Liberación - Órgano de Prensa
Martín Fierro, la voz de los postergados
La obra Martín Fierro de José Hernández revela desde su nacimiento un posicionamiento tajante por las clases populares y los oprimidos de nuestra tierra. Los postergados y expulsados de una nación oligárquica naciente. Su espíritu indomable generó debates profundos de contenido ideológico, moral y sociológico en amplios sectores de la intelectualidad contemporánea a su edición y la determinante del siglo XX. Leopoldo Lugones, Ricardo Rojas, Jorge Luis Borges, David Viñas, Ricardo Piglia y Abelardo Castillo le dedicaron párrafos y hasta ensayos extensos a su impronta literaria y política.
Hernández escribió “El Gaucho Martin Fierro” en 1872, la primera parte de la gran obra. Allí relata las andanzas del gaucho homónimo que en forma de verso y con su guitarra se pone a narrar y a denunciar su tortuoso penar. Su vida tenía libertad hasta que es obligado por la ley de levas a engrosar el ejército y encuadrado en un fortín para llevar a cabo el aberrante proyecto de la naciente oligarquía. El objetivo era exterminar a los indios señalándolos como los enemigos del progreso y el avance de la incipiente Argentina. Dicho proceso de genocidio perpetrado por el Estado pasaría a llamarse “Conquista del Desierto”. El gaucho pasó en el fortín tres terribles años donde debió adaptarse a la opresión del régimen militar, el cual no era de su elección ni simpatía. Fue torturado, explotado y despojado de sus bienes y seres queridos. Había perdido todo para ser parte de un proyecto vergonzoso del cual no se sentía parte. Su destino de lobo y no de perro gregario tarde o temprano lo llevaría a escapar de aquel lugar y retornar a la pampa donde era realmente libre. Escapó una fría mañana del fortín y se adentró en la inmensa pampa para regresar con los suyos, su mujer y sus amados hijos. Al llegar su tristeza fue un alarido y su llanto un vendaval. Nadie se encontraba en su rancho, todo era desolación y abandono. Su compañera y sus hijos se habían marchado empujados por el hambre y el abandono. El lobo empuñó su fiereza más oscura y comenzó a destilar veneno.
El odio del postergado, del alienado, se tornan explosivos cuando su consternación de clase es su pulsión. Tras varios enfrentamientos con otros gauchos, en una situación permanente de huida, permaneció en la clandestinidad debido a ser desertor del ejército asesino. Una noche irrumpe en su rancho una partida de la policía con un tal Tadeo Isidoro Cruz al mando, un hombre digno que había llegado a uniformarse debido a su necesidad e intentando purgar su destino de bravo y matrero. Fierro no estaba en casa sino que dormitaba en un pajonal, siempre alerta. Al verlo combatir a ese gaucho, Cruz se vio reflejado en aquel hombre que irradiaba dignidad y hombría. Entonces se quitó su indigno uniforme de soldado y comenzó a combatir junto con Fierro contra los uniformados. Ambos se unieron sin separarse jamás en una ruta de lucha y liberación.
Los dos hombres unidos por el espanto de ser fugitivos de la ley deciden marcharse al desierto a convivir con sus hermanos los indios, con los cuales compartirían muchos años de exilio y abandono.
En “La Vuelta” se cuenta su regreso de las tolderías, el encuentro con sus hijos y el hijo de Cruz, quien había muerto. En este tramo de la obra el antiguo gaucho salvaje se había transformado en un hombre reflexivo y prudente que se dedica a brindar consejos, enseñanzas de vida para no incurrir en la violencia y el enfrentamiento clasista sin sentido. El camino era ahora insertarse socialmente en la patria consolidada. Disfrutar de un Estado civilizador e inclusivo. José Hernández buscaba pacificar el país con aquel mensaje de conciliación de clases. La realidad concreta era que los mismos opresores seguían en el poder y los débiles seguían padeciendo.
En conclusión, Martín Fierro entre avatares de la intelectualidad y la política siempre ha sobrevivido y viene a interpelarnos irrumpiendo en nuestras venas para impulsarnos a no dejarnos oprimir ni doblegar. El gaucho nos muestra un camino de clase para explorar en nuestra historia pasada y reciente. Nos indica batallar contra un enemigo voraz que se va robando lo nuestro. El suyo es un mensaje de recuperación de nuestros pueblos originarios y de nuestros hermanos. Básicamente nos enseña que es preferible seguir un destino de lobo salvaje cuidando de los nuestros antes que ser un perro guardián comiendo las sobras del patrón.
SIMÓN GUEVARA