Liberación - Órgano de Prensa
Los dólares que se quedan los agroexportadores
En abril del año pasado, cuando aún no se había desencadenado la corrida cambiaria que arrancaría un mes después, el gobierno de Macri había comenzado a delinear el presupuesto para 2019. Por entonces pronosticaban un crecimiento del PBI del 2% y aseguraban que la cosecha récord que esperaban para este año sería el motor del despegue económico.
Desde mayo de 2018 el que despegó fue el dólar; de los $18,65 que costaba a comienzos de ese año, llegó a los $38,60 al final del mismo. La inflación alcanzó niveles más altos que en cualquier período de la gestión kirchnerista y la economía entró en una profunda recesión que aún no llega a su piso.
El gobierno justificó la debacle en “tormentas” externas y sequías internas: las primeras, figuradas y de carácter financiero; las segundas, climáticas.
Del conjunto de previsiones del gobierno, hubo una que fue bastante certera: en 2019 la cosecha de granos está alcanzando un récord. Sin embargo, esa circunstancia no redundó en una mayor disponibilidad de dólares ni en impulso alguno para la economía.
Además, la brutal devaluación del peso licuó los costos internos para los agroexportadores, en particular como parte de la caída de los salarios a valores internacionales. En la lógica simple del gobierno (y de los economistas que pueblan los grandes medios de comunicación), esas ventajas se traducirían en mayores ganancias para el sector, lo que alentaría mayores exportaciones y -en consecuencia- más ingresos de dólares al país.
Para este año se estima que la cosecha total rondará los 145 millones de toneladas, casi un 19% más que en 2018. Sin embargo, ingresaron menos dólares que en esos tiempos de sequía: entre enero y junio los exportadores liquidaron en el país u$d 10.718 millones, mientras que en el mismo período del año pasado habían sumado u$d 11.568 millones. Considerando sólo junio, la liquidación fue un 42% menor que en igual mes del año anterior. La cifra semestral es incluso menor a la del mismo semestre de 2015, en tiempos de gobierno kirchnerista y cepo cambiario, cuando se liquidaron u$d 10.942 millones.
El gobierno hizo todo lo que el sector agroexportador quería: quitó retenciones, bajó los sueldos en dólares, liberalizó la compra venta de divisas y el resultado es que ingresan menos dólares que antes. Por si fuera poco, el ingreso de divisas se ve compensado por la altísima fuga: sólo hasta mayo se habían retirado del mercado local u$d 9.352 millones.
Esto demuestra que dar todas las ventajas a agroexportadores y especuladores no redunda en voluntad de invertir en el país: por el contrario, los exportadores prefieren mantener sus dólares a la espera que se produzca una nueva devaluación, para lo cual sólo tienen que esperar.
En estas semanas el dólar se mantuvo levemente a la baja y el gobierno lo exhibe como un logro. Sin embargo, esa calma relativa se consigue a costa de mantener las tasas de interés más altas del mundo, inyectar dólares prestados por el Fondo Monetario, restringir la circulación de dinero y con la oferta de “dólar futuro” (compra anticipada de dólares a un precio pactado en la actualidad). Todo esto sostiene la famosa “bicicleta financiera”: gente (o entidades) con muchos dólares se pasan por un tiempo a pesos, aprovechan las tasas para incrementar esos pesos, y vuelven a comprar dólares (más de los que cambió originalmente), los que permanecen a bajo precio por la acción del gobierno.
El Fondo Monetario decidió liberar otro tramo del préstamo, por 5.400 millones de dólares, lo que se suma a un crédito otorgado por el Banco Mundial, para que Macri mantenga esta aparente calma. Los grandes exportadores lo saben, y están dispuestos a esperar a la próxima corrida, sea en los estertores del gobierno actual o después de las elecciones de octubre. Aprovechan que el gobierno eliminó los requisitos de liquidar en el país las divisas resultantes de la exportación, norma que existía desde el gobierno de Illia (con variantes en plazos y modalidades). Eso permite que sus ingresos en dólares (u otra moneda) queden fuera del país, ajenos a cualquier inversión o impuesto.
Como ocurre con muchas medidas del gobierno, los privilegiados son los especuladores.