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Una sola chispa puede incendiar la pradera

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* Carta escrita por el camarada Mao Tse-tung para criticar ciertas ideas pesimistas que existían en aquel tiempo dentro del Partido.

5 de enero de 1930

 

Parte de los camaradas de nuestro Partido aún no saben cómo apreciar correctamente la situación actual, ni cuáles son las acciones que esta situación exige de nosotros. Aunque están convencidos de que es inevitable un auge revolucionario, no creen que pueda surgir pronto. Por consiguiente, no aprueban el plan para conquistar Chiangsí y sólo están de acuerdo con las acciones guerrilleras errantes en las tres zonas en los límites entre Fuchién, Kuangtung y Chiangsí. Además, no están profundamente convencidos de la necesidad de establecer el Poder rojo en las zonas guerrilleras, ni, en consecuencia, de la necesidad de consolidar y extender este Poder rojo a fin de promover el auge de la revolución en todo el país. Al parecer, consideran inútil dedicarse al duro trabajo de establecer el Poder en momentos en que el auge revolucionario está lejano todavía; pretenden ampliar nuestra influencia política recurriendo a un método más fácil: las acciones guerrilleras errantes y, una vez cumplida enteramente o hasta cierto punto la labor de ganarse a las masas en todo el país, iniciar un levantamiento armado en toda China, levantamiento que, con la participación del Ejército Rojo, desembocaría en una gran revolución de amplitud nacional. Esta teoría sobre la necesidad de ganarse primero a las masas a escala nacional y en todas partes, y establecer después el Poder, no corresponde a las condiciones reales de la revolución china. Su origen es principalmente la falta de una comprensión clara del hecho de que China es una semicolonia que se disputan muchos países imperialistas. Si se llega a entender esto con claridad, se comprenderá, en primer lugar, por qué es China el único país en el mundo que experimenta un fenómeno tan insólito como es el de las prolongadas e intrincadas guerras en el seno de las clases dominantes, por qué estas guerras se agudizan y se extienden día a día, y por qué no ha habido jamás un régimen unificado en el país. En segundo lugar, se comprenderá lo grave que es el problema campesino y, en consecuencia, por qué las insurrecciones en el campo se han desarrollado con tal amplitud que abarcan hoy todo el país. En tercer lugar, se comprenderá la justeza de la consigna: Por un Poder democrático obrero-campesino. En cuarto lugar, se comprenderá otro fenómeno insólito — igualmente desconocido fuera de China y surgido en relación con el fenómeno inusitado de las prolongadas e intrincadas guerras en el seno de las clases dominantes de China –, el de la existencia y desarrollo del Ejército Rojo y los destacamentos guerrilleros y, junto con ellos, la existencia y desarrollo de pequeñas zonas rojas rodeadas por el régimen blanco. En quinto lugar, se comprenderá también que en la China semicolonial, la creación y desarrollo del Ejército Rojo, los destacamentos guerrilleros y las zonas rojas, es la forma más alta de la lucha campesina dirigida por el proletariado, el resultado inevitable del desarrollo de la lucha campesina en una semicolonia y, sin duda alguna, el factor más importante para promover el auge revolucionario en todo el país. Y en sexto lugar, se comprenderá asimismo que con la política de simples acciones guerrilleras errantes no se puede cumplir la tarea de promover el auge revolucionario a escala nacional, en tanto que es indudablemente correcta la política adoptada por Chu Te y Mao Tse-tung, y también por Fang Chi-min[1], que consiste en crear bases de apoyo, establecer el Poder de manera sistemática, realizar en profundidad la revolución agraria, engrosar las fuerzas armadas populares siguiendo el proceso de formar primero destacamentos cantonales de guardias rojos, luego territoriales, después distritales, posteriormente fuerzas locales del Ejército Rojo y, por último, un Ejército Rojo regular, y extender el Poder a modo de oleadas, etc. Sólo así se puede infundir fe a las masas revolucionarias de todo el país, tal como lo hace la Unión Soviética respecto al mundo entero. Sólo así se puede ocasionar inmensas dificultades a las clases dominantes reaccionarias, sacudir sus cimientos y precipitar su desintegración interna. Y sólo así se puede crear efectivamente un Ejército Rojo, que servirá de instrumento principal para la gran revolución venidera. En una palabra, sólo así se puede promover el auge de la revolución.

