Vidas y Luchas de VC - Tomo 1
11. Inversión imperialista e independencia nacional
El 1º de noviembre de 1973 salía el primer número de la revista “Temas Revolucionarios” del Comité Central de Vanguardia Comunista. Hacía hincapié en el gran avance de la lucha antiimperialista entre las masas de Argentina –aún cuando el general Juan D. Perón era presidente-, la que era considerada como la tarea inmediata y prioritaria, corrigiendo errores de línea partidaria previos. Se planteaba aportar en la ruptura de las ataduras con el imperialismo para la conquista de una Argentina independiente.
En esta tónica, no fue casual que el primer artículo, realizado por el “Equipo Económico Liberación” que dirigiera el camarada Rubén Kristcausky, -desaparecido por la dictadura militar en 1978- fuera sobre “La inversión imperialista en la Argentina, historia de su evolución”. El Partido no erraba el blanco: veintisiete años después, los trabajadores y el pueblo argentino señalan al FMI como uno de los responsables del estancamiento y la pobreza. Claro que lo es junto con el Banco Mundial, los monopolios extranjeros principalmente norteamericanos y monopolios locales con sus aliados militares, sindicales y políticos, los que constituyen el bloque dominante enemigo del campo popular.
El trabajo hace un análisis por períodos históricos que arranca en 1930/1945 con el desarrollo de la burguesía nacional, demostrando con datos estadísticos y citas de economistas, cómo el predominio del capital extranjero de comienzos del siglo XX fue decayendo a partir de la Primera Guerra Mundial para ceder de un 47,7% a un 15,4% del total de capital invertido en 1945.
Acerca del lapso 1945/52 que denomina “La burguesía nacional en el gobierno”, sostiene que limitó el poder imperialista con nacionalizaciones y mano dura con las inversiones, aunque sin tocar la gran industria de su propiedad ni el derecho de los terratenientes.
En esta etapa se operó una fuerte centralización financiera por parte del Estado, limitándose la evasión de capitales hacia el exterior y controlándose las transferencias de utilidades, por lo que entre 1947/1953 la Argentina se ubicó entre los cinco países con menores remesas al exterior “per cápita” (1,16 U$S), a diferencia de Canadá (20,8 U$S) y Australia (18,20U$S). Asimismo, se observa que en la inversión extranjera desde 1949 comienza a prevalecer la de origen estadounidense, siendo el lapso de menor participación de este tipo de inversión en la historia argentina.
Justamente en esos tiempos de limitada intervención de los capitales externos, al sector de los trabajadores le correspondió la mayor cuota del ingreso nacional: el 59,4% en 1949 y el 61% en 1952.
Sin embargo, en la década del 50 vuelve a promoverse la radicación de capitales extranjeros, contratándose con el Eximbank un crédito por 125 millones de U$S. Ante las dificultades que se presentaban en la balanza de pagos, la provisión de equipos, las pérdidas del IAPI (Instituto Argentino de Producción e Intercambio) y el fortalecimiento del imperialismo yanqui pasada la Segunda Guerra Mundial, el gobierno peronista comenzó a retroceder intentando complacer a los monopolios.
Pero éstos no tenían en sus planes la continuidad de Perón; querían “cancha libre” para barrer con las trabas que esta etapa nacionalista-burguesa les ocasionaba. Por eso el golpe de Estado de septiembre de 1955, entre otras medidas, derogó la Constitución Nacional de 1949 y su famoso artículo 40 sobre la propiedad nacional de las riquezas y los servicios públicos, al igual que su ley de inversiones No.14.222. De allí en más se otorgarían múltiples facilidades a los inversionistas de afuera, con libre remisión de ganancias al exterior. Desde entonces rige la adhesión al FMI con sus recetas conocidas de “estabilizaciones”, privatizaciones, desregulación y contención salarial y del déficit fiscal.
La teoría desarrollista del partido de Arturo Frondizi –la UCRI-, continuadora de la denominada “Revolución Libertadora”- cerraba el círculo proclamando que sólo la incorporación de capitales externos permitiría continuar la expansión del sistema productivo, tarea que no podía llevar a cabo el capital nacional.
