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Un acuerdo peor que el otro: Macri firmó tratado con Unión Europea y quiere otro con EE.UU.

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A fines de junio el canciller Jorge Faurie firmó en Bruselas el tratado entre Mercosur y la Unión Europea, festejado por Mauricio Macri como una gran cosa para el país y un logro frente al proteccionismo. Él es un partidario extremo del libre comercio, entendido por “libres negocios” para el gran capital, que es precisamente su lugar en la vida.

Hacía 20 años que se negociaba entre las dos partes y no se lograba acuerdo porque las contradicciones entre primeras potencias del mundo y países del Tercer Mundo, más allá de la filiación primermundista de Macri y Bolso-nazi, no se solucionan fácilmente.

El meollo del conflicto y que seguramente demorará unos años en dilucidarse, es éste: el Mercosur pedía que Europa baje aranceles y subsidios al agro, para favorecer el ingreso de productos sudamericanos. La Unión Europea no lo consentía, en particular Francia. Por otro lado, para hacer algunas de esas concesiones, Europa reclamaba menos aranceles del Mercosur para aumentar sus ventas industriales y servicios. Y los países de Sudamérica no aceptaban esa apertura casi indiscriminada. Como si estas diferencias fueran pocas, los europeos pedían participar en las licitaciones de gobiernos sudamericanos en pie de igualdad con las empresas nacionales. Sería la competencia del grande con el chico, en muchos casos.           Finalmente, la Unión Europea quería, como parte del tratado, que se prolongaran las vigencias de sus patentes de medicamentos, para asegurarse por más tiempo el cobro de regalías y patentes.

Para graficar lo que pasaba antes y cómo se firmó ahora, en 2004 el Mercosur de Néstor Kirchner y Lula da Silva, le pedía a la UE se abriera al ingreso de 400.000 toneladas de carne sudamericana. Les dijeron que no. Hoy Macri y el neonazi firmaron por 99.000 toneladas de carne con hueso, menos de una cuarta parte de lo solicitado por aquellos presidentes progresistas.

Lo suscripto en Bruselas el 28 de junio demorará en concretarse, porque tiene que ser traducido a muchos idiomas de cada uno de los firmantes. Y además ratificado por los parlamentos, cuatro del Mercosur y 28 europeos. Se estima que el plazo será de 2, 3 o más años. El fondo del asunto sigue siendo un acuerdo desigual, de partes desiguales, que beneficiará a las potencias y perjudicará a las naciones menos poderosas.

A lo sumo y con aquel límite ejemplificado en la carne, el Mercosur podrá aumentar sus ventas de productos exportables del agro, que por lo general y salvo cortos períodos implican perder por el deterioro de los términos del intercambio, a nivel de precios. Esto pone chochos a Clarín Rural, la Suciedad Rural y Grobocopatel.Y los europeos venderán más productos industriales y de servicios, que brindan más trabajo, con más valor incorporado.

La industria argentina, que en el último año perdió 15.424 Pymes, según datos de AFIP y CEPA, a razón de 43 por día, perderá muchas más. Ese es el saldo del ajuste macrista, la recesión y la concentración monopolista, fenómeno que se agudizará si el mencionado tratado entra en vigencia.

El titular saliente de la Comisión Europea, el luxemburgués Jean-Claude Juncker festejó lo firmado como gran noticia porque las empresas europeas dejarán de pagar aranceles por 4.000 millones de euros.

El daño para Argentina vendrá por partida doble, según los economistas críticos.

Califican de dañino ese comercio de granos y carnes y demás productos mercosurianos a cambio de la amplia apertura a productos industriales y de servicios de las multinacionales europeas.

Y en el caso nuestro, advierten que también se perderán posiciones que la industria argentina hoy tiene con sus exportaciones al mercado brasileño, que serán desplazadas por la competencia desigual europea.

Eso, además de que se abren las licitaciones públicas y oficiales a la participación de esas multinacionales, que por otro lado consiguieron prórroga de sus patentes.

ENCIMA CON EE UU

Macri festejó el acuerdo con Europa y dijo que quiere hacer lo mismo con EE UU, Canadá y China.

Firmar algo así con el imperio yanqui será calamitoso, peor aún que el tratado con Europa por la sencilla razón de que las economías argentina y estadounidense no son complementarias sino competitivas. EE UU no quiere comprar ni un kilo de carne argentina ni una tonelada de soja o maíz, porque es un gran productor y exportador en esas materias. Esas negativas ya se vieron en las carnes, el biodiesel y los limones argentinos.

Europa, que es complementaria en ciertos aspectos y por eso subsidió a sus agricultores con la Política Agraria Común (PAC), sí está interesada en adquirir al menos 99.000 toneladas anuales de carne.

Macri quiere firmar un nuevo tratado como el viejo ALCA de George Bush, ahora con su amigo Trump. Si él estaba en Mar del Plata en 2005, firmaba con Bush. Es otro motivo para que las fuerzas obreras, de izquierdas y antiimperialistas nos esforcemos por derrotar al presidente cuanto antes y, de última, echarlo el 10 de diciembre.

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