Breve Historia del PL
Víctor Hugo Paciaroni: Por vos, Barbijo, ¡apretamos los dientes y seguimos luchando!
por Sergio Ortiz
NO TRANSAR, Órgano de Prensa de VANGUARDIA COMUNISTA (actual Partido de la Liberación)
1 de octubre de 1980
Lo apodaron Barbijo en el Comedor Universitario de Córdoba, en aquellas jornadas inolvidables de apenas iniciado 1972. Todos apreciaban a aquel muchacho de barbita descuidada que los salvó del hambre por varios días. Resulta que el Partido, en alianza con el PCR, había promovido una lucha por diversas mejoras en el Comedor, que incluyó la toma del edificio. Ese día, varios miles de compañeros querían lógicamente almorzar, pero nosotros no lográbamos hacer funcionar la cocina. Las colas de comensales se impacientaban y las protestas crecían como el apetito.
Llegamos hasta la sala abarrotada de estudiantes que aguardaban, para explicar lo sucedido. “¿Algún compañero no se anima a arreglar la cocina?”, pregunté; y de inmediato se me acercó Victor Hugo. Se metió en la cocina llena de compañeros impotentes que maldecían la mala suerte, utilizó como palanca el mango de una palita mecánica y entonces sí, un fuego maravilloso hizo dorar los churrascos. Cuando el olor a comida invadió los ambientes, convencimos a los estudiantes de que éramos una conducción seria, capaz de llevarlos a la victoria por ese petitorio. Y así fue.
A personas como él pudimos encontrarlas y posteriormente reclutarlas porque habíamos detectado en un momento dado las banderas capaces de poner en movimiento a la masa estudiantil y porque habíamos hecho los esfuerzos necesarios para plasmarlas con la acción. Como el ciclo de la marea que deja en la playa especies valiosas antes de retirarse.
Y desde ese primer día en Barbijo resplandecía una cualidad. Era un hombre práctico, de razonamientos de base objetiva, de un estilo de trabajo concreto, siempre preocupado porque los planes de trabajo fueran realistas. En las reuniones partidarias el popularizó una expresión: “Bueno, vayamos a los bifes”, crítica filosa a la errónea tendencia de aquel entonces que destinaba tres horas de reunión a los debates, y una escasa media hora a dividir el trabajo.
Sus pies estaban asentados a la tierra y por eso se opuso al voto en blanco en 1973. Una tardecita hablábamos a solas durante varias horas en el tercer piso de Arquitectura, antes de las elecciones. Yo tratando de convencerlo de que la táctica era justa, el escuchando en silencio, pero meneando la cabeza, anticipando su negativa. Cuando terminé de hablar levantó su vista y dijo: “Están locos, si gana el peronismo será un golpazo para la dictadura. Además, estaremos con el Pueblo. Para mí, hay que votar al FREJULI.”
A la célula de arquitectura se le encargó realizar campaña votoblanquista en Villa Libertador, un barrio combativo de pobladores humildes en las afueras de la ciudad. Victor Hugo, a pesar de sus opiniones adversas a nuestra táctica electoral, era el que trabajaba con más entusiasmo. Era un pez en el agua. Daba gusto ver la naturalidad con que llamaba a una casa, entregaba los materiales y hablaba con la gente sencilla. Ahí nomás lo invitaban a pasar, a tomar unos mates o a picar algo, y ya lo trataban como a un viejo amigo de la familia.
Le tiraba la clase obrera.
Ya en 1972 lo habían electo como delegado a un Encuentro Nacional de Estudiantes realizado en Tucumán. En 1974 las elecciones del Centro de Estudiantes de Arquitectura son ganadas por la Lista Unidad y resultó Raúl Molina (camarada del PCR, secuestrado luego por la dictadura videlista) electo Presidente del CEA y Victor Hugo, Secretario General.
En mayo del ’74, Victor Hugo es detenido por la policía mientras realizaba tareas de autodefensa para un grupo de compañeros que pintaban leyendas de apoyo a la lista Marrón durante las elecciones del SMATA Seccional Córdoba. Le imputaban portar una pistola calibre .45, lo golpearon mucho, pero se portó como un valiente.
Estuvo algunos meses en la cárcel, pero fue liberado luego de reiterados paros en Arquitectura con marchas hacia el Juzgado Federal.