Precisamente, la administración de ese presidente llevó a la práctica celosamente las propuestas del FMI sancionando las leyes de radicaciones extranjeras N° 14.780 y de Promoción Industrial No.14781 que respondían a las necesidades de los pulpos extranjeros.
El folleto partidario, basado en las investigaciones de entonces, penetraba a fondo en el meollo de la cuestión y planteaba que el sistema capitalista dependiente favoreció a los inversores del exterior haciéndoles extensivas las disminuciones y exenciones impositivas y cambiarias. También les obsequió los regímenes de fomento de la industria, representando una de las sangrías de recursos más significativas del aporte estatal a los monopolios, tal como sostiene por estos días Eduardo M. Basualdo. (1)
Por otra parte, no se establecía ningún tipo de restricción al giro de beneficios y repatriación de capital, motivo por el cual, siendo la inversión externa entre 1958/1964 de 175,3 millones de U$S, se remitieron utilidades en igual período por un total de 113,6 millones U$S, que representa el 65% de la primera, aunque esto fue superado holgadamente en ramas como la automotriz, con el 167% más de remesas sobre lo invertido.
Esta es otra vertiente fundamental de la expoliación imperialista en países dependientes como el nuestro. La que se mantiene actualmente, ya que entre 1991 y 1997 salieron del país capitales por 37.900 millones de U$S de superganancias de empresas privatizadas, declarándose remisión de utilidades por 5.500 millones de U$S entre 1993 y 1997 (2). Por si esto fuera poco, debe adicionarse la succión de inmensos recursos propios a través de los créditos que se les otorgaron a estos monopolios, junto con el control que alcanzaron de los depósitos nacionales mediante la expansión de la banca extranjera (Citibank, Boston, HSBC-Roberts, Bilbao Viscaya Argentaria, BSCH, Deutsche, etc).
Con estas ventajas a su favor se debilitó ex profeso al capital nacional en sus posibilidades de crecimiento frente a semejante competencia. Además, la importación de insumos de las empresas multinacionales radicadas con tanto “afecto” a nuestro suelo, representó por la cantidad de divisas necesarias para su pago –559,5 millones U$S-, el 318% del capital radicado entre 1958/1964.
También en estos años se sigue observando la prevalencia de los intereses norteamericanos que se detectara desde antes, correspondiéndoles entre 1959/1968, el 71% de las inversiones. Entre las consecuencias de la presencia inversora extranjera están la oligopolización de los mercados, su concentración y la desnacionalización de la economía. Igual que la manipulación de precios, la adquisición de empresas nacionales y el aumento de la productividad de las ramas donde invierten a costa de la debacle de las pequeñas y medianas empresas de esos sectores, sin aportar al proceso de acumulación interna de capital.
Las compañías extranjeras con mejor tecnología tuvieron poca absorción de mano de obra cuando no la expulsaron, proceso de desempleo agravado por el desplazamiento de sus competidoras locales. Si bien los salarios de estas empresas concentradas aumentaron, en las demás disminuyó ostensiblemente.
Fruto de los factores descriptos, el crecimiento de la importación de insumos, las remesas de utilidades y regalías, unido todo ello al pago de la deuda externa por importaciones y pago de créditos externos, produjeron el rojo de la balanza de pagos.
Hay que tener en cuenta que el estudio se sitúa en 1973, cuando aún no asomaba el drama clave de este último problema para los pueblos de nuestros países dependientes. Hoy, la brutal deuda que se hizo asumir a la Argentina se adiciona a la carga descomunal de los anteriores subsidios y fuga de capitales mencionados. (3)
Sólo en el interregno de Arturo Illia, entre 1963 y 1966, el Partido señalaba que se había producido un proceso inverso al que venía en curso, ya que habían disminuido a menos de la mitad las inversiones extranjeras (de 86,4 millones U$S a un promedio de 37,9 millones U$S entre 1963/1966). También se controlaron los giros de divisas y se afectó la libre transferencia de utilidades. Pero esto iba a durar muy poco. A partir del golpe de junio de 1966 se hicieron cargo del poder los representantes directos del imperialismo, favoreciéndose el copamiento del mercado interno por los inversores extranjeros que continuaron siendo preferentemente norteamericanos (el 41% tuvo ese origen entre 1966-1972).