Los camaradas que padecen del mal de la precipitación revolucionaria sobrestiman las fuerzas subjetivas de la revolución[2] y subestiman las fuerzas de la contrarrevolución. Semejante apreciación nace principalmente del subjetivismo, e indudablemente terminará conduciendo al camino del putchismo. Por otra parte, la subestimación de las fuerzas subjetivas de la revolución y la sobreestimación de las fuerzas de la contrarrevolución constituyen también una apreciación inadecuada, que producirá inevitablemente resultados negativos, aunque de otro orden. Por consiguiente, al juzgar la situación política de China, es necesario comprender los siguientes puntos esenciales :

  1. A pesar de que las fuerzas subjetivas de la revolución china san débiles en la actualidad, lo es también toda la organización (el Poder, las fuerzas armadas, los partidos, etc.) de las clases dominantes reaccionarias, organización que se basa en la atrasada y frágil estructura social y económica de China. Así se explica por qué la revolución no puede estallar inmediatamente en los países de Europa occidental, donde, aunque actualmente las fuerzas subjetivas de la revolución son quizá algo más poderosas que en China, las clases dominantes reaccionarias tienen un poderío muchas veces superior al que poseen las clases dominantes reaccionarias de nuestro país. Y aunque en China las fuerzas subjetivas de la revolución son ahora débiles, sin duda la revolución avanza hacia su auge más rápidamente que en Europa occidental, porque aquí las fuerzas de la contrarrevolución son relativamente débiles también.
  2. Después de la derrota de la revolución en 1927, las fuerzas subjetivas de la revolución han quedado, en efecto, considerablemente debilitadas. Es muy poco lo que resta de ellas, y resulta natural que aquellos camaradas que juzgan las cosas sólo por las apariencias tengan ideas pesimistas. Pero si se examina la esencia de las cosas, se ve un cuadro completamente distinto. Aquí viene al caso un antiguo proverbio chino: “Una sola chispa puede incendiar la pradera.” En otras palabras, nuestras fuerzas, aunque muy pequeñas ahora, se desarrollarán con gran rapidez. En las condiciones de China, su desarrollo no sólo es posible, sino prácticamente inevitable. Esto lo demostraron completamente el Movimiento del 30 de Mayo y la Gran Revolución que le siguió. Al tratar un asunto, debemos examinar su esencia y considerar su apariencia sólo como guía que nos conduce a la entrada, y, una vez que cruzamos el umbral, debemos captar la esencia. Este es el único método de análisis seguro y científico.
  3. En forma similar, al evaluar a las fuerzas de la contrarrevolución, de ninguna manera debemos ver sólo su apariencia, sino examinar su esencia. En el período inicial del establecimiento de nuestro régimen independiente en los límites entre Junán y Chiangsí, algunos camaradas creyeron de buena fe en la incorrecta apreciación que hizo entonces el Comité Provincial del Partido en Junán, y consideraron que nuestro enemigo de clase no valía un centavo. “Sumamente tambaleante” y “totalmente presa de pánico”, dos expresiones que todavía nos causan risa, fueron las que utilizó en aquel tiempo (de mayo a junio de 1928) el Comité Provincial de Junán para valorar a Lu Ti-ping[3], gobernante de dicha provincia. Tales apreciaciones condujeron inevitablemente al putchismo en el terreno político. Pero durante los cuatro meses que van de noviembre de 1928 a febrero de 1929 (antes del estallido de la guerra entre Chiang Kai-shek y los caudillos militares de Kuangsí[4]), cuando enfrentábamos a la tercera “campaña conjunta de aniquilamiento”[5]del enemigo contra las montañas Chingkang, algunos camaradas plantearon la siguiente cuestión: “¿cuánto tiempo podremos mantener flameando la bandera roja?” En realidad, la lucha entre Inglaterra, los Estados Unidos y el Japón en China se había vuelto entonces muy desembozada y habían madurado las condiciones para una guerra intrincada entre Chiang Kai-shek, los caudillos militares de Kuangsí y Feng Yu-siang. Este era, en esencia, el momento en que la marea contrarrevolucionaria comenzaba a bajar y la marea revolucionaria, a crecer de nuevo. Sin embargo, durante ese período existían ideas pesimistas no sólo en el Ejército Rojo y en las organizaciones locales del Partido, sino que incluso el Comité Central se dejó engañar por las apariencias y adoptó un tono pesimista. La carta de febrero del Comité Central[6] es una prueba del análisis pesimista que se hacía entonces en el Partido.