Cultivó con el resto de los presos políticos esa fraternidad de acero que acuna la celda.
Lo respetaban a pesar de que Víctor Hugo, que siempre iba al frente, -y quizás por eso mismo- siempre les dijo muy clarito lo que pensaba de los métodos y políticas de las organizaciones armadas revolucionarias donde militaba la mayor parte de ellos.
Él trabajaba como empleado en el ferrocarril y luego consiguió un traslado como obrero ferroviario a Villa María, ciudad del sud-este cordobés donde el Partido miraba con ilusión la emergencia de las Ligas Tamberas y del movimiento obrero.
Cambió el pantalón de corderoy y la campera negra por el uniforme azul de los trabajadores de la estación del Mitre. Pero por dentro, el hombre seguía siendo el mismo, o en todo caso, mejor.
Más reflexivo, más experimentado, con mayores fundamentos teóricos y políticos. Un cuadro del Partido votado por el Segundo Congreso de Córdoba para miembro del Comité Provincial. Con su sello personal llevó de la mano al Partido en esa zona a entrar en la Metalúrgica Mainero de Bell-Ville y a los obreros del matadero municipal de esa ciudad; a entablar relaciones promisorias con integrantes de las Ligas Tamberas, y dentro del gremio ferroviario de Villa María.
Recuerdo que la semana previa al golpe de Estado tuvo dos alegrías. Había nacido su hijo Mariano y había conseguido -después de mucho trabajo- que una asamblea ferroviaria votara una resolución condenando el inminente golpe de Estado.
El cuartelazo fascista obligó a interrumpir esa experiencia y a tomar la decisión de que retornara a la ciudad de Córdoba.
Mientras circulaba en motoneta fue secuestrado por el Ejército, por el 3er. Cuerpo de Menéndez y Vaquero, un 3 de junio de 1976 en algún punto del trayecto que va desde San Fernando hasta las inmediaciones de La Cañada y Avenida Roca. Algunas informaciones de quienes estuvieron secuestrados en el campo de concentración “La Perla” afirmaron que allí estuvo Víctor Hugo en el ’76. Después el rastro se pierde.
Lo que no se pierde son sus lecciones y enseñanzas.
Un día después de su secuestro, es decir el 4 de junio de 1976, estaba prevista una reunión del Comité Provincial donde participaría Roberto Cristina, Secretario General del Partido.
El 1 de junio yo le comuniqué a Víctor Hugo que la reunión se hacía y como él conocía la casa le dije el lugar, a diferencia del resto que concurriría “tabicado”. La reunión dio comienzo sin saber la razón de la ausencia de Víctor Hugo, y enviamos entre tanto una persona a su casa para averiguar. El mensajero retornó con la noticia tan desgraciada: “desde ayer que no regresó a su domicilio.”
Quiere decir que el camarada había caído en manos del enemigo disponiendo una información vital: el sitio y la hora donde se podía hallar al Secretario Gral. y a todo el Comité Córdoba. Sabiendo que su vida estaba en juego, un cobarde podría haber intentado canjear su libertad a cambio de esa delación.
Pero Víctor Hugo estaba tallado de esa madera tan especial de los héroes comunistas.
En el ganó el mantenerse íntegro para la causa del Partido y de la Revolución democrático-popular; en su profundo amor por su familia, y especialmente por su hijo, decidió no arrodillarse ante los militares secuestradores.
No sabemos si Víctor Hugo está con vida o si fue asesinado. Nuestra lucha continúa y hoy reafirmamos solemnemente que jamás se detendrá para que, si nuestro querido camarada está vivo, aparezca sano y salvo; y si es que fue asesinado, para que todos los responsables paguen, indexado, ese crimen.
La dictadura entrega año a año distinciones a los “jóvenes sobresalientes” entre los profesionales, empresarios, periodistas, etc que descuellan en la defensa de este régimen injusto y decadente. Es la Argentina que muere, como que uno de los premiados en 1978, ex-Subsecretario de Transporte, E. Ogueta está preso por maniobras dolosas.
El día que nuestro Partido y nuestro Pueblo puedan distinguir a jóvenes que corearon con su sangre miliciana el rostro de una Patria altiva, allí estará seguro Víctor Hugo Paciaroni, el que nos enseñó cómo arreglar una cocina, cómo enfrentar cara a cara a la muerte, y tantas cosas más.