Se profundizó el proceso de desnacionalización y de otorgamiento de beneficios a los capitales externos resultando entonces abrumador el egreso de capital del país –381,1 millones U$S en 1971-, cuando las inversiones radicadas en igual año fueron sólo de 11 millones U$S, por dar sólo un ejemplo de este período.
Concluían los compañeros del “Equipo Económico Liberación” que, según publicaciones del mismo EE.UU., en América Latina, por cada dólar que entra, salen cinco. Asimismo, la utilización de los fondos de la propia región por parte de las multinacionales fue del 88,2% de sus requerimientos, mientras sólo utilizaron un 11,8% provenientes de USA. Finalmente, dejaban perfilada la competencia que hasta la fecha se mantiene entre las compañías de Europa y sus similares yanquis, ya que sobre las cien mayores empresas, las primeras –tomadas como bloque único- alcanzan un 32% contra el 28,3% de las norteamericanas.
Los cuestionamientos decisivos al modelo capitalista dependiente de la Argentina que hacían los camaradas en 1973, son plenamente válidos para desnudar el funcionamiento agravado de este sistema en el umbral del siglo XXI. La actual sangría de recursos generados en nuestro país y de los que da cuenta el economista Basualdo, debe quedar claro que es en perjuicio de los trabajadores que perdieron con esta política económica el 12,6% del PBI que les correspondía entre 1970 y 1975.
Así, las aseveraciones de los compañeros de “Liberación” están confirmadas, cuando por estos días se establece que “la salida de capitales al exterior supera entre tres y doce veces la entrada de inversión extranjera directa, lo cual reafirma el carácter depredatorio del patrón de acumulación en marcha”. (4)
Asimismo, habiendo pasado veintisiete años desde el trabajo de los camaradas, conviene apuntar que las condiciones de la dependencia de nuestro país se han agravado. Así, la influencia del endeudamiento externo pasó a ser un elemento decisivo, alrededor del cual se estructura el funcionamiento de este capitalismo dependiente.
De tal manera, unido al mismo el proceso de privatizaciones, de las superganancias de estas empresas cedidas por el Estado, las transferencias de ingresos de los trabajadores a estos grupos concentrados, y por otra parte, la remisión de ganancias al exterior por parte de éstos, junto con la fuga de capitales y el pago de la deuda externa, forman una red de estrangulamiento y expoliación de la economía y el esfuerzo de los argentinos que no deja espacio para el desarrollo y bienestar de nuestro pueblo.
De allí que desde 1974 el capitalismo en Argentina está en decadencia grave y en ataque permanente a los intereses de los trabajadores y el país todo. No va más; hay que armar un nuevo esquema liberador que sea al servicio del pueblo. Para ello no queda otra que destruir el precedente, partiendo de su aspecto nocivo principal: el poder de los monopolios extranjeros y nativos y de sus aliados.
Por eso el acierto estratégico de VC cuando apuntaba a la liberación nacional y social, a la lucha antiimperialista bajo la dirección de la clase obrera en contra de estos enemigos, a diferencia de otras tendencias de izquierda que, desde el campo del trotskismo, aún hoy insisten en marcar en general a los explotadores pero sin apuntar centralmente al imperialismo. No se puede confundir y poner en el mismo blanco a los pequeños y medianos empresarios y a los “capitanes de la industria” y los grupos concentrados extranjeros y nativos que junto con el FMI, el Banco Mundial y sus aliados en el poder político, llevan a cabo el plan de entrega y explotación que denunciamos antes y ahora.
El punto de vista de VC era llevar a fondo la revolución nacional,democrática y popular, con el antiimperialismo como contenido fundamental de la etapa, y bajo la dirección de la clase obrera transformarla en forma ininterrumpida en revolución socialista. Esa estrategia era y es correcta.
NOTAS
1) Acerca de la naturaleza de la deuda externa, Universidad de Quilmes, Bs.As., abril del 2000.
2) Ver Basualdo, Eduardo M., ibid, pp. 11/12.
3) Ibid, pp.15/16.
4) Ibid, p.56.