Macri en el País de las Maravillas

El 1 de marzo, Macri llegó al Congreso para dar el discurso de iniciación de las sesiones ordinarias. Un fuerte dispositivo de seguridad y el Congreso vallado, marcaron con claridad que, había temor a las protestas populares por los resultados de la gestión durante estos más de tres años de gestión. En su apoyo afuera no había nadie. Nadie.

Más allá de sus furcios, de su lectura vacilante y enredada, de su deficiente pronunciación, Macri hizo un repaso de los “logros” obtenidos, intentando demostrar fortaleza en un momento de debilidad, en medio de una gran crisis económica y en camino a las elecciones. Plagado de mentiras, el discurso pretendió insuflar ánimo a la tropa propia y a los electores que admiten que lo seguirán votando, aunque estén viviendo en carne propia los efectos de las medidas del ajuste.

Admitió que hubo un aumento de la pobreza, pero no dudó en afirmar que la situación será remediada a largo plazo con el sinceramiento de la economía y dejando de lado las prácticas clientelares que caracterizaron al gobierno anterior. El anuncio del aumento de la Asignación Universal por Hijo, fue sin dudas, el único elemento positivo de su discurso (sin entrar en el análisis de lo que realmente significa en el marco del proceso inflacionario).

Su afirmación de que “Argentina está mucho mejor que en el 2015”, no tiene ningún asidero y es desmentido por los datos de la realidad. La pérdida de 126.100 empleos en la industria, más los 193.300 del sector privado, más las suspensiones de miles de trabajadores de la industria automotriz (sólo en Córdoba, 5.000 según el SMATA), el cierre de fábricas, Pymes, cooperativas, kioscos, los tarifazos en energía, servicios y transporte que superaron el 3.000 por ciento en estos tres años, la devaluación de nuestra moneda (9 pesos en 2015, casi 43 actualmente) la inflación imparable que día a día deteriora los salarios, el aumento de la canasta de alimentos, la quita de subsidios, la baja de presupuestos para salud y educación, el abandono de planes que beneficiaban a los sectores más vulnerables, etc. eximen de más argumentos para demostrar la falsedad del presidente.

Con una mezcla de cinismo y autoritarismo pretendió otorgarle a su gobierno un rumbo irreversible en las decisiones que adopta, calificando la vida económica, social y política de los argentinos durante los últimos 70 años como un desastre sin nada para rescatar, ni para diferenciar, como democracia y dictadura.

En lo que hace a la política exterior… tampoco abandonó el libreto y el goebbeliano “miente, miente, que algo queda” afirmando que el apoyo internacional “me llena de entusiasmo y todos los países nos dicen queremos acompañarlos, queremos hacer cosas juntos”. Nos preguntamos qué cosa, porque la lluvia de inversiones nunca llegó, los mercados no se abrieron y la única plata que llegó fue la del FMI a través de un préstamo que además de oneroso e ilegal nos endeuda por 100 años.

La publicitada inserción en el mundo (una parte de él) la ha logrado haciendo seguidismo a su amigo Trump y a los demás cipayos del Cartel de Lima, contra un país hermano, Venezuela. La crítica al gobierno de Cristina Kirchner por haber condecorado a Nicolás Maduro “que no respetaba la democracia, los DD HH y las libertades” y su reconocimiento al autoproclamado Guaidó, además de un injerencismo que contraría las normas del derecho internacional, muestran claramente su servilismo y dependencia al imperialismo yanqui. La historia no lo absolverá,

Tan descarado y mentiroso mensaje no consiguió ni siquiera la aprobación de sus aliados. La disparada del dólar al día siguiente, las proyecciones del FMI “recalculando” la inflación para este año por arriba del 35 por ciento y el alza del índice de precios al consumidor, así lo demuestran. Y el pueblo argentino movilizado en las calles protestando, también le responde.