  4. La actual situación objetiva todavía puede desorientar fácilmente a los camaradas que sólo ven las apariencias y no penetran en la esencia. Especialmente los que trabajan en el Ejército Rojo, cuando sufren una derrota, cuando están rodeados o acosados por poderosas fuerzas enemigas, a menudo, sin quererlo, generalizan y exageran su situación momentánea, particular y local, como si globalmente fuera poco brillante la situación de todo el país y del mundo entero, y vagas y remotas las perspectivas de victoria de la revolución. En su observación de las cosas, estos camaradas se aferran a las apariencias y pasan por alto la esencia, porque no han efectuado un análisis científico de la esencia de la situación general. A la pregunta de si surgirá pronto en China un auge revolucionario, se puede dar una respuesta precisa sólo después de haber examinado en detalle si realmente están en desarrollo las diversas contradicciones que conducen a este auge. Dado que, en el plano internacional, se desarrollan las contradicciones entre los países imperialistas, entre estos países y sus colonias y entre los imperialistas y el proletariado de sus propios países, los imperialistas sienten con mayor apremio la necesidad de disputarse a China. A medida que se intensifica la disputa entre los imperialistas por adueñarse de China, se desarrollan simultáneamente en el territorio chino tanto la contradicción entre el imperialismo y toda la nación china como las contradicciones de los imperialistas entre sí, por lo cual se producen guerras intrincadas cada vez más extensas y violentas entre las distintas camarillas de gobernantes reaccionarios de China, y se desarrollan diariamente las contradicciones entre éstas. Las contradicciones entre las distintas camarillas de gobernantes reaccionarios — las guerras intrincadas entre los caudillos militares — van acompañadas del aumento de los impuestos, lo que conduce a la agudización diaria de la contradicción entre las grandes masas de contribuyentes y los gobernantes reaccionarios. La contradicción entre el imperialismo y la industria nacional china va acompañada del hecho de que esta última no puede obtener concesiones del primero, lo cual agudiza la contradicción entre la burguesía y la clase obrera de China: los capitalistas chinos tratan de encontrar una salida a través de la desenfrenada explotación de los obreros, y éstos les oponen resistencia. La agresión comercial de los países imperialistas, la explotación por parte del capital mercantil chino, el aumento de los impuestos por el gobierno, etc., traen consigo una profundización aún mayor de la contradicción entre la clase terrateniente y el campesinado, es decir, se agrava la explotación por medio del arriendo de la tierra y la usura, y crece el odio de los campesinos hacia los terratenientes. A causa de la presión de las mercancías extranjeras, del agotamiento de la capacidad adquisitiva de las grandes masas de obreros y campesinos y del aumento de los impuestos por el gobierno, los comerciantes en productos nacionales y los productores independientes se ven empujados cada vez más a la quiebra. Como el gobierno reaccionario incrementa ilimitadamente sus tropas, pese a la escasez de provisiones y fondos para mantenerlas y como, a consecuencia de ello, las guerras se hacen cada día más frecuentes, las masas de soldados sufren constantes privaciones. Debido al aumento de los impuestos estatales, a la creciente carga de los arriendos e intereses exigidos por los terratenientes y a la diaria ampliación de los desastres de la guerra, el hambre y el bandolerismo se han extendido por todo el país y las grandes masas campesinas y los pobres de la ciudad se encuentran en una situación en la que apenas pueden subsistir. A causa de la carencia de fondos para el sostenimiento de escuelas, muchos alumnos temen no poder continuar sus estudios; debido al carácter atrasado de la producción, muchos estudiantes graduados no tienen esperanzas de encontrar empleo. Comprendiendo todas estas contradicciones, sabremos en qué desesperada situación y en qué caótico estado se encuentra China, y veremos que inevitablemente y muy pronto surgirá el auge de la revolución dirigida contra los imperialistas, los caudillos militares y los terratenientes. Toda China está llena de leña seca, que arderá pronto en una gran llamarada. El proverbio, “Una sola chispa puede incendiar la pradera”, es una descripción apropiada de cómo se desarrollará la situación actual. Basta echar una mirada a las huelgas obreras, las insurrecciones campesinas, los motines de soldados y las huelgas estudiantiles, que están desarrollándose en muchos lugares, para darse cuenta de que esa “sola chispa”, sin duda alguna, no tardará en “incendiar la pradera”.

