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Romper con el FMI y no pagar la deuda externa

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Entre los numerosos récords del gobierno de Mauricio Macri seguramente se destacará el brutal endeudamiento externo contraído desde que llegara a la Casa Rosada. La deuda total se incrementó en más de u$d 120.000 millones. Es una cifra enorme que -según un informe del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG)- equivale a todo el “Plan Marshall” que permitió a Europa “reconstruir su infraestructura, su capacidad productiva y fortalecer su Estado de Bienestar tras la II Guerra Mundial”. 

Para Argentina, en cambio, el ingreso de esa descomunal cantidad vino de la mano del decrecimiento de la economía, una inflación de las más altas del mundo y el empeoramiento de las condiciones de vida de gran parte de la población.

El endeudamiento tampoco condujo a un fortalecimiento de la infraestructura, pese a que fue el caballito de batalla del gobierno en la última campaña electoral. En los casi 4 años, en lo que se refiere a la distribución de energía, no hubo ningún avance en la red de ultra alta tensión; en cuanto a obras viales, un informe de técnicos de Vialidad -publicado por un Sindicato del sector- asegura que se realizaron menos que en el gobierno anterior; tampoco hubo aportes relevantes en infraestructura educativa (ni siquiera los hipotéticos jardines de infantes que iban a hacerse con la plata del “Fútbol para Todos”).

¿A dónde fue el dinero que ingresó por la deuda? El informe de CELAG analiza la utilización total de los dólares ingresados al país, concluyendo que, de cada 100 unidades, 60 fueron para partidas financieras: fuga de divisas, envío de ganancias de las multinacionales a las casas matrices, pago de deuda e intereses, etc. La cifra tiene en cuenta no sólo lo que llegó por vía del endeudamiento, sino también lo que aportó la exportación, algo que tuvo mucho menor peso desde la llegada del macrismo. Cabe recordar que el gobierno eliminó o redujo retenciones y anuló las normas que obligaban a liquidar divisas.

Por lejos, el principal destino de los dólares fue la fuga. Desde que asumió Macri y hasta junio último, más de u$d 72.000 millones salieron del mercado local.

 

GARANTES DE LA TIMBA FINANCIERA

Los principales referentes del Frente de Todos han expresado varias veces que no propiciarán un default y que están decididos a pagar las deudas. Semejante compromiso implica que la fuga y las brutales ganancias de los especuladores obtenidas durante la gestión macrista tendrán como garante al conjunto del pueblo.

Además de la injusticia que ello implica, la decisión de “honrar los compromisos” con los acreedores luce inviable: el próximo gobierno debería pagar al menos u$d 148.000 millones durante los 4 años de mandato, contando sólo los vencimientos ya previstos. Esa cifra equivale -grosso modo- a la cuarta parte del PBI anual de nuestro país. Tal cantidad es absolutamente imposible de obtener aún bajo la mirada más delirantemente optimista: ¿de dónde se obtendrían los dólares? ¿cómo se podría llegar a una cuenta corriente tan favorable (es decir, ingresos menos egresos externos)? Para darnos una idea, sólo podría pagarse si todo lo que ingresa actualmente por exportaciones se destinara a la deuda (y por lo tanto no existieran importaciones ni otras erogaciones).

Muchos economistas plantean como alternativa una reestructuración de la deuda, es decir, acordar con los acreedores nuevos plazos e intereses. Pero estos acreedores no han prestado dinero por caridad, ni con fines humanitarios. Para cambiar las condiciones, quieren obtener alguna ganancia, como garantías excepcionales o tasas de interés desorbitantes. Cuando el próximo gobierno se siente a buscar nuevos acuerdos, no lo hará desde una posición de fuerza y no podrá imponer condiciones. 

Un actor central en ese proceso será el Fondo Monetario, ya que la deuda con ese organismo será de u$d 57.100 millones más intereses. El Fondo sólo considerará cambios en la medida que el gobierno acepte sus eternas recetas de ajuste.

Negociar con el FMI significa aceptar parte de los condicionamientos que éste requiere: reforma laboral, aumento de la edad jubilatoria, ajuste fiscal contrario a atender las necesidades en salud, educación y fomento de la producción nacional. Esas medidas, no sólo son antipopulares en lo inmediato: nunca han favorecido el crecimiento de la economía de los países que las adoptaron.

No hay posibilidades de salir del escenario actual sin descartar de raíz el recetario del Fondo. Y pagar la deuda significará que la mayoría de la población cargue con las consecuencias de la especulación e impedirá que esos valiosos recursos vayan a desarrollar la economía nacional y a atender las necesidades de la población.

Deuda odiosa según el CADTM


Según la Doctrina Jurídica de Deuda Odiosa teorizada por Alexander Sack en 1927, una deuda puede ser categorizada de esta forma cuando cumple dos condiciones esenciales, recuerda el Comité para la Anulación de la Deuda del Tercermundo:

1) la ausencia de beneficio para la población: la deuda ha sido contraída no en beneficio del pueblo y del Estado, sino contra su interés y/o en beneficio personal de los dirigentes y las personas próximas al poder

2) la complicidad de los prestamistas: los acreedores sabían (o estaban en condiciones de saber) que los fondos prestados no beneficiarían a la población.

Para Sack, la naturaleza despótica o democrática de un régimen no se tiene en cuenta. Una deuda contraída por un régimen autoritario debe, según Sack, ser reembolsada si sirve a los intereses de la población. Un cambio de régimen no cuestiona por naturaleza la obligación del nuevo régimen de pagar las deudas del gobierno precedente salvo si se trata de deudas odiosas.

Desde esta definición “conservadora”, otros juristas y movimientos sociales como el CADTM han ampliado la definición de deuda odiosa teniendo especialmente en cuenta la naturaleza del régimen prestatario y la consulta en nombre de los parlamentos nacionales en la aprobación o concesión del préstamo.

Citamos especialmente la definición de deuda odiosa utilizada por la Comisión para la verdad de la deuda griega, que se apoya, al mismo tiempo, en la doctrina de Sack y, también, en los Tratados Internacionales y en los principios generales del Derecho Internacional:

Una deuda odiosa es:

1) una deuda contraída en violación de los principios democráticos (incluyendo el consentimiento, la participación, la transparencia y la responsabilidad) y ha sido empleada contra los más altos intereses de la población del Estado deudor, mientras que el acreedor conocía o estaba en condiciones de saber lo anterior”.

O 2) una deuda que tiene como consecuencia denegar los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales de la población mientras que el acreedor conocía o estaba en condiciones de saber lo anterior”.
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