Editorial
La opción es: Clase-Pueblo-Patria o Macri-Deuda-FMI
En la Argentina gobernada por Mauricio Macri y una cofradía de gerentes de multinacionales, la clase obrera y el pueblo ya venían sufriendo innumerables ataques al empleo, el salario, las jubilaciones, las conquistas democráticas y la cultura popular. Y como si todo eso fuera poco, ahora el grupúsculo dominante decidió volver al FMI. Sobre llovido, mojado, o mejor dicho, cagados.
Entre las cosas positivas que tuvieron los gobiernos kirchneristas se destacaba el haber sacado al Fondo Monetario el poder de decisión sobre el país, a partir de enero de 2006. Esa decisión de Néstor Kirchner, y nobleza obliga, de Roberto Lavagna, fue muy bien recibida por la mayoría del pueblo porque FMI era una mala palabra.
Esa opinión no había surgido de la nada. La entidad con sede en Washington había impuesto una combinación fatal de ajuste del gasto público, bajas salariales y jubilatorias, aumentos de tarifas, privatización de empresas públicas, elevado endeudamiento externo con pagos exorbitantes y refinanciamientos usurarios y un largo etcétera.
Los directores gerentes del Fondo y su mellizo el Banco Mundial y su sobrino el BID no hicieron esa destrucción antinacional solitos. Junto a ellos y a la par ganaron fortunas banqueros locales y de los que cotizan en Wall Street, y monopolios varios.
Los gobernantes dizque argentinos, en especial Carlos Menem y Fernando de la Rúa, simbolizando a los partidos burgueses del peronismo y el radicalismo, fueron vasallos de esos intereses. Jugaron el papel que no habían podido tener Álvaro Alsogaray y Domingo Cavallo, por nombrar a dos innombrables de derecha, que no llegaron a presidentes pero ejercieron fuerte influencia en gobiernos civiles y dictaduras.
No es un dato menor que Argentina haya adherido al FMI en 1956, un año después del golpe de Estado gorila contra Perón, en la “Revolución Fusiladora”.
En 2001 la deuda externa aumentada en forma alevosa y fraudulenta, pagada con el hambre del pueblo, desquició todos los números de la economía y llevó a la crisis total, con corralito bancario, represión y Estado de Sitio. El 19 y 20 de diciembre de ese año la represión policial provocó 39 muertos. El levantamiento popular o Argentinazo se llevó puesto al títere De la Rúa, electo con 9 millones de votos dos años antes. Se tuvo que ir en helicóptero desde la Casa Rosada porque la masa lo iba a linchar si le ponía la mano encima.
En esas circunstancias el Fondo fue identificado por los argentinos como sinónimo de ajuste, devaluación, deuda externa monumental, crisis terminal y dependencia semicolonial.
Poner coto a la influencia fondomonetarista en la economía fue una de las mejores decisiones adoptadas por Néstor Kirchner y continuadas por Cristina Fernández de Kirchner. Para el PL no se debió pagarle por adelantado y de contado toda la “deuda” con la entidad, 10.000 millones de dólares.
Lo bueno fue que en los años siguientes el Fondo no pudo venir a inspeccionar los números de la economía invocando el artículo IV de su carta orgánica. Y ese margen de independencia sirvió para se adoptaran medidas con sentido social positivo y de desarrollo nacional. Por el límite de clase, gran burgués, no se profundizó el modelo “nak&pop” hacia el antiimperialismo, con medidas de fondo contra los monopolios y una ruptura total con el FMI y Banco Mundial. Se siguió concurriendo a sus dos asambleas anuales y pagando la cuota societaria.
PANTALONES BAJOS
Luego vino Macri y empezó a aplicar todas las recetas del FMI, con resultados devastadores para el consumo, el empleo y el bienestar de amplias mayorías. En 2016 volvieron las delegaciones del Fondo a inspeccionar “in situ”. Macri y sus ministros fueron felicitados por Christine Lagarde y el Departamento Occidental, considerando que su gestión era correcta y exitosa. En marzo estuvo Lagarde en Buenos Aires y repitió esos elogios a Macri en Olivos y a Nicolás Dujovne.
La corrida del dólar, que estaba a 17 pesos hace pocos meses y trepó a 25 hizo ganar mucho dinero a los tenedores de la divisa: bancos, exportadores y grupos concentrados. El Banco Central liquidó 8.000 millones de dólares de reservas para calmar “los mercados”, sin conseguirlo, porque esa moneda superó los 24 pesos.
Con la excusa de que va a necesitar dólares, Macri y su grupúsculo pidieron un crédito al FMI, como los que ya arruinaron al país. Ahora, con los pantalones bajos, negocian el monto, intereses y condiciones.
Esos préstamos son nefastos a dos puntas. El dinero no es usado para obras necesarias sino para tapar déficits y agujeros agrandados por el macrismo. Y suponen más deuda, más intereses y más giros de divisas al exterior. Si en su comparendo en Diputados Luis Caputo admitió que el total de la deuda ya era de 320.000 millones de dólares, ahora es mucho más. ¡Como mínimo, en 2018 hay que pagar 32.000 millones de capital e intereses!
Esos créditos tienen condiciones neocoloniales: bajar más salarios y jubilaciones, seguir con tarifazos, cortar gasto público, un dólar a 30 pesos, privatizar más empresas, etc, con leyes o decretos seguidos de represión.
La línea divisoria es clara: Clase Obrera-Pueblo-Patria, o Macri-Deuda-FMI. Dicho en criollo: hay que formar un Frente Antiimperialista y salir a la calle ahora, no en 2019.