiendo con la política anti-Macri, otro asunto muy vinculado es el de los métodos de lucha. El PL desde el primer día manifestó fue favorable a poner el centro en la lucha de calles, con protestas, movilizaciones y huelgas, exigiendo a la burocracia de la CGT paros y planes de lucha. Y sin esperarla, coordinarlos por abajo con todos los afectados por el ajuste y la entrega del país.

Lo reiteramos: “Si el ajuste y los despidos son ley, el Argentinazo es justicia”. En otras palabras, debe acentuarse la protesta popular, dotarla de la unidad y organización suficiente, politizarla con un programa concreto y antiimperialista, para avanzar hacia las puebladas y la rebelión popular. Eso en nuestro país tiene como referencia las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001, el Argentinazo.

¿Eso es violencia? Sí. Pero la mayor violencia vino entonces de la mano de la Alianza, con la reforma laboral de la Banelco, el endeudamiento atroz, la quita del 13 por ciento a los jubilados, el corralito bancario, el Estado de Sitio y el asesinato de 39 compatriotas. En ese marco, lo del pueblo no fue violencia sino justicia. Y hoy, si se reflexiona políticamente sobre lo que padecemos, se verán notables coincidencias. ¿La violencia es de los jóvenes que tiraron piedras en el Congreso o del gobierno del PRO-Cambiemos que mandó la Policía y Gendarmería a asegurar el robo previsional con palos, balas, gases y golpes para todos y todas? Respuesta obvia, para nosotros. La de Macri y Clarín, es la opuesta.

Que la calle sea la herramienta principal, no quita validez a las acciones parlamentarias, denuncias judiciales, iniciativas legales y, llegado el caso, listas electorales que disputen el comicio al macrismo. Pero el orden de los factores altera el producto. En política sí, en matemáticas no lo altera.

Es lamentable ver tantos kirchneristas, progresistas y reformistas, desorientados por una derrota que ya lleva más de dos años. Siguen en la penumbra, a los tropezones, planteando que la clave es la elección de 2019. De luchar, ni hablan. Y al servicio de esa “estrategia” rastrera, de vuelo corto como la perdiz, plantean una alianza tan amplia que no tiene programa ni límites. Están dispuestos a que entren todos los que tengan alguna diferencia con Macri. Su tráquea quedó tan vulnerada por la derrota de 2015 y el pasado octubre que quieren deglutir sapos enormes, los que no pasan por allí.

Esos oportunistas quieren unirse con Sergio Massa, Hugo Moyano, Juan Schiaretti y un montón de forros y traidores consumados. Siguen la huella del Movimiento Evita, Diego Bossio y Abal Medina, los primeros panqueques K.

No entienden la política. No les entra en la cabeza algo tan sencillo del marxismo: con todos los que se dicen opositores al enemigo principal, es legítimo la unidad en la acción para golpear duro a éste. Un paro, la campaña por el millón de firmas contra el robo a jubilados, una moción en Diputados para invalidar el mega decreto 27/2018, etc. Eso es bueno y necesario.

Otra cosa es hacer un frente político, una alianza estable para eventualmente ser gobierno, adoptar medidas de fondo contra los monopolios y banqueros, y a favor del pueblo. Eso requiere de cimientos sólidos y perdurables, un programa antiimperialista y aliados confiables partiendo de la clase trabajadora. Es la política para hoy, 2018.

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