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Península coreana: una preocupación mundial

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Desde la finalización de la II Guerra Mundial, los ojos del mundo siempre han observado con preocupación todo lo que sucede en la península coreana, entre la República Democrática Popular de Corea (RDPC) y el gobierno de los EE UU y su aliada Corea del Sur. Hoy analistas internacionales, teniendo en cuenta el nivel de confrontación, los intereses irreconciliables, el arsenal nuclear almacenado en dicha zona y en manos de los principales enemigos, piensan que lo peor puede llegar a ocurrir. Se puede desatar de un momento a otro una guerra y tragedia que afectará de una forma u otra a todo el planeta.

El ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi, después de las nuevas amenazas de EE UU contra Corea del Norte declaró: “el ganador no será el que haga declaraciones más duras o el que enseñe más músculo. Si hay una guerra el resultado será una situación en la que nadie saldrá ganador”. Lógico lo del funcionario chino, ya que horas antes un consejero de política exterior de la Casa Blanca, manteniéndose en el anonimato, declaró: “estamos estudiando las opciones militares en caso de un nuevo ensayo de misiles por parte de la RDPC”. Y como si fuera poco, añadió: “Con este régimen la pregunta no es si ocurrirá sino cuándo”.

El panorama se complica aún más porque Donald Trump decidió enviar a aguas de la península el portaaviones “Carl Vinston”, escoltado por tres buques lanzamisiles de los más modernos. Se sabe que este tipo de portaaviones transporta entre 70 y 80 aviones o helicópteros de combate. Trump ordenó lanzar su llamada bomba más potente en Afganistán contra un complejo supuestamente ocupado por el grupo ISIS. Y días antes disparó una lluvia de misiles contra una base aérea de Siria. Son pruebas contundentes de que la actual administración norteamericana -como las anteriores- usa la fuerza bruta.

En 1950 los líderes surcoreanos a partir de ciertas maniobras aislacionistas y provocadoras alentadas por el imperialismo norteamericano, declararon la independencia creando la República de Corea del Sur. Inmediatamente, los coreanos del norte, apoyados por la Unión Soviética y China, invadieron el sur, desatando lo que se conoce como la Guerra de Corea. EE UU intervino ante el temor de que un dominio socialista en Corea podría tener implicaciones más amplias para sus intereses en la zona. La guerra duró tres años. Y se logró un armisticio en 1953, creando una zona desmilitarizada a lo largo del paralelo 38, dividiendo a los dos países. Esta guerra representó la primera derrota militar norteamericana, ya que no pudo imponer su autoridad sobre toda la península. Jamás se pudo firmar una paz permanente, sino un armisticio o paz frágil ya que las tensiones fronterizas siempre existieron y duran hasta nuestros días.

Ante una crisis tan dramática e histórica, China, apelando a la razón y con el objetivo de disminuir las tensiones, propuso a la RDPC que suspenda sus pruebas nucleares, a cambio de que el gobierno norteamericano cancele sus maniobras militares con el régimen de Corea del Sur. Una propuesta hasta de sentido común, pues las tensiones se hicieron tan preocupantes por los ejercicios navales y aéreos de EE UU y Corea del Sur, y ahora por la instalación allí del moderno sistema antimisiles Thaad. Y por otro lado están las pruebas misilísticas de la RDPC presidida por Kim Jong-un.

La tensión sigue creciendo. El imperialismo sigue demonizando a las autoridades norcoreanas, sobre todo a su presidente, y los mantiene en su lista de “terroristas”. Kim Jong-un está decidido a defender a su nación a cualquier precio. Inclusive, a medida que se está volviendo cada vez más claro que puede ser atacado en cualquier momento por la única potencia que hasta ahora utilizó armas nucleares, las autoridades norcoreanas entienden que la única garantía para que su país pueda seguir existiendo es mantener y desarrollar su modesto programa nuclear de autodefensa y disuasión.

                                                                                               HENRY BOISROLIN

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