La idea general de lo expuesto anteriormente estaba contenida ya en la carta del Comité del Frente al Comité Central, fechada el 5 de abril de 1929, en la que se decía:

“En su carta [del 9 de febrero de 1929] el Comité Central ha hecho una apreciación demasiado pesimista de la situación objetiva y de nuestras fuerzas subjetivas. La tercera campaña de ‘aniquilamiento’ lanzada por el Kuomintang contra las montañas Chingkang marcó el punto culminante de la marea contrarrevolucionaria. Pero allí se detuvo y desde entonces se han iniciado el gradual descenso de esta marea y el progresivo ascenso de la marea revolucionaria. La capacidad combativa y organizativa del Partido, a pesar de haberse debilitado tanto como lo señala el Comité Central, se recobrará con gran rapidez y pronto desaparecerá la pasividad entre sus cuadros, con el descenso gradual de la marea contrarrevolucionaria. Las masas nos seguirán sin duda alguna. La política de matanza[7] sólo sirve para ‘empujar los peces hacia las aguas profundas[8], y el reformismo, a su vez, ha dejado de atraer a las masas. Sin duda, las ilusiones de las masas con respecto al Kuomintang se desvanecerán muy pronto. En la situación que va a surgir, ningún otro partido podrá competir con el Partido Comunista en la conquista de las masas. La línea política y la línea de organización trazadas por el VI Congreso Nacional del Partido[9] son correctas: la revolución en la etapa actual es democrática, y no socialista; la tarea actual del Partido [aquí debería haberse agregado: ‘en las grandes ciudades’] consiste en ganarse a las masas y no en organizar insurrecciones inmediatas. Pero, la revolución se desarrollará con gran rapidez, y debemos adoptar una actitud positiva en la propaganda y la preparación para las insurrecciones armadas. En la caótica situación actual, podremos dirigir a las masas sólo a base de consignas y actitud positivas. Igualmente, sólo adoptando tal actitud, el Partido podrá recuperar su capacidad de combate. [. . .] La dirección del proletariado constituye la única clave para la victoria de la revolución. Asentar al Partido sobre una base proletaria y establecer células en las empresas industriales de los centros urbanos, son en este momento importantes tareas en el terreno organizativo; pero al mismo tiempo, el desarrollo de la lucha en el campo, el establecimiento del Poder rojo en pequeñas zonas, la creación y engrosamiento del Ejército Rojo son, antes que nada, los principales requisitos para ayudar a la lucha en las ciudades y promover el auge revolucionario. Por consiguiente, es erróneo renunciar a la lucha en las ciudades; pero, en nuestra opinión, también se equivocará todo miembro del Partido que tema el desarrollo de la fuerza campesina, creyendo que la revolución será perjudicada si esa fuerza supera a la obrera. Pues en la China semicolonial, la revolución fracasa inevitablemente cuando la lucha campesina no cuenta con la dirección de los obreros, pero jamás se perjudica porque la fuerza de los campesinos se torne, en el curso de la lucha, mayor que la de los obreros.”

En cuanto al problema de la táctica de acción del Ejército Rojo, la carta dio la siguiente respuesta:

“A fin de preservar el Ejército Rojo y movilizar a las masas, el Comité Central nos propone dividir las fuerzas en unidades muy pequeñas, dispersarlas por el campo y alejar de las filas a Chu Te y Mao Tse-tung, ocultando así los grandes blancos al enemigo. Esta es una idea apartada de la realidad. Ya en el invierno de 1927, planeamos dividir nuestras fuerzas en compañías o batallones para que actuaran independientemente, dispersarlas por el campo, movilizar a las masas por medio de las tácticas guerrilleras y evitar convertirnos en blanco del enemigo; esto lo pusimos en práctica en numerosas ocasiones, pero siempre fracasamos. Las causas son: 1) A diferencia de los destacamentos locales de guardias rojos, la mayoría de los soldados de las fuerzas regulares del Ejército Rojo no son nativos de la localidad. 2) La división de las fuerzas en pequeñas unidades da como resultado una dirección débil e incapacidad para enfrentar circunstancias adversas, lo cual conduce fácilmente a la derrota. 3) Es fácil que las pequeñas unidades dispersas sean derrotadas por separado. 4) Cuanto más adversas son las circunstancias, tanto mayor es la necesidad de que las fuerzas se concentren y que los dirigentes luchen con firmeza, porque sólo así se puede conseguir la unidad interna y hacer frente al enemigo. Sólo en circunstancias favorables es aconsejable dividir las fuerzas para operaciones guerrilleras, y sólo entonces los dirigentes no tienen tanta necesidad, como en circunstancias adversas, de permanecer con sus tropas todo el tiempo.”

Las consideraciones arriba expuestas tienen un defecto: los argumentos que se invocan contra la división de las fuerzas son todos de carácter negativo, y esto está muy lejos de ser suficiente. He aquí la razón positiva en favor de la concentración de las fuerzas: sólo la concentración nos permitirá aniquilar unidades enemigas relativamente grandes y ocupar poblados. Sólo después de haber aniquilado unidades enemigas relativamente grandes y ocupado poblados, podremos movilizar a las masas en gran escala y establecer el Poder en zonas que abarquen varios distritos colindantes. Sólo así podremos llamar la atención de las poblaciones próximas y lejanas (esto es lo que se llama extender la influencia política) y contribuir efectivamente a la promoción del auge revolucionario. Por ejemplo, tanto el Poder que creamos el año antepasado en los límites entre Junán y Chiangsí, como el Poder creado en el Oeste de Fuchién el año pasado[10], fueron el resultado de nuestra política de concentración de las fuerzas. Este es un principio general. Pero, ése dan o no casos en que es necesario dividir las fuerzas? Sí, se dan. En la carta del Comité del Frente al Comité Central se habla de las tácticas guerrilleras del Ejército Rojo, incluida la división de las fuerzas dentro de un radio reducido:
“Las tácticas que hemos extraído de la lucha durante los últimos tres años son realmente distintas de todas las otras tácticas, antiguas o modernas, chinas o extranjeras. Gracias a nuestras tácticas, la movilización de las masas para la lucha se realiza en una escala siempre creciente, y ningún enemigo, por poderoso que sea, podrá habérselas con nosotros. Las nuestras son tácticas guerrilleras, que consisten principalmente en los siguientes puntos :

‘Dividir las fuerzas para movilizar a las masas y concentrarlas para hacer frente al enemigo.’
‘Cuando el enemigo avanza, retrocedemos; cuando acampa, lo hostigamos; cuando se fatiga, lo atacamos; cuando se retira, lo perseguimos.’
‘Para ampliar las bases de apoyo estables[11], adoptamos la táctica de avanzar en oleadas. Cuando nos persigue un enemigo poderoso, adoptamos la táctica de dar rodeos.’
‘Movilizar a la mayor cantidad de masas en el menor tiempo posible y con los mejores métodos a nuestro alcance.’

 

Estas tácticas son como manejar una red; debemos ser capaces de tenderla o recogerla en cualquier momento. La tendemos para ganarnos a las masas, y la recogemos para hacer frente al enemigo. Tales son las tácticas de que nos hemos servido durante los últimos tres años.”

Aquí “tender la red” significa dividir nuestras fuerzas dentro de un radio reducido. Así, por ejemplo, cuando tomamos por primera vez la capital del distrito de Yungsin, en los límites entre Junán y Chiangsí, dividimos los 29.ƒ y 31.ƒ Regimientos dentro de los límites de dicho distrito. Otro ejemplo, cuando tomamos por tercera vez Yungsin, dividimos nuestras fuerzas despachando el 28.ƒ Regimiento a la frontera de Anfu, el 29.ƒ a Lienjua y el 31.ƒ a la frontera de Chían. Un ejemplo más, en abril y mayo del año pasado, nuestras fuerzas se dividieron en los distritos del Sur de Chiangsí y, en julio, en los distritos del Oeste de Fuchién. En cuanto a la división de las fuerzas en un amplio radio, sólo es posible bajo dos condiciones: que las circunstancias sean más o menos favorables y que el organismo dirigente sea relativamente fuerte. Pues la división de nuestras fuerzas tiene por objetivo asegurarnos mayores posibilidades para ganarnos a las masas, realizar en profundidad la revolución agraria, establecer el Poder y ampliar las filas del Ejército Rojo y las fuerzas armadas locales. Es preferible no dividir las fuerzas si resulta imposible alcanzar tales objetivos, o si, lo que es peor, existe la posibilidad de que la división conduzca a la derrota y al debilitamiento del Ejército Rojo, como sucedió en agosto del año antepasado, cuando dividimos nuestras fuerzas en la Región Fronteriza de Junán-Chiangsí para atacar Chenchou. Pero, si existen las dos condiciones arriba mencionadas, es indudable que debemos dividir las fuerzas, porque en este caso la división es más ventajosa que la concentración.

La carta de febrero del Comité Central no fue correcta en su espíritu, y ha ejercido una mala influencia sobre una parte de los camaradas del Partido en el 4.ƒ Cuerpo de Ejército. En esa época, el Comité Central emitió, además, una circular en la que afirmaba que no estallaría necesariamente la guerra entre Chiang Kai-shek y los caudillos militares de Kuangsí. Pero desde entonces, las apreciaciones y directivas del Comité Central han sido correctas en lo fundamental. Ya ha emitido otra circular para corregir la que contenía aquella evaluación inadecuada. Aunque no ha rectificado dicha carta dirigida al Ejército Rojo, en sus directivas ulteriores ya no se observa el mismo tono pesimista y su punto de vista sobre las acciones del Ejército Rojo coincide ahora con el nuestro. Todavía subsiste, sin embargo, la mala influencia que ha ejercido la carta del Comité Central sobre una parte de los camaradas. Por lo tanto estimo que aún sigue siendo necesario aclarar esta cuestión.

El plan para conquistar la provincia de Chiangsí en el término de un año fue propuesto también en abril del año pasado por el Comité del Frente al Comité Central, y luego se adoptó en Yutu una decisión a este respecto. Las razones aducidas entonces y que se exponían en la carta al Comité Central eran las siguientes:

“Las tropas de Chiang Kai-shek y las de los caudillos militares de Kuangsí se están aproximando unas a otras en la zona de Chiuchiang, y una gran batalla está a punto de estallar. A consecuencia de la reanudación de la lucha de las masas, unida al crecimiento de las contradicciones entre los gobernantes reaccionarios, probablemente surgirá pronto un auge revolucionario. Al planear nuestro trabajo en estas circunstancias, consideramos que, en las provincias del Sur, las fuerzas armadas de la burguesía compradora y de los terratenientes de Kuangtung y Junán son demasiado grandes, y además, en Junán, debido a los errores putchistas cometidos por la organización del Partido, hemos perdido casi por completo nuestra base de masas, tanto dentro como fuera del Partido. Pero la situación es diferente en las provincias de Fuchién, Chiangsí y Chechiang. En primer lugar, las fuerzas armadas del enemigo en estas tres provincias son las más débiles. En Chechiang sólo hay una reducida guarnición provincial a las órdenes de Chiang Po-cheng[12]. En Fuchién, aunque hay catorce regimientos bajo cinco comandos, la brigada de Kuo Feng-ming ya ha sido puesta fuera de combate; las tropas de Chen Kuo-jui y Lu Sing-pang[13] están integradas por bandidos y tienen poca capacidad de combate, y las dos brigadas de infantería de marina acampadas a lo largo de la costa no han entrado nunca en acción e indudablemente tampoco tienen gran capacidad de combate. Sólo las tropas de Chang Chen[14] son, en cierta medida, capaces de combatir, pero, según el análisis hecho por el Comité Provincial del Partido en Fuchién, únicamente dos regimientos de esas tropas tienen una capacidad de combate relativamente elevada. Además, en Fuchién reina ahora un estado de completo caos y desunión. En Chiangsí hay dos agrupaciones, la de Chu Pei-te[15] y la de Siung Shi-jui[16], que constan en total de dieciséis regimientos; allí las fuerzas armadas son superiores a las de Fuchién o Chechiang, pero muy inferiores a las de Junán. En segundo lugar, se han cometido menos errores putchistas en esas tres provincias. No conocemos muy bien el caso de Chechiang, pero sí sabemos que las organizaciones del Partido y su base de masas en Chiangsí y Fuchién son más fuertes que en Junán. Por lo que atañe a Chiangsí, en su parte norte, todavía tenemos cierta base en Tean, Siushui y Tungku; en su parte oeste, el Partido y los destacamentos de guardias rojos aún conservan su fuerza en Ningkang, Yungsin, Lienjua y Suichuan; en el Sur, nuestras perspectivas son aún más brillantes, ya que la fuerza de los 2ƒ y 4.ƒ Regimientos del Ejército Rojo está creciendo día a día en los distritos de Chían, Yungfeng y Singkuo; las tropas del Ejército Rojo al mando de Fang Chi-rnin no han sido liquidadas en modo alguno. De esta manera se ha creado una situación de cerco a Nanchang. Por la presente proponemos al Comité Central: durante el largo período de guerras entre los caudillos militares del Kuomintang, disputar a Chiang Kai-shek y a los caudillos militares de Kuangsí la provincia de Chiangsí, así como el Oeste de Fuchién y el Oeste de Chechiang; aumentar los efectivos del Ejército Rojo en estas tres provincias y crear allí un régimen independiente popular, dándonos corno plazo un año para el cumplimiento de este plan.”

Lo que hubo de erróneo en la proposición para la conquista de Chiangsí fue que se fijó como límite el plazo de un año. En cuanto a la posibilidad de la conquista de Chiangsí, la proposición se basaba no sólo en las condiciones de la provincia misma, sino también en las perspectivas de la pronta aparición de un auge revolucionario en todo el país. Porque si no hubiéramos estado convencidos de que surgiría pronto un auge revolucionario, no habríamos podido, de ningún modo, llegar a la conclusión de que se podría conquistar Chiangsí en el término de un año. El defecto de esa proposición fue que fijó indebidamente el plazo de un año, e imprimió así cierto matiz de impaciencia a la palabra “pronto” en la afirmación de que “surgirá pronto un auge revolucionario”. Por lo demás, merecen particular atención las condiciones subjetivas y objetivas existentes en Chiangsí. Aparte de las condiciones subjetivas, ya expuestas en la carta al Comité Central, se pueden señalar ahora con claridad tres condiciones objetivas. En primer lugar, la economía de Chiangsí es principalmente feudal, la fuerza de la burguesía comercial es relativamente débil, y las fuerzas armadas de los terratenientes son más débiles que en ninguna otra provincia del Sur. En segundo lugar, Chiangsí no tiene sus propias tropas provinciales y siempre ha estado guarnecida por tropas de otras provincias. Traídas para el “exterminio de los comunistas” o “exterminio de los bandidos”, estas tropas no están familiarizadas con las condiciones existentes en la localidad; y además, como su interés en estas operaciones es mucho menor que el que podrían tener tropas de la propia provincia, suelen mostrar poco entusiasmo. Y en tercer lugar, a diferencia de Kuangtung, que está cerca de Hongkong y se halla bajo el control de Inglaterra en casi todos los aspectos, Chiangsí se encuentra relativamente lejos de la influencia del imperialismo. Una vez comprendidos estos tres puntos, podremos explicarnos por qué en Chiangsí las insurrecciones en el campo están más extendidas y las unidades del Ejército Rojo y las guerrillas son más numerosas que en ninguna otra provincia.

¿Cómo interpretar la palabra “pronto” en la afirmación de que “surgirá pronto un auge revolucionario”? Muchos camaradas se hacen la misma pregunta. Los marxistas no son adivinos. Deben y pueden señalar sólo el rumbo general del desarrollo futuro y los cambios venideros; no deben ni pueden fijar en forma mecánica el día y la hora. Sin embargo, cuando digo que surgirá pronto un auge revolucionario en China, de ningún modo me refiero a algo que, según dicen algunos, “tiene la posibilidad de surgir”, algo ilusorio, inalcanzable y absolutamente desprovisto de significado práctico. El auge revolucionario es como un barco en el mar, del cual se divisa ya desde la costa la punta del mástil; es como el sol naciente, cuyos rayos luminosos se ven a lo lejos en el Oriente desde la cumbre de una alta montaña; es como una criatura que va a nacer y se agita impaciente en el vientre de la madre.

 

 

NOTAS

 

[1] El camarada Fang Chi-min, natural del distrito de Yiyang, provincia de Chiangsí, miembro del Comité Central elegido en el VI Congreso Nacional del Partido Comunista de China, fue fundador de la zona roja en el Noreste de Chiangsí y creador del 10.ƒ Cuerpo de Ejército del Ejército Rojo. En 1934, partió hacia el Norte de China al mando de los destacamentos de vanguardia del Ejército Rojo para la resistencia contra los invasores japoneses. En enero de 1935 fue hecho prisionero en un combate con las tropas contrarrevolucionarias del Kuomintang. En julio del mismo año murió heroicamente en Nanchang.

[2] Con la expresión “fuerzas subjetivas de la revolución”, el camarada Mao Tse-tung se refiere aquí a las fuerzas organizadas de la revolución.

[3] Caudillo militar del Kuomintang, fue en 1928 gobernador de la provincia de Junán.

[4] Se trata de la guerra librada en marzo y abril de 1929 entre los caudillos militares kuomintanistas: la camarilla de Chiang Kai-shek en Nankín y la camarilla de Li Tsung-yen y Pai Chung-si en Kuangsí.

[5] Se refiere a la tercera ofensiva de los caudillos militares kuomintanistas de Junán y Chiangsí contra la base de apoyo del Ejército Rojo en las montañas Chingkang, desde fines de 1928 hasta comienzos de 1929.

[6] Se refiere a la carta del Comité Central del Partido Comunista de China dirigida al Comité del Frente, fechada el 9 de febrero de 1929. Su contenido se expone en líneas generales en la carta del Comité del Frente al Comité Central, con fecha del 5 de abril de 1929, citada en el presente artículo. Trataba principalmente sobre la apreciación de la situación de entonces y la táctica de acción del Ejército Rojo. Ante los inadecuados puntos de vista presentados en la carta del Comité Central, el Comité del Frente manifestó en su respuesta opiniones distintas.

[7] Se refiere a los medios sangrientos a los que recurría la contrarrevolución frente alas fuerzas revolucionarias del pueblo.

[8] Cita del Mencio. Mencio compara al tirano que con sus brutalidades empuja al pueblo a buscar un soberano benévolo, con la nutria que “empuja los peces hacia las aguas profundas”.

[9] Se refiere al VI Congreso Nacional del Partido Comunista de China, celebrado en julio de 1928. El Congreso indicó que, después de la derrota de 1927, la revolución china continuaba siendo, por su carácter, una revolución democrático-burguesa antiimperialista y antifeudal, y que era inevitable un nuevo auge revolucionario; pero, como este nuevo auge revolucionario no había surgido todavía, la línea general para la revolución en aquel tiempo consistía en ganarse a las masas. El VI Congreso barrió con el capitulacionismo de derecha de Chen Tu-siu, aparecido en 1927, y también sometió a crítica el putchismo “izquierdista” que se manifestó en el Partido a fines de 1927 y comienzos de 1928.

[10] En 1929, el Ejército Rojo emprendió una expedición hacia el Este, desde las montañas Chingkang hasta la provincia de Fuchién, donde creó una nueva base de apoyo revolucionaria, y estableció el Poder revolucionario popular en los distritos de Lungyen, Yungting y Shangjang, en el Oeste de dicha provincia.

[11] Se refiere a las bases de apoyo revolucionarias relativamente sólidas, establecidas por el Ejército Rojo de Obreros y Campesinos.

[12] Entonces comandante de las Fuerzas de Preservación del Orden del Kuomintang en la provincia de Chechiang.

[13] Conocidos bandidos de la provincia de Fuchién, cuyas Fuerzas fueron incorporadas al ejército del Kuomintang.

[14] Jefe de una división de las tropas del Kuomintang.

[15] Caudillo militar del Kuomintang, entonces gobernador de la provincia de Chiangsí.

[16] Entonces jefe de una división de las tropas del Kuomintang acantonadas en la provincia de Chiangsí